Opinión
Ver día anteriorMartes 5 de septiembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El vuelco
N

o hay manera de no verlo: abajo, arriba y en medio de la pirámide social proliferan las adhesiones a la causa que representan Andrés Manuel López Obrador y el partido Morena. El fenómeno trasciende el ámbito tradicional de las izquierdas, las organizaciones populares y los movimientos sociales y se extiende al empresariado e incluso a las filas panistas y priístas. El hartazgo por la impunidad, la corrupción, la inseguridad y la torpeza de las camarillas neoliberales que han copado la Presidencia desde hace tres décadas ha empezado por fin a manifestarse en un proyecto de recambio político viable y real.

Así como sectores radicales han decidido postergar sus peticiones maximalistas en aras de superar el desastre actual –que es particularmente nocivo y peligroso para las causas de los de abajo y sus militantes–, muchas figuras políticas y económicas que hasta ahora habían permanecido con el régimen caen en la cuenta de que éste puede causar, en caso de que lograra perpetuarse, nuevas y más dolorosas catástrofes. Profesionistas honestos que han permanecido toda su vida en el conservadurismo político se deciden a participar en, o cuando menos a simpatizar con, una propuesta simple y clara de acabar con la corrupción y la impunidad y recuperar el Estado como árbitro de los conflictos sociales y no como un agudizador de ellos.

La guerra sucia desatada en 2006 por la presidencia prianista de Vicente Fox en contra del tabasqueño dejó a parte de la ciudadanía con una intoxicación permanente y difícilmente curable. Una cuarta parte de los electores seguirá repitiendo que AMLO ocultó los gastos de los segundos pisos, que incendió pozos petroleros en Tabasco, que tiene una mansión secreta en Las Lomas y otras fantasías publicitarias de la fábrica de Salinas, Sola, Calderón, Fernández de Cevallos y compañía. Ese sector sigue comprando y consumiendo con entusiasmo las nuevas mentiras, de las cuales la más grotesca es que el presidente nacional de Morena se apresta a conducir a México por la misma senda que Venezuela. El hecho de que el propio Peña Nieto haya ido tan lejos como para repetir esa sandez en una entrevista denota, simplemente, la desesperación del declarante ante el naufragio irremediable de su presidencia.

Más allá de ese sector, es decir, para dos tercios o tres cuartas partes de los ciudadanos, sin embargo, la campaña de intoxicación ya no surte efectos apreciables. La coherencia del lopezobradorismo y de su principal dirigente es hoy una referencia inevitable para la mayoría de una población que ha visto repetidas y aumentadas las raterías, las indecencias y la insensibilidad de los políticos prianistas y de sus agregados recientes o antiguos: el Verde, el Panal, lo que queda del PRD y otros grupos menores.

Ante el crecimiento del Acuerdo Político de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México, el PRI continúa su declive en medio de un descuartizadero interno que no por discreto es menos atroz, en tanto que la conformación del frente amplio promovido por las corrientes hegemónicas del perredismo y un ala del panismo como última tabla de salvación del régimen neoliberal y corrupto amenaza con causar más divisiones internas en ambas formaciones.

En estas circunstancias, los personeros del régimen preparan desde ahora el magno fraude con el que esperan manterse aferrados al poder tras las elecciones presidenciales del año entrante. Si les funcionó en 1988, en 2006, en 2012 y en 2017 en el Edomex, ¿por qué no habría de funcionarles en 2018?

Sí, podría funcionarles si las verdaderas oposiciones –la política y las de las causas sociales– no son capaces de conducir la ira y el hartazgo hacia una sublevación electoral masiva que haga inoperantes e insuficientes los intentos de torcer una vez más la voluntad popular. Por eso es necesario visualizar los comicios presidenciales del año próximo como un referendo sobre la permanencia del régimen neoliberal en el que los votos por la fórmula de Morena sean otras tantas voces por el no. A juzgar por el vuelco manifiesto que está teniendo lugar en el ánimo nacional, esta hazaña es posible.

El país necesita, por encima de cualquier otra urgencia, quitarse de encima al grupo de logreros que lo ha saqueado, ensangrentado, traicionado, engañado y humillado durante 30 años. Si ese objetivo se logra, se establecerá un tiempo y un espacio propicios para que cada sector luche por sus demandas específicas sin temor a la represión, al fraude y a la cooptación. Pero lo primero es lo primero.

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