Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de agosto de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la deriva en la borrasca
L

a descomposición de las instituciones del Estado y la de las élites económicas y políticas ha llegado a un punto, al parecer sin retorno, en que al gobierno ya le es imposible no provocar tiempos de torbellinos sociales. Tiene que provocarlos y múltiples hechos muestran que ha comenzado. El gobierno está a la deriva, es decir, sin gobierno y golpeará, acaso inevitablemente, todo aquello que advierta como amenaza. Falta saber cuál será el alcance de la respuesta de la sociedad. Por supuesto, el PRI y toda esa élite están convencidos de que su peor amenaza es Andrés Manuel López Obrador. Por tanto, convocarán a todos los demonios –tienen muchos–, a aplastarlo. Sin la menor sensibilidad, no se percatan de que quienes son su amenaza son los votantes que pueden emerger del vasto campo de los excluidos de sus reformas estructurales, unos 56 millones de mexicanos.

Los del PRI tienen en la mesa una ecuación para la que no tienen solución, sin provocar borrascas. Están en el sótano de las preferencias electorales y creen que para recuperar credibilidad deben incorporar reformas a sus documentos básicos. Como si los tales documentos le importaran un comino al pueblo. Uno de los más profundos problemas de su falta de credibilidad está, no en las reformas de sus papeles partidarios, sino en las reformas estructurales que, con Peña a la cabeza, creyeron que los llevarían a la gloria.

Las reformas estructurales y las políticas económicas que las acompañaron, bajo el inteligente timón de Videgaray, ampliaron la vida jodida de las inmensas mayorías, y profundizaron la desigualdad, volviendo mucho más ricos a los ricos, mientras la economía reptaba. Un fenómeno que no puede ocurrir sino trasladando ingreso de los pobres a los ricos.

Tal monstruosidad sería suficiente para tenerlos hundidos en las preferencias electorales. Pero está lejísimos de tratarse solamente de ese horror social. En lo que sigue formulo una lista de las intolerables calamidades que vive la sociedad mexicana, nacidas de la acción consciente de los partidos neoliberales (PRI, PAN y PRD, más partidillos acompañantes); o de su falta de atención a las mismas, un delito de omisión. Hay, desde luego, superposiciones en la lista que sigue, pero cada rubro puede tratarse, sin duda, en sí mismo.

Pero debemos destacar primero el inmenso, increíble, insolente y persistente peculado de funcionarios del Estado, en todos sus niveles, acompañado de una prevaricación a la que le vienen bien los mismos ad­jetivos. Desde la cúpula hasta los ci­mientos. Peculado y prevaricación, señor Peña, no tiene usted por qué saberlo, tienen por significados: a) peculado: delito que consiste en el hurto de caudales del erario, cometido por aquel a quien está confiada su administración; b) prevaricación: delito que cometen los funcionarios públicos al faltar, a sabiendas o por inexcusable, a las obligaciones y deberes de su cargo. El peculado es ese que usted ve como corrupción antropológica; es un asunto de cultura, dijo usted, sin detenerse a mirar que usted hablaba de su cultura y la de sus congéneres, no sólo los de Atlacomulco, ni mucho menos; y la impunidad, hermana siamesa de la corrupción, que los gobernantes mantienen, para su propio beneficio. Ese problemita también tiene hundidos a los priístas. Como un botoncito de muestra están ahí 16 ex gobernadores acusados de peculado o de asociación delictuosa con el crimen organizado, o de las dos cosas; más los que están impunes. Varios nos los presentó usted, Presidente, como los nuevos priístas. ¿Es extraño que estén ustedes hundidos en las preferencias electorales?

Pero vayamos a la lista que anuncio que, como adelantaba, son signos de la profunda crisis del conjunto de las élites económicas y políticas: desaparecidos cotidianos; extorsionados permanentes; asaltados con violencia; votos comprados al por mayor; elecciones de Estado y estercoleros de elecciones (como la del estado de México, ensayo general de lo que harán en 2018); enterrados en fosas; pederastia sinfín de la infame curia; inseguridad pública en un túnel interminable; ausencia de las instituciones en toda la geografía de la República; el imbatible crimen organizado, que trafica con estupefacientes, lava dinero y practica también la extorsión; ignorancia supina de los gobernantes; política neoliberal inhumana, hecha para el uno por ciento; recursos naturales que fueron de todos, entregados por disposición del PRI-gobierno, a los particulares, extranjeros y nacionales (ningún mexicano aprobó nunca ser despojado en despoblado, como lo ha hecho este gobierno); quienes inventaron el maíz, ya no pueden producirlo, debemos comprarlo a los gringos, gracias al TLCAN; los homicidios escondidos por los gobernadores; los socavones tan emblemáticos de este gobierno; los presuntos asesinatos mandados a perpetrar por los gobernadores y otros políticos; los ninis, reservorio infinito del crimen organizado; las genuflexiones al mastodonte del norte.

Retener el poder es un imperativo insoslayable para los actuales gobernantes priístas, porque requieren como el oxígeno espaldas cubiertas y mantener sus fraudulentos privilegios. Los desmanes insospechables que pueden cometer recurriendo acaso a la violencia, es una amenaza indudable para la sociedad mexicana. Deben una cuenta sinfín, y están al mismo tiempo hundidos electoralmente, por lo pronto. Y esta vez no pueden resolver el traslado del poder simplemente pasando la estafeta al PAN y al PRD, con lo que apenas tendrían garantizada la continuidad de las políticas neoliberales; los atracos cometidos a la luz del día; la suma de las fechorías, son una montaña que semeja al Chimborazo.