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Día de Muertos
Q

ué profundo significado tendrá la celebración del Día de Muertos en un país como el nuestro, donde la muerte se encuentra muy arraigada en el diario convivir, algo para andar por casa.

Repetición de rituales donde la muerte y el duelo son los protagonistas. Para el católico la muerte de quien es considerado su redentor y a la vez su prójimo, su semejante, más allá de la divinidad con que es investido le conmina a vivir esa muerte como parte suya. Aquello que muere en y con aquel es algo que también muere en su interioridad. Tal muerte mueve no sólo a la compasión sino también la culpa, que si es de índole reparatoria puede conducir a la elaboración y al sentimiento de respeto por la vida del otro y por la propia.

La muerte que en estos días vestimos de gala y llamamos la Calaca revestida de Catrina, en la caverna más oscura donde suena la vida relumbrante y florecida. Bella mujer con olor a fruto dorado, membrillo rojo, naranja, toronja. Sabor a carne fresca, rumor de canción, seda sonora, senos de pantera, canto de gorriones. El sol entre bruscos contrastes se inserta cual amante en celo y la sangre corre en la misma cuna entre canciones rancheras: abandonos repetidos envueltos por celos de amargura, hasta fundirse melancólicamente y transformarse en calaveritas de azúcar y panes de muerto saboreados por gemidos dolorosos, gritos de desolación infinita. Noche de ausencia, madrugada que es más, mucho más que erotismo.

Concreción del paso de la vida a la muerte, de la Catrina a la difunta Calaca, una sola cosa. Ternura macabra de belleza incomparable, revivir de escenas olvidadas, comunicación secreta. Espíritu del más allá perdido en otro tiempo y espacio del lineal transmitido en estremecimientos innombrables, jolgorio subterráneo del clic del amor que se despliega en espacios inimaginables perdidos, caricia en el aire roto, promotor de murmullos, clamor y remate en el ay de la muerte que se desgrana acompasado y uniforme, corriente de río caudaloso que arrastra girando alrededor de enlazamientos en la sensación interior de cuerpo relajado, contacto interior, fondo sombrío de ondas entre voces antiguas sin origen.

Extraña muerte, inesperada reveladora de extrañas exaltaciones, vértigos y zumbido de oídos, lamentos que nacen y se apagan, crecen y dilatan y van dando los panteones que definen ecos e intimidad espacial narrativa de la tragedia humana. Tejido sombra y sol naranja redonda, tallo ondulado, Catrina cimbrándose la gran triunfadora que pasea la innombrable ceniza.

Cada otro que muere soy yo mismo. Algo de él muere en mí y algo de mí muere con la muerte del otro.