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Redita las seis novelas del escritor que articulan la serie La costumbre del poder

Siglo XXI Editores rescata la obra de Luis Spota para los jóvenes

La cercanía del periodista con el poder le permitió ver desde dentro y no ser partícipe de él, explica el poeta y ensayista Jaime Labastida en entrevista con La Jornada

En vísperas de una sucesión presidencial es totalmente oportuno conocerlas, sostiene el director del sello

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Jaime Labastida, en su oficina, con las seis obras del narrador en cuyos lomos se perfila el rostro del novelistaFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Sábado 29 de julio de 2017, p. 2

Fuerte ironía y sarcasmo feroz sobresalen en la literatura de Luis Spota, importante periodista del siglo pasado, amante del box, autor de una treintena de novelas y amigo de presidentes, los que lo halagaban y reconocían su enorme talento, cuenta el ensayista y poeta Jaime Labastida. Fue amigo de Miguel Alemán y de Adolfo López Mateos; de ellos dos me consta.

Sin embargo, ¡qué crítica más dura! Spota no hace concesiones. Su cercanía con el poder le permitió ver desde adentro y no ser partícipe con él, considera el director de Siglo XXI Editores, en entrevista con La Jornada, con motivo de la redición de la serie La costumbre del poder, integrada por seis novelas que transcurren en un país imaginario, pero con una cercanía deslumbrante con el sistema mexicano. Lo que uno ve en sus novelas es la modernidad narrativa, expresa.

El sexteto son novelas políticas que tienen por tema cómo las personas se acostumbran al poder. Estamos en vísperas de una sucesión presidencial, por lo que es totalmente oportuno conocerlas. A pesar de que hayan cambiado muchos aspectos secundarios en la forma en que se hace la política, la estructura es la misma.

Y apunta Labastida: “Spota pudo ser amigo de presidentes. Pero hay una crítica profunda del sistema.

No se hizo ilusiones sobre lo que producía el poder. Como Cronos devora a sus hijos, el poder también los devora. En ese sentido es la capacidad crítica que tiene Luis.

El niño terrible de Bucareli

A los 21 años, Spota ya dirigía el periódico Últimas Noticias y acaparaba las primeras planas de los diarios; se le conocía como el niño terrible de Bucareli. Nació en 1925 en la Ciudad de México y su trabajo atendiendo en un café del Centro lo acercó a los que encabezaban los medios y comenzó a ejercer el periodismo, no sólo escrito, sino en radio y televisión.

Aunque fue un periodista prodigioso, siempre pensó que lo más importante de toda su labor era la dedicada a la narrativa, su voluntad era ser escritor, explica Labastida, poeta, ensayista y filósofo.

En los años 50 del siglo pasado la narrativa mexicana aún vivía, en lo fundamental, con el impacto de la Revolución y su violencia, estaba apoyada en un México rural. Quiero insistir: no es la temática rural o urbana lo que la hace moderna, es el modo de tratarlos. En su opinión, junto a Martín Luis Guzmán y Juan Rulfo, Spota fue visionario de la modernidad en las letras mexicanas.

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Luis Spota (1925-1985), imagen proporcionada por Siglo XXI Editores

Sobre el escritorio de Jaime Labastida, en su oficina de Siglo XXI Editores, descansan los seis títulos que en conjunto, en el lomo, dibujan el rostro de Spota. Los dos hombres miran de frente, los ojos cubiertos por los cristales de los anteojos. A 32 años de la muerte del periodista se apuesta por sacudir un vacío editorial y llevar su obra a los jóvenes.

Hemingway hizo crónica periodística, pero fundamentalmente se le reconoce como novelista. Es lo mismo que debe suceder con Luis Spota, apunta Labastida, mientras revisa documentos, añade comas, resuelve asuntos. Hay que ver hacia adelante, sugiere a su asistente en horas ocupadas.

Regresa a la charla, y expone que si rastrearan los reportajes y artículos periodísticos de Spota quedarían sin duda 40 o 50 volúmenes, ¡Es imposible! ¿Qué es lo que queda? y él lo sabía: su narrativa. Estamos apostando a la revaloración de su obra.

En su favor, además de una modernidad con sabor a un Faulkner que juega con el tiempo, está su capacidad literaria, el hecho de volver adictivo al lector y mantener la tensión en estas piezas que retratan el poder.

Cuando murió el padre de Spota, quien vivía en la colonia Roma, el presidente Alemán lo veló en casa de Luis toda la noche, como prueba de la relación de fraternidad entre ellos. Y sin embargo, en su novela Casi el paraíso hace una crítica terrible de los nuevos ricos alemanistas o es tan sardónico cuando habla del presidente Ávila Camacho y su aspiración de ser reconocido como estadista universal. Yo vi que fue respetuoso con presidentes, pero nunca que fuera lamesuelas: mantenía su distancia.

La costumbre del poder no se había publicado de nuevo. Cuando vivía, Spota recibió la negativa en Joaquín Mortiz y Siglo XXI, entonces dirigida por Arnaldo Orfila, y fue Grijalbo quien lo acogió con tirajes hasta de cien mil ejemplares de cada título. A pesar de que no tenía reseñas de los críticos, se le hacía el vacío, el silencio y el ninguneo, se leía mucho a Spota. No lo conocían, pero atrapaba a sus lectores.

A la vuelta del siglo, ahora al frente de la editorial que rechazó alguna vez a Spota, Jaime Labastida afirma: Trato de reparar ese error. Pero, además, lo hago con seis volúmenes que conservan unidad.