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Glenn Gould, ese hacedor de la diferencia
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Imágenes tomadas de la obra publicada por el sello Acantilado
 
Periódico La Jornada
Sábado 12 de agosto de 2017, p. a16

El objetivo del arte es la construcción progresiva en el transcurso de una vida entera, de un estado de asombro y serenidad.

He ahí un autorretrato.

El autor: Glenn Gould (1932-1982), un diferente.

Sabemos que los diferentes son quienes mueven al mundo. Hacen la diferencia, lo cual no es una tautología sino un prodigio.

Los diferentes, define Angelina Muñiz-Huberman en su libro Arritmias, son los dodecafonistas, los fauvistas, los cubistas, los deslumbrados, los atrabancados, los desaforados, los atáxicos, los zurdos, los miopes, los disléxicos, los melancólicos, los neuróticos.

Neuróticos. Auch.

Silogismo: a) Glenn Gould fue un neurótico; b) todos los neuróticos son geniales; c) ergo, todos los neuróticos son geniales.

Silogismo falso.

Glenn Gould, como todos los diferentes, es simplemente eso: un diferente.

Y ya quedamos en que los diferentes son quienes mueven al mundo.

Y ahora sí viene completamente al caso la recomendación discográfica/literaria, diferente, de hoy: el libro titulado: Glenn Gould: no, no soy en absoluto un excéntrico. Montaje y presentación de Bruno Monsaingeon, de la editorial Acantilado, distribuido en México por Colofón.

Esta joya literaria es un testimonio múltiple, diferente, de Glenn Gould, un diferente.

Bruno Monsaingeon es un director de cine que un buen día estando lejos, en Rusia, le sucedió lo que a muchos nos ha pasado: se encontró con una grabación discográfica que le cambió la vida.

Era un disco de Glenn Gould, con música de Bach, que fue el inicio de una relación de 10 años, de la que surgieron dos series de películas, entre ellas Las Variaciones Goldberg, uno de los documentos más conmovedores, hondos y bellos que retratan el alma.

Además de las muchas películas (disponibles doquier, incluso en YouTube) que hizo con Glenn Gould, Bruno Monsaingeon escribió el libro que ahora nos ocupa.

Y retrata así a Glenn Gould: un hombre convencido de que una comunicación verdaderamente fecunda exigía un aislamiento del mundo con el que deseamos, a final de cuentas, comunicarnos.

Diferente indeed.

Glenn Gould se alejó del mundo cuando cumplió 32 años. Decidió dejar de dar conciertos en público y se encerró el resto de sus días en un estudio de grabación. Como Kafka, ahí dormía, comía, vivía.

Su testimonio, su aportación más honda, consiste en dos grabaciones complementarias que el Disquero ha documentado en su momento, cada vez que han aparecido las varias ediciones que se han publicado.

Esas dos grabaciones son de la misma obra: las Variaciones Goldberg, de Bach. La primera data de 1955 y la segunda de 1981, poco antes de morir.

Escuchar la primera versión y enseguida la segunda consiste en una de las experiencias más aleccionadoras que existen, no solamente por el cambio de velocidad, el fraseo y la manera diferente de decir lo mismo sin decir lo mismo, sino porque se trata de uno de los mejores testimonios de lo humano, profundamente humano.

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La silla de Glenn Gould en la portada del libro. tomadas de esa obra publicada por el sello Acantilado
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Los guantes de caucho que el pianista usaba para nadar.
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Imagen tomada de la obra publicada por el sello Acantilado

Es momento de decir que Glenn Gould, como todos los genios, es por igual amado que detestado. No hay que olvidar: es un diferente.

Hay quienes, por ejemplo, no soportan que en sus discos se escuche el rechinar de su sillita, de la que no se separó desde niño, al mismo tiempo que él gime, gutura, canturrea.

En el filme de las Variaciones Goldberg que hizo Bruno Monsaingeon, por cierto, podemos ver la sillita y escuchar el canturreo y ver el vuelo de grullas de las manos del pianista.

Y en el libro podemos divertirnos de lo lindo con la inteligencia y el sentido de ironía de Glenn Gould:

Algunas personas me consideran excéntrico porque llevo conmigo mi propia silla, porque llevo guantes en verano, porque remojo las manos en agua caliente antes de tocar y porque uso guantes de caucho para nadar.

Luego de burlarse de las muchas historias acerca de su silla de niño, explica: si poseo mi propia silla ajustable es únicamente porque mi estilo de interpretación me obliga a sentarme más bajo que la mayor parte de los pianistas, unos buenos veinte centímetros.

Y respecto de los guantes que usaba a pleno sol y altas temperaturas veraniegas y los guantes ridículos de caucho que usaba para nadar, era simplemente porque tenía mala circulación sanguínea.

Me río al escuchar a la gente decir que soy excéntrico.

Se reía de lo que escribían de él en los periódicos, le encantaba que dijeran que parecía que tocaba el piano con la nariz (lo cual lo acercaba a otro diferente: Erik Satie), que le gustaba vestir ropa informal y que a veces no se daba cuenta que llevaba la camisa por fuera.

El insomnio es sólo una de mis muchas neurosis. Leo a menudo hasta las cuatro o las cinco de la mañana, y no consigo dormirme. Devoro literalmente los libros, todo lo que encuentro de Thomas Mann, de Kafka, de todos los rusos.

En este libro hiperrecomendable, encontramos nuevas pistas sobre ese misterio llamado Glenn Gould, revelados por Bruno Monsaingeon.

Entre esas pistas, la mítica pluralidad interpretativa. Para Gould, existía una multiplicidad de versiones posibles e igualmente sublimes de la misma obra.

Eso lo lograba a partir de una vigorosa coherencia interna, que le permitió salirse de todos los cánones, de toda tradición y del supuesto espíritu de época de cada obra y en suma de todo conformismo.

Acierta Bruno Monsaingeon: la distinción entre creación e interpretación tiende a desparecer cuando se escucha a Gould.

Y es así como llegamos al meollo:

El objetivo del arte es la construcción progresiva en el transcurso de una vida entera, de un estado de asombro y serenidad.

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