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Ver día anteriorSábado 9 de septiembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La narrativa de la fragmentación
H

e revisado en mis últimas entregas las formas que adopta la fragmentación en lo electoral, lo social, lo político y lo territorial. Ahora quisiera explorar el tema de la narrativa que encubre, expresa y mantiene con cierta coherencia esas fragmentaciones.

No existe la sociedad. Las fuentes principales de esta narrativa provienen de dos propuestas surgidas al calor de las reformas de los 80. No existe tal cosa llamada sociedad, dijo Margaret Thatcher. La conclusión fue que las formas de intermediación generan disrupción en los mercados y fomenta clientelismo y captura de rentas. Desde luego esto lo aplicaron a los sindicatos y a las asociaciones gremiales pero no a los grupos de intereses empresariales particularmente vinculados con las actividades financieras.

El pobrismo. Por otro lado la demonización de los pobres por flojos o tramposos. No hacen esfuerzos propios sino vegetan a costa de programas costosos que los demás pagamos con los impuestos, decían y dicen los mismos que favorecen la enorme concentración de recursos y poder que ha ocurrido en las décadas recientes. Esta manera de descalificar a la gente desfavorecida coloca sobre ellos la responsabilidad de su situación y ha sido una manera eficaz de evitar las coaliciones entre los más pobres y las incipientes aunque tambien precarias clases medias

El lenguaje. Si el principal reto que afrontamos para consolidar la democracia en nuestro país es cómo gobernar la pluralidad, el principal peligro que se cierne es el menosprecio por el poder del lenguaje. George Orwell asociaba el mal uso del lenguaje a lo que llamó el newspeak. El lenguaje posee tres tipos de vocabularios: 1) El de la vida cotidiana; 2) El construido deliberadamente para fines políticos, y 3) El compuesto por términos técnicos y científicos. Lo distintivo del newspeak es la separación radical del lenguaje del discurso político tanto del lenguaje de la vida cotidiana como de los lenguajes científicos y técnicos.

El newspeak democrático. Considera a la política como mercado. Su frase favorita resume toda su sabiduría: así es la política. Consigna de campaña y sustento conceptual que naturaliza al mundo como es, en vez de imaginar y construir otros mundos posibles. La visión dominante define la política a través de una metáfora: la política es un mercado político en el cual se intercambian ofertas electorales ante demandas ciudadanas. En vez de programas coherentes e integrados presentan listas de ofertas –como listas de supermercado– que buscan captar a la variada gama de consumidores organizados en conglomerados o nichos electorales. El producto que se vende es la política.

¿Y las izquierdas? Deberían liberarse de ese newspeak, confrontando la política como mercado con la política de convicciones como conjunto de valores. Hace 20 años la discusión central al interior de las izquierdas era si todos los medios eran igualmente legítimos para acceder al poder, queriendo con ello poner a discusión si la lucha armada –en determinadas condiciones– era un medio legítimo en la izquierda. Hoy las izquierdas que hace 30 años consideraron que la lucha armada NO era un medio legítimo para acceder al poder deben preguntarse si todos los medios legales para acceder al poder son legítimos. Si un agrupamiento de izquierda para ganar las elecciones hace todo un ejercicio de travestismo, abandonando valores decisivos como la autonomía, la libertad o la justicia, lanzando a candidatos para puestos públicos con notorios comportamientos poco éticos y vínculos oscuros, desconectando el discurso político del ejercicio político práctico; ¿qué queda de esas izquierdas?

En mi siguiente entrega me referiré a otras dos fuentes adicionales que nutren el discurso de la fragmentación: el discurso de la guerra contra el crimen organizado y el discurso de la oposición entre políticos y ciudadanos.

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