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Nosotros ya no somos los mismos

Rafael Olvera Amezcua, el Midas autóctono

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Desde noviembre de 2014 los afectados por el fraude de Rafael Olvera, mediante Ficrea, realizan marchas para recuperar sus inversiones. A la fecha el responsable radica en Miami, FloridaFoto Pablo Ramos
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icen en el pueblo, generalmente con un tonito sentencioso: no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Pero como seguimos en Estados Unidos, sin visa ni siquiera green card, un poquito de urbanidad y buenas maneras no me quitan lo indocumentado pero tampoco menguan mi refinada educación de colegio particular (el Ignacio Zaragoza de los Hermanos Lasallistas). Por eso subtitulemos: “ there is not date that is not fulfilled, nor a term that is not reached.”

Para autocancelar la excusa de que el espacio me constriñe, las sociedades financieras me asfixia y me cancela la oportunidad de proporcionar la información ofrecida, por esta vez empiezo con el plato principal.

Iniciemos con un inquilino o, más bien un deudor hipotecario. En aquel lado nadie compra un bien inmueble (o mueble, recapacito,) al contado. La cadena del crédito accesible y vitalicio, para quien respete la esclavitud ad perpetuam del débito mensual, es como un cordón umbilical que alimenta la sociedad de consumo. The American Dream es sencillo y fácil de entender: Poseer. Consumir. Derrochar, desperdiciar y, aún devastar. Recordemos que del otro lado de la frontera, tienen una estrategia infalible para activar la producción y la reconcentración del capital: inventar, crear satisfactores que luego la industria de la publicidad hará el milagro de hacer creer a la gente que fue a ella a quien se le ocurrieron y los considere como artículos indispensables los cuales comience a reclamarlos con gran urgencia para atender necesidades que no habían descubierto antes. El objetivo, de entrada, es poseer. Luego vendrá el agrandar, magnificar: (departamentogcasagmansión. Igual con los autos, la vestimenta, los viajes, festines y el glamur). Se compra (a plazos) todo lo que la ambición reclame y el crédito permita. Al final (y aún antes si es posible), de la pesada carga que las deudas significan, y a cuyo pago se dedican vidas enteras, se mal revende todo, y no para gozar de la tranquilidad que otorga la legítima propiedad de lo adquirido, sino para volver a empezar el vía crucis que implica regir la vida entera por el vocablo latino: excelsus: más alto, más arriba, más riqueza, abundancia, poder, lujo, confort, belleza. Más nuevo y moderno, más inútil, pero ostentoso, petulante, clasista. Todo objeto, bien, concesión, privilegio, fuero, rango que oculte, o disimule siquiera, pobreza de espíritu, deplorable calidad humana y, las más de las veces, una supina ignorancia e insensibilidad acogota a los poseedores, aunque su expresión externa sea la del permanente winner. Su vida interna confirma un latinajo (a los que no soy muy afecto): “ Maxima egestas avaritia.” Que como todo el mundo sabía en el kínder Apolonio M. Avilés, donde estudié quiere decir: la avaricia es la mayor pobreza.

Pero el prólogo, cuyo fin era unos renglones de contexto para la información desde hace mucho tiempo ofrecida, ya se excedió. De golpe presentemos al honorable ciudadano que, con fondos de muchas familias mexicanas a las que la ambición les nubló la racionalidad para hacer redituar sus inversiones, se convirtió en un potentado de la noche a la mañana que en México adquirió propiedades exclusivas del primer mundo (aunque fuera en el tercero). Si les doy el nombre de Rafael Olvera Amezcua, es muy posible que no lo identifiquen porque no se trata de un renombrado artista plástico, no es el sucesor de Plácido Domingo y la única oportunidad que tendría de igualar los pavorosos y geniales monstruos de Cuevas, sería que fuera el amo de las selfies. Tampoco se trata de un académico, un profesionista, un investigador de prestigio bueno, ni siquiera un galán de telenovela o un exitoso gigoló. Simplemente es un hampón audaz y de gran habilidad para explotar, en su beneficio, la concupiscencia que dicen los padrecitos que ya traemos todos los seres humanos a causa de la debilidad de nuestros padres originarios. Ya ni la amuelan los desnudistas de Adán y Eva, que por soberbios y querer ser como dioses, por hurtarle una manzanita al árbol del bien y del mal para enterarse de todo o, por querer ejercer las funciones para las que el Creador los había facultado, nos metieron en un embrollo o, en palabras de ahora, en un socavón histórico e imbatible.

Rafael Olvera es el padre, el creador de Ficrea y ésta una empresa constituida como Sofipo, o sea una sociedad financiera popular, auspiciada y vigilada por el gobierno por medio de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Sus actividades financieras contemplaban inversiones, ahorro, créditos. Su éxito meteórico no tiene mayores secretos: la concupiscencia de la que hablábamos. Santiago 1:147 Cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Y así sucedió con casi 7 mil personas que no pudieron resistir el señuelo de intereses superiores a los que ofrecían los demonios bancarios (Ya poseídos por Lucifer desde el pecado venial del Fobaproa). La concupiscencia, que es la naturaleza que caracteriza a Rafael Olvera y sus cómplices: el ansia incontrolable de poder, riquezas y la ostentación desenfrenada de ese estatus alcanzado, no sin trabajo o conocimientos, pero sí de una absoluta carencia de moral, decencia, escrúpulos y espíritu de responsabilidad social. La concupiscencia de las autoridades responsables de cuidar el cumplimiento de la legalidad, sin importar el rango social, político, económico de quien pretenda en su beneficio violentarla. Lenidad, abulia, ignorancia, ausencia de rigor jurídico, fomentan algo más que sospechosismo. La complicidad está en el aire.

El fraude de Ficrea salió a relucir en noviembre de 2014, cuando la CNBV, por fin, ordenó la intervención de la empresa. Así, el 19 de diciembre se anunció el retiro de la licencia y su consiguiente liquidación. La causa: desvío de recursos captados por Ficrea a las empresas Leadman Trade SA. Baus & Jackman y Monk (que sólo existe en el papel). Durante las investigaciones ha salido a relucir que Rafael Olvera registró más de 100 empresas en países como España, EU y gran Bretaña.

Como yo pienso que las verdaderas alianzas políticas sólo se llevan a cabo sobre puntos muy concretos, me permito sugerir a la señora Barrales y al señor Anaya que, un punto de acuerdo que los puede acercar por encima de algunas pequeñas diferencias de principios, y que los enemigos de la unidad nacional están queriendo exagerar es, por encima de intereses de facción y de egoístas y torpes banderías, saber seleccionar con generosidad, patriotismo y altura de miras, a los ciudadanos imprescindibles en estos difíciles momentos que vive el país, para integrar un gobierno de mexicanos sabios y probos que se empeñen en las refundación nacional. Sí así se lo proponen no olviden a Rafael Olvera (él sí que sabe mover el país). Pero, ¿cuáles son los méritos de este mexicano tan dotado para el éxito y la prosperidad? Seguramente con una docena de ellos otro gallo le cantara a este país.

Rafael Olvera hizo crecer en un tiempo de asombro una pequeña empresa cuyo giro ya lo dijimos eran las finanzas, en tiempos no precisamente de auge. Su conocimiento, audacia y capacidad inauditas de convertir a los ahorradores más conservadores en verdadero bucaneros le permitió en hacer su empresa a una tasa anual de 132 por ciento. Entre 2012 y 2014 fue un Midas autóctono que cuanta inversión recibía la hacía crecer exponencialmente. Las pruebas eran tan contundentes que Ficrea se posicionó como la segunda entidad más grande del sector de las sociedades financieras populares (Sofipos). Un pequeñísimo detalle (esos pequeños detalles) lo echó todo a perder aunque no para todos, tan sólo para los ahorradores a quienes la concupiscencia había tentado con éxito. Su dinero le permitió a don Rafael Olvera adquirir en el Club de Golf Bellavista (que por si alguien lo ignora no está en Iztapalapa, sino en la zona dorada del estado de México), cuatro residencias de más de 40 millones de pesos, más de 100 carros de un valor que mi modesta compu le dio pena registrar y por supuesto una vida cotidiana de jeque árabe o gobernador mexicano y, que no se me olvide la residencia en la Torre Trump en Sunny Isles. Como padre que quiere y desea dar ejemplo a sus hijos María Fernanda Olvera Silva y Rafael Olvera Amezcua y sus cónyuges, Mariana Díaz Araujo, actriz cinematográfica y de ella un doctor cuyo nombre se me escapa y no quiero cometer ni propiciar dimes y diretes. Un último dato que se merecen los socios del afamado club Bellavista. Pese a su poderío económico le negaron a don Rafael su membresía en este exclusivo centro. Su dinero le abría unas puertas, no todas.

Debo respuesta a lectores amigos y también a los que no.

Twitter: @ortiztejeda