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El arte de tragar sapos

C

arlos Fuentes aseguraba que la política en México es el arte de tragar sapos (por decir lo menos) sin hacer gestos. Algo aplicable en el resto del mundo. Y eso precisamente hizo Francisco, líder espiritual y político de la Iglesia católica al presidir hace una semana las exequias del cardenal Bernard Law, a cargo, entre 1984 y 2002, de la influyente arquidócesis de Boston, Estados Unidos.

Por el poder que reunió fue comparado con Joseph Spelman (1889-1967), cardenal de Nueva York, capellán del ejército de ese país, fiel aliado en la lucha contra el comunismo y partidario de la intervención estadunidense en Vietnam.

A Law le llovieron denuncias por no tomar medidas contra los sacerdotes de su diócesis acusados reiteradamente de cometer abusos sexuales. En vez de retirarlos del servicio y juzgarlos, los cambiaba de parroquia. Tuvo que dejar su cargo en 2004, causando la bancarrota de la iglesia de Boston, una de las más ricas de Estados Unidos, pues tuvo que pagar elevadas sumas a las víctimas. Sin embargo, Law nunca fue llamado a declarar ante la justicia eclesiástica.

El asunto lo dio a conocer con lujo de detalles el diario The Globe. En el mejor ejemplo de lo que es periodismo de investigación, sus reporteros localizaron a más de una decena de víctimas de los abusos, a varios de los que los cometieron y a sus protectores. En 2015 la historia recobró actualidad con la exitosa película Spotligth, basada en esa investigación.

Pese a tan nefastos antecedentes, Law obtuvo el manto protector de quien lo nombró en 1985 cardenal: el hoy santo Juan Pablo II. Además, en 2004 lo designó arcipestre de Santa María la Mayor, la basílica más importante de Roma. Y le conservó su lugar en el Colegio Cardenalicio y en la Congregación para los Obispos. Así pudo participar en el cónclave que eligió papa a Benedicto XVI un año después.

Varias veces se pidió al nuevo pontífice que le retirase del prestigioso cargo de arcipreste. Sólo lo hizo en 2011, cuando Law cumplió 80 años. También en diversas ocasiones la justicia estadunidense solicitó, sin éxito, su declaración como parte de los juicios que existían contra él por encubrir a curas pederastas.

Poco después de que Francisco fue elegido pontífice, visitó Santa María la Mayor, donde Law aún residía como arcipreste emérito. El papa no pudo evitar verlo y comentó a los que le acompañaban: No quiero que frecuente esta Basílica.

El papa argentino ha tenido que tragar otros sapos por culpa del cardenal australiano George Pell, al que acusan en su país de abusos sexuales. Las evidencias son abrumadoras. Pero en vez de protegerlo, lo obligó a comparecer ante la justicia de Melbourne. Pell gozaba de toda la confianza de Francisco. Tal era su cercanía, que lo hizo responsable de las finanzas de Vaticano.