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¿Réquiem para Opus?
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acia medio día del pasado viernes dejé una carta firmada por unas 50 personas en la Oficilía Mayor del gobierno de Nuevo León. Estaba dirigida al gobernador del estado, Jaime Rodríguez Calderón. En ella los firmantes (músicos, académicos, profesionales, periodistas, artistas, intelectuales) le pedían que interviniera para evitar que la programación de música clásica de Radio Nuevo León se viera sustituida por el rollo de una de tantas Encarnitas Sánchez cuya labor –dice ella– es inspiracional intuitiva.

Los ciudadanos firmantes le ofrecían varias razones: el contenido motivacional de su programa nada tiene que ver con una radiodifusora cultural, y el uso comercial que ella hace de ese medio público implica una privatización inaceptable. También le hacían saber el motivo de su inconformidad: no hay otra estación que transmita, con la misma continuidad y calidad de criterio selectivo, la música clásica que ha sido –fue– la característica de Opus 102.1. La tercera y más grave: ella, empresaria del giro sentimental, en uno de sus programas señalaba a la audiencia que si no gustaba de la música clásica cambiara de estación. En el audio que se le hizo llegar a Rodríguez Calderón, como evidencia de ese ataque alevoso, la motivadora avisaba al público que su programa era el principio de otros cambios que vendrían. Se ignoraba que ella fuera la emisaria del gobernador.

Horas después de la entrega del documento, el director de Radio y Tv Nuevo León les hizo saber a los responsables de la programación que Opus, el nombre por el que cobró popularidad la radiodifusora oficial, dejaría de transmitirse a partir del siguiente lunes por la frecuencia 102.1 de FM y se lo alojaría en la 1510 de AM. Y por una señal suprema: órdenes de arriba.

A sabiendas de que técnicamente el sonido en AM pierde la calidad de registro que tiene FM se expulsó, en un clima de presiones y amenazas, a quienes hicieron posible la existencia de Opus 102.1 (maestros y conocedores de música, varios de ellos con décadas de servicio mal pagado en la radiodifusora) para condenarlos a que su programación se hiciera molesta por la estática con la que se la empezó a escuchar.

Radio Libertad, nombre que sustituyó al de Opus, debutó dirigida por la empresaria y motivadora con la canción de Juan Gabriel Pero qué necesidad para continuar con la difusión de baladas manidas en inglés y español, que se escuchan mejor presentadas en la radio comercial. Es decir, una pérdida por partida doble. La actriz y anterior directora de Radio y Tv Nuevo León escribió: El despropósito de asociar al concepto de libertad lo que esa estación ofrece, es de tal magnitud que, por ofensivo, apenas se le nota la farsa.

Un alud de protestas se generó después de tomada la decisión gubernamental. A las cuales el gobernador Rodríguez dio respuesta por las redes sociales: Buen día raza, anda circulando una versión que dice eliminaremos la radio cultural de Nuevo León, eso no es cierto no se crean de ello. Lo que pretendemos es modificar su programación, la queremos hacer cultural para todos y no sólo para un segrmento (sic) de la población... Y a la comunidad esa que se queja sin preguntar, aquí estoy, pueden preguntarme y quietarse (sic) las dudas. A quienes son cultos, educados y saben tambn (sic) escuchar, no sólo criticar, siempre el gobierno debe de ver el mejoramiento de las cosas que hace en beneficio de la sociedad, estoy a sus ordenes (sic) para cualquier pregunta.

Las palabras suelen tener su álter ego: Ah, cultitos pero criticones. Vengan a preguntarme si pueden criticar. Aquí yo les digo de qué lado sopla el viento. No, no tienen aguacates. Lo que se andan buscando es un buen susto para que se eduquen antes de hablar.

Ya desde hace tiempo, la programación informativa y de opinión en Radio y Tv Nuevo León empezó a teñirse de la confusión que parece permear a los funcionarios del gobierno estatal: por popular entienden populachero –el rostro cursi del populismo– y por cultura popular entienden lo que el mercado convierte en entretenimiento fácil y de consumo masivo. Rodríguez Calderón echó por la puerta de entrada las prácticas de Televisa para meterlas por la puerta trasera. Con la Encarnita que dirige esa institución, lo que se pretende es reducir al receptor a sus problemas personales de orden sentimental, y alejarlo así de la reflexión sobre los problemas comunes.

Nos hallamos de nuevo en una de esas coyunturas en que los mexicanos resentimos la falta de medios públicos y privados rigurosamente comprometidos con la cultura, a la que no se tiene que rebajar para que adquiera el rango de popular. Aquí mismo, y en el plano de la música, he relatado la existencia de más de 20 grupos orquestales de música clásica formados por la Universidad Autónoma de Nuevo León con niños y adolescentes de barrios pobres. A estos grupos y numerosas instituciones dedicadas al cultivo de la música, como dice la carta dirigida al gobernador, que todo lo ata a su aspiración de candidatearse para la Presidencia de la República en 2018 (la propaganda también es cultura, ha dicho), se ha lesionado con el movimiento anunciado por la Encarnita –más bien, Reencarnita– empresaria y ahora funcionaria de su gobierno.

El episodio no concluye con la consumación de tan primitiva medida. La ciudadanía –de manera enfática artistas e intelectuales– busca formas de superarla y de elevarse por encima de las acciones torpes de su burocracia. Ya opina, se pronuncia y moviliza en ese sentido.