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La novena lección
L

a relación esencial entre el pensamiento y el lenguaje tiene una expresión particular en el terreno de la política. Hay, pues, un pensamiento y un habla de índole democrático y otro que pertenece directamente a la tiranía.

Timothy Snyder ofrece un opúsculo sobre La Tiranía y la trata a partir de 20 lecciones extraídas del siglo XX. Una primera observación que puede hacerse sobre este texto tiene que ver precisamente con su corta extensión.

Un texto breve exige de gran claridad de quien lo escribe. Y consigue de tal modo provocar la reflexión concentrada de quien lo lee. Hay muchos ejemplos al respecto y sobre asuntos muy diversos. Tanto es así que Sinesio de Cirene, en el siglo IV dC, escribió un Elogio de la calvicie.

La novena lección que propone Snyder indica justamente que uno debe estar atento con el lenguaje.

Tiranía, dice el diccionario, es: abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad.

Desde esa perspectiva, cuando se habla del pueblo tiende a referirse a una parte de la gente y no a otra; los asuntos se plantean preferentemente como luchas entre bandos o posiciones. Además, los intentos basados en la libertad de acción y de pensamiento por comprender el mundo de modo diferente se toman como un atentado contra el líder, el partido o el movimiento de ocasión.

Los políticos, advierte Snyder, arremeten con sus clichés a través de la televisión o del Internet o el Twitter, donde aun los que están en contra acaban por repetirlos. Se van legitimando de alguna manera. Tales clichés son reforzados igualmente por las imágenes que juegan un papel protagónico.

Añade que las cosas se suceden de forma cada vez más rápida. Como se puede comprobar, las noticias de última hora prácticamente se empalman sin pausa y se suprime, como diría A. N. Whitehead, la capacidad de seleccionarlas, ordenarlas y jerarquizarlas como exige el método que propuso para dirimir lo que es importante y separarlo de lo que no lo es. La ponderación de aquello que es importante es clave para confrontar a la tiranía.

Se va perdiendo, entonces, la capacidad de análisis que exigen otras formas de conocimiento, de conversación y de apropiación de los hechos. Y son los hechos y su adecuada consideración, a partir del contexto que los define, lo que a fin de cuentas permite, como apunta Snyder, que funcionemos como individuos. La supresión del individuo como ente pensante y, de lo que se desprende una manera de actuar, es también una parte crucial de la imposición de la tiranía.

Abandonar los hechos, insiste, es abandonar la libertad. Esto tiene que ver con la verdad, término elusivo es cierto, pero imprescindible. Si lo verdadero es sólo lo que dice el líder y eso establece las referencias sobre las cuales se piensa y se actúa, se acaba sin criticar y, aun más, sin cuestionar al poder. De una parte se sitúan los creyentes, los fieles y de otra se constituye una parte de la sociedad que termina quedando en silencio, avasallada. La política se convierte en una forma de espectáculo.

Snyder advierte en su décima lección que uno se somete ante la tiranía cuando renuncia a ver la diferencia entre lo que quiere oír y lo que ocurre en realidad. Evitar dicha sumisión requiere la constante verificación de los hechos y no admitir que las mentiras lo sean.

La tiranía se sustenta en la constante repetición que pretende que la ficción sea posible y, en cambio, lo criminal sea, si no deseable, sí permisible. Esta se relaciona con los planteamientos que exigen la aceptación de lo que intrínsecamente es una contradicción, como puede ser en términos fiscales, bajar los impuestos, aumentar el gasto y conseguir, aun así, un equilibrio en la cuentas. Como apunta Snyder, esta forma de pensamiento mágico tiende peligrosamente a la aceptación irracional del líder, del partido o de una determinada ideología. El pensamiento mágico es como una plaga.

Existe la confusión entre la verdad, o bien, como ahora se postula, la post-verdad o las noticias falsas (fake news), por un lado y, por el otro, la fe, cualquiera que sea su origen y su manifestación, en un liderazgo que es en esencia fallido. Este enredo se repite una y otra vez en la historia por todas partes a la derecha e izquierda del espectro político.

Tal vez la advertencia más relevante que hace Snyder sea que la sociedad tiende a otorgar a la tiranía un espacio de manera anticipada. Ya sea que se trate de prevenir la represión que se espera que ocurra y haya una entrega voluntaria, o bien, que se ceda un espacio al ejercicio del poder autoritario. Lo que ocurre en efecto es, entonces, que el poder lo capta, aprende y ocupa sin remedio dicho espacio para imponer su autoridad y su fuerza y la superioridad de sus intereses y sus concepciones.

Hay una transición en curso desde hace un par de decenios desde un ambiente de prevalencia de los principios democráticos con todas sus limitaciones y fallas, hacia otra de talante eminentemente autoritario y tiránico. Las repercusiones para los individuos y las colectividades están a la vista.