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Ver día anteriorLunes 23 de octubre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Trump en Medio Oriente: un desastre diplomático
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ras sostener varias reuniones en las capitales de Arabia Saudita y Qatar, el secretario de Estado estadunidense, Rex Tillerson, experimentó ayer un fracaso en el intento de mediar en la crisis entre ambos países. No hay ningún signo firme que indique la disposición de las partes a dialogar; no podemos obligar a las personas a negociar si no están listas, rubricó el funcionario en una conferencia de prensa en Doha, tras asegurar que Washington mantiene vínculos muy fuertes con todos los países implicados en la crisis, incluido Qatar.

No es la primera vez que Tillerson pretende, sin resultado, resolver el conflicto que alentó su jefe, el presidente Donald Trump, entre ambas monarquías petroleras, y el secretario de Estado no es el único alto funcionario estadunidense que ha intentado disipar las tensiones que las enfrentan abiertamente desde junio pasado. A finales del mes pasado el secretario de Defensa, Jim Mattis, visitó la base aérea que la superpotencia posee en la localidad qatarí de Al Udeid, con la finalidad de limar asperezas y ratificar las excelentes relaciones militares entre Washington y Doha; y unos días antes el propio Trump se reunió en la Asamblea General de las Naciones Unidas con el emir Tamim bin Hamad Al Thani, a quien prometió mediar para superar la ruptura entre Arabia Saudita, Egipto, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos con Qatar.

No debe pasarse por alto, sin embargo, que ese alejamiento fue alentado por el propio Trump en mayo anterior, durante una visita a Riad. Dos semanas después, el 5 de junio, las naciones referidas suspendieron las relaciones diplomáticas con Doha y le impusieron un bloqueo económico, con el pretexto de que el gobierno qatarí apoya al terrorismo.

En realidad, en clave del idioma diplomático estadunidense, el verdadero reproche es la buena relación que existe entre Qatar e Irán. Como se sabe, el régimen monárquico saudiárabe –principal aliado de Washington en la región– mantiene una feroz competencia geoestratégica con Teherán, en tanto que Trump ha buscado por todos los medios aislar a la República islámica e incluso peor, acabar con el tratado internacional que hizo posible la suspensión del programa nuclear iraní. Con esos precedentes, es inevitable concluir que el bloqueo de Qatar fue consecuencia de una operación aprobada por esa suerte de diplomacia paralela que opera el presidente estadunidense por medio de su yerno Jared Kushner.

La Casa Blanca debe estar consciente de que las cosas fueron demasiado lejos y la crisis entre las monarquías petroleras del Golfo Pérsico no debilita a Irán sino al mismo Estados Unidos, lo cual explicaría los intentos más recientes de Washington por usar a sus funcionarios formales –los secretarios de Defensa y de Estado– para resolverla.

Nada pudo hacer, sin embargo, Tillerson, quien para colmo se encuentra en una posición sumamente debilitada por los ataques públicos de que es víctima por su jefe. En suma, el episodio es un ejemplo de cómo se proyectan en el mundo los desajustes, las ineptitudes y las disfuncionalidades que ostenta el actual equipo de gobierno estadunidense, empezando por la abismal ignorancia de Donald Trump en asuntos internacionales.