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En cumplirlo radica la diferencia entre llegar para administrar o para transformar

Dicta Peña Nieto ante la OCDE su decálogo sobre reformas estructurales
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José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, y el presidente Enrique Peña Nieto, quien se encuentra en París para acudir a la cumbre One PlanetFoto Ap
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Periódico La Jornada
Martes 12 de diciembre de 2017, p. 12

París.

En un proceso de reformas estructurales como el emprendido por México, el orden de los factores sí puede alterar el producto, admitió el presidente Enrique Peña Nieto. La secuencia de cambios, la configuración y la duración de las alianzas variará en función del orden en que se aprueben o se instrumenten. Se debe tener presente que en el camino se van a ir perdiendo aliados, y la estrategia de la negociación debe trazarse con eso en mente, recomendó el mandatario.

Así, en el caso de México fueron quedando en el trayecto expresiones (políticas) que nos acompañaron y que advertimos habríamos de perderlas, dada la convicción ideológica de cada una de ellas.

De este modo, asumió Peña Nieto, su administración impulsó en primer lugar la reforma educativa, con mayores posibilidades de consenso, y no la energética, no obstante ser ésta una de las más ambicionadas.

En todo proceso transformador debe empezarse con una buena reserva de capital político, y quien no esté dispuesto a asumir riesgos ni enfrentar consecuencias no debe lanzarse a emprender ese camino. Aquí radica la diferencia entre sólo llegar para administrar o llegar a gobernar para transformar, planteó el mandatario.

Desde la sede de la Organización para la Cooperación y el Crecimiento Económicos (OCDE) en la capital francesa, el mandatario dictó un decálogo de lecciones sobre cómo debe trazarse un proyecto de reformas estructurales en un país. La primera fue cuanto más pronto mejor, para aprovechar así el mandato electoral y tener mayor posibilidad de éxito. Enseguida, recomendó más es mejor, pues no debe ponerse límite al número de cambios legislativos propuestos.

En México, aseveró, acotar las reformas a determinada cantidad derivó en un falso y ocioso debate. Fue la voluntad de las partes involucradas y el diagnóstico sobre los cambios postergados los que determinaron la ambiciosa agenda propuesta.

Luego de ser presentado elogiosamente por el titular de la OCDE, el mexicano José Ángel Gurría, el presidente Peña introdujo el tema de los cambios estructurales. Como tercera lección planteó procurar tener cerca a los beneficiarios de las transformaciones, para que éstos las apoyen frente a quienes oponen resistencia activa contra aquellas.

Todo cambio estructural enfrenta las resistencias de quienes pierden privilegios adquiridos previamente, aseguró. También habló de la dificultad, en ocasiones, de encontrar y alentar el movimiento de quienes serán beneficiarios de las reformas. Puso el ejemplo de la reforma educativa, la cual enfrentó enormes resistencias, pero hoy es apoyada sobre todo por muchos maestros.

Enseguida recomendó disponer de un equipo calificado y convencido de las bondades reformistas. También expuso: en caso de duda, actúa, pues la democracia no supone unanimidad y siempre habrá resistencias. Se debe saber negociar y que el límite llega cuando no se avanza y se vuelve impostergable la toma de decisiones, aun sin haber logrado el mayor o amplio consenso.

La sexta lección de Peña Nieto para los 35 representantes de los países que integran la OCDE fue comunicar más, nunca es demasiado, porque sobre todo en esta época las redes sociales suelen ser aprovechadas por los opositores, y resulta más difícil corregir una versión distorsionada una vez difundida, que argumentar los méritos de la reforma.

Enseguida llamó a ser muy técnicos, pues la última palabra en estos procesos está en los tribunales.

En los tres últimos puntos de su decálogo apuntó: el proceso irá perdiendo aliados en el camino y por ello debe iniciarse por los cambios de mayor consenso. Llamó a tener claro que el cambio es tu propia recompensa, pues si bien las transformaciones son difíciles, el esfuerzo vale la pena. Y por último enunció: para ganar hay que arriesgar.