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Contra viento y marea ¡va la Constituyente!
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l domingo 16 de junio pasado tuvo lugar una demostración innegable del papel que juegan los medios masivos de comunicación en la guerra de amplio espectro que Estados Unidos y sus aliados internos de la llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD) llevan a cabo contra el pueblo y el gobierno legítimo y constitucional de Venezuela. Mientras la oposición efectuó un plebiscito, inexistente en la actual Constitución del país, sin ningún control o monitoreo nacional e internacional sobre dicha consulta, con comprobadas anomalías y fraudes, y con una cifra de votantes hasta la fecha desconocida, millones de ciudadanos participaron en un simulacro para el proceso electoral de la Asamblea Nacional Constituyente que se efectuará el próximo domingo.

Durante ese día y hasta la fecha, ningún medio de comunicación masiva ha mencionado, ni mucho menos destacado, esa manifestación de apoyo a su gobierno, el civismo y la vocación de paz de millones de ciudadanos venezolanos. Seguí en tiempo real por Tele Sur ese ejercicio electoral y era posible observar las largas colas para votar, el ánimo y la determinación de los entrevistados, el desbordamiento de muchos de los centros de votación de toda la geografía venezolana, las declaraciones de la rectora encargada del órgano autónomo electoral, en el sentido de que se habían superado todas las expectativas, ya que usualmente a estos simulacros asiste regularmente entre 10 y 20 por ciento de los votantes.

En este caso, el pueblo lo tomó como un referéndum para responder a la violencia de la MUD y su plebiscito, el cual significó un llamado al golpe de Estado y a la intervención extranjera.

Ya desde hace algunos años hemos insistido, mediante la lectura de los manuales de contrainsurgencia de los militares estadunidenses, en la gran importancia que otorgan a los medios de comunicación como arma estratégica y política, particularmente lo que denominan la batalla de la narrativa. En el Manual FM 3-24 se afirma: “Las guerras modernas tienen lugar en espacios más allá de simplemente los elementos físicos del campo de batalla. Uno de los más importantes son los medios, en los cuales la batalla de la narrativa ocurrirá. Ya nuestros enemigos han reconocido que la percepción es tan importante para su éxito como el evento mismo. Al final del día, la percepción de que ocurrió importa más, que lo que pasó realmente. Dominar la narrativa de cualquier operación, ya sea militar o de otro tipo, paga enormes dividendos. Fracasos en este terreno, mina el apoyo para nuestras políticas y operaciones, y actualmente pueden dañar la reputación del país y su posición en el mundo”.(Gilberto López y Rivas. Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos: manuales, mentalidades y uso de la antropología, Universidad de San Carlos, Guatemala, 2015).

También se ha ocultado de manera persistente y sistemática la atroz violencia de la oposición venezolana, que tiene todas las características del fascismo.Dignamente, La Jornada, a contracorriente de prácticamente todos los medios impresos nacionales e internacionales, cabeceó su contraportada del 22 de julio: “opositores han quemado vivos a 19 ‘chavistas,’” a partir de la investigación de la Red58 de Venezuela. Se aclara que: “La mayoría…murió o fue lesionada como consecuencia de prejuicios por razón de su condición social o creencias políticas, acto tipificado por Naciones Unidas como ‘crimen de odio’”

Por su parte, el gobierno de México cumplió su papel obsecuentemente como lacayo imperial, al exhortar a su contraparte venezolana a no realizar la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, y por ser reconocido cómplice de la CIA.

En suma, Venezuela, su bravo pueblo y su gobierno revolucionario, en sus contradicciones, son hoy en día el blanco de una gama de ataques que van desde la guerra de amplio espectro apoyada por el Pentágono, pasando por el terrorismo mediático que no cesa un momento su labor desinformativa y contra informativa, hasta el fuego amigo de quienes pretenden, desde la izquierda, la academia y la intelectualidad, asumir, en la práctica, las mismísimas posiciones de una derecha que pretende aislar internacionalmente al gobierno legítimo, romper el orden constitucional y violentar la justicia y el estado de derecho, impuesto por la Constitución chavista-bolivariana. La situación en Venezuela parece haber trastocado las capacidades teóricas y metodológicas de sectores importantes de la intelectualidad y la academia, que, inmersos en las versiones sesgadas que ofrecen las grandes cadenas noticiosas al servicio de las estrategias imperialistas y oligárquicas, repiten adocenadamente los argumentos de una oposición violenta y golpista que pretende derrocar, por cualquier medio, a un gobierno constitucional, elegido democráticamente por la mayoría de los ciudadanos de ese país.

De manera reiterada, en artículos periodísticos, entrevistas y declaraciones que circulan por las redes, en orquestadas campañas, se insiste en presentar al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura represora, incluso como un régimen totalitario, enfrentada a un límpido, pacífico y desinteresado movimiento democrático. Nada se menciona en estos análisis, que pasan por objetivos, sobre los sustanciales apoyos económicos de Estados Unidos y sus organismos de inteligencia a los partidos y las agrupaciones políticas de la oposición. Tampoco hay referencias a los orígenes de clase de estos abnegados manifestantes que, bien comidos y vestidos, se quejan ante las cadenas noticiosas objetivas e imparciales, como la CNN, de que hay hambre en sus hogares y de que no hay jabón en la bañera.

La mayoría de los firmantes de esos artículos, textos y declaraciones jamás han estado en Venezuela, ni han realizado trabajo de campo en los barrios de los cerros de Caracas, ni en las zonas residenciales del este de la capital, donde viven muchos de los opositores que protagonizan la nueva telenovela, made in Venezuela, Los ricos también lloran. Esto es, declaran o escriben de oídas, de lo que nace de sus posiciones políticas y trayectorias, algunos hasta con pasados de izquierda, debidamente rectificados, para garantizar el éxito de sus carreras universitarias, o sus visas para el norte de su nueva brújula ideológica. Pese a esta izquierda, Trump, Peña Nieto, Almagro y los piromaníaticos opositores, ¡la Asamblea Nacional Constituyente, va!