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Desde la Galería Kurimanzutto, la poeta y cantante prodiga su vigorosa energía

Patti Smith exige justicia por los desaparecidos y los asesinados

Siento indignación por todo lo que están haciendo en México contra ellos, y eso me es posible expresarlo a través de un poema

Urge una revolución global contra el cambio climático; los jóvenes son quienes van a salvar nuestro mundo, pero necesitamos ser muy pacientes, afirma

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PATTI SMITH EN LA CASA BARRAGÁN. La poeta y cantante Patti Smith, quien está en México, visitó el 31 de agosto la Casa Luis Barragán, considerada obra clave de la arquitectura del siglo XX. La artista estadunidense, al finalizar el recorrido por la habitación, estudio y taller de Luis Barragán (1902-1988), firmó el libro de visitas. Imágenes tomadas de la cuenta de la Casa Luis Barragán en Instagram
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No soy hábil para la política, pero sí puedo expresar mi coraje, pena y enojo porque soy madre y exijo justicia como lo hacen las madres de esos jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa, considera Patti Smith. La artista estadunidense fue captada ayer en la Galería Kurimanzutto, donde ofreció una conferencia a los representantes de la prensaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de septiembre de 2017, p. 2

Patti Smith acerca de los jóvenes de Ayotzinapa desaparecidos, las mujeres y los periodistas asesinados en todo el país: Siento indignación, pena, coraje, por lo que están haciendo contra todos ellos y eso es lo que me es posible decir a través de un poema, de una canción. No soy hábil para la política, pero sí puedo expresar mi coraje, pena y enojo porque soy madre y exijo justicia como lo hacen las madres de esos jóvenes desaparecidos.

En la Galería Kurimanzutto, artífice de la nueva visita de Patti Smith, el mediodía de este viernes resultó iluminado y la treintena de reporteros frente a ella terminamos energetizados con su poderosa energía, su don de gente, su sonrisa de niña y su sentido del humor. Ella fluye a borbotones.

Recordó su primer viaje a México, en 1971, cuando ella tenía 22 años y andaba perdida por las calles (eso lo narra Hermann Bellinghausen en el texto de la página de aquí juntito) y cómo fue rescatada por una mujer que la dejó una hora abandonada en una iglesia cargando al bebé de esa mexicana con la que platicó durante horas, sin que la gringuita hablara una palabra de español ni aquélla entendiera ni jota de inglés, en su casa colorida, donde la joven Patti degustó el platillo que su repentina amiga cocinó para ella.

Contestó todo tipo de preguntas. Cuando refirió su batalla cotidiana contra Donald Trump, se indignó de nuevo, al punto de las lágrimas: “Me siento muy avergonzada por él; no me siento representada, no es mi presidente, es un acosador (bully), así que les digo ahora que en nombre de mi país lo siento mucho, perdón, no es mi presidente, pero también les juro que vamos a continuar nuestra lucha, seguiremos combatiendo contra él como lo hacemos todos los días”.

Trump, añadió la artista, es un mal ejemplo para el mundo. No es inteligente, no está calificado para el puesto y sólo le interesa su mundo. Lo que hace contra los inmigrantes es ilegal, es inmoral. Quiere ignorar que los migrantes constituyen la columna vertebral de mi país. Por ejemplo, les puedo decir que tres trabajadores mexicanos me ayudaron a salvar mi casa; nadie quería hacer ese trabajo. Para mí esos mexicanos son una bendición. Y les juro que estamos combatiendo a Trump por lo que hace contra ellos.

Patti Smith llegó temprano a la Galería Kurimanzutto, entre bromas: Anoche estuve en el Café La Habana, en cuyas paredes se exhiben obras fotográficas de mi autoría y eso me hace sentir muy orgullosa. El tequila de ustedes es muy bueno, pero yo creí que era agua y me lo tomé así, como agua.

Y luego de varios sorbos a su inseparable café, se refirió precisamente al tema, que la trae ahora a México: Patti Smith. Sesiones del Café La Habana.

El café es su droga favorita, reitera. “Me encantan los cafés, esos lugares donde nos juntamos conocidos y desconocidos. Son mis sitios favoritos para leer y cantar. Siempre he sido una romántica de la idea de los cafés de Viena, con Wittgenstein; de París, con Baudelaire, y de Nueva York, con William Burroughs y Allen Ginsberg. Un café es un lugar de diálogo, de discusión, un lugar para escribir, soñar, inventar. Pero ahora las cafeterías se han convertido en lugares muy ruidosos y muchos las han convertido en su oficina.

Tal vez tenga yo que abrir mi propia cafetería, con sus reglas: no celulares, y crear otro espíritu, pero claro, es mi ideal romántico. Mi hijo ama los cafés Internet. Los he visto ahí callados, en sus cafés Internet. Yo no digo que quiten esos cafés, al contrario, pero sí podríamos tener unas cafeterías temáticas. Tenemos quizá que reinventar el concepto de lo que es un café.

Lo que sí esperaría de los jóvenes, argumentó, “es que enarbolen causas revolucionarias con sus celulares, que aprovechen la tecnología para hacer cambios positivos. Las revoluciones pequeñas son interesantes: las que hacen los intelectuales, los artistas, pero lo que necesitamos es una revolución a nivel mayor: crear una conciencia global.

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Patti Smith, ayer, en la Galería KurimanzuttoFoto José Antonio López

Hay revoluciones simultáneas sucediendo ahora. Yo sueño con una revolución más unificada, donde las generaciones más jóvenes puedan hacer cambios especialmente beneficiados por el avance de la tecnología. Y que gracias a esa revolución de conciencia, se puedan generar cambios verdaderos utilizando las comunicaciones que hoy brinda la tecnología en los teléfonos celulares.

Reiteró su preocupación por el planeta: Urge una revolución global contra el cambio climático, para que se tomen decisiones ambientales positivas, para que la gente decida dejar de lado sus in-tereses materiales en beneficio del bien común. Yo confío en los jóvenes. Es algo en lo que creo y por lo que rezo: los jóvenes son quienes van a salvar nuestro mundo, pero sé que tenemos que ser muy pacientes.

Nos dio nuevas pistas sobre el Premio Nobel de Literatura a su hermano del alma Bob Dylan, quien le encomendó acudir en su representación a la ceremonia en Estocolmo, el pasado diciembre, cuando ella se rompió en escena, en transmisión en vivo por todo el mundo, cuando puso en vida los versos de A hard rain is a-gonna fall, donde Dylan habla de la realidad lacerante del planeta: Un mundo vacío, lleno de personas sin conciencia.

Nos contó ayer Patti Smith: “Hablé con los integrantes de la Academia Sueca para preguntarles sus razones para otorgar ese premio a Dylan. Me respondieron que además de sus méritos literarios, Dylan encarna una influencia cultural excepcional. Fue y es una influencia cultural maravillosa, que incluye ideología, protesta, poesía, derechos civiles, canciones contra la guerra, preocupaciones ambientales y sobre todo su evolución como poeta y su arrogancia con el rocanrol y sus distintos periodos, así como los tuvo Picasso en su obra.

Bob Dylan encarna una suerte de paraguas que cubre a mi generación y a las siguientes y seguirá cubriendo a las futuras. Por eso, me dijeron los integrantes de la Academia Sueca, le dieron el Premio Nobel, por su espíritu.

Y es que, retomó Patti Smith, muchas personas me preguntan si los artistas tenemos una responsabilidad social y mi respuesta es: todos tenemos una responsabilidad. Los artistas son importantes porque pueden inspirar a los demás a través de poemas y eso tiene impacto en las personas, pero quien hace el cambio real son las personas, el pueblo. Las masas unificadas pueden crear una revolución. Y los artistas pueden estimular con sus obras a la gente, y lo pueden hacer con tan sólo un gesto sencillo, o con un gran gesto, depende de cada quien.

Dos canciones por una pizza completa en Roma

Patti Smith se levanta de su asiento, se quita el saco, se calza su emblemático chaleco, tiende su melena despeinada sobre sus hombros y sonríe. Le encanta reír y contar sus aventuras por el mundo: le sucede a menudo que se encuentra sola en la calle, perdida, sin dinero, con hambre.

“Hace dos años estaba en Roma. Tenía hambre y me di cuenta que no traía euros en la bolsa. En la calle de pronto vi un letrero: pizzería. Desde adentro unos chavos me dijeron: ciao, Patti, y me alegré y les respondí: hola, porque no hablo nada de italiano. Ellos quisieron ver mi guitarra, que traía yo en un estuche al hombro y me pidieron que cantara una canción. Aproveché: ¿si les canto una canción, me dan a cambio una rebanada de pizza?

“Fueron a buscar al patrón, quien al reconocerme, me dijo: si cantas dos canciones, te doy una pizza entera, y se puso a llamar por teléfono a sus amigos. Y ahí me tienen, cantando por hambre, hace dos años, en un concierto privado en Roma.”

Ayer en la Galería Kurimanzutto cantó por alegría. Luego de una hora de conversación, se levantó con su cómplice musical, el guitarrista Lenny Kaye, y entonaron People have the power, en coro con los afortunados circunstantes.