15 de julio de 2017     Número 118

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Baja California

Madres jornaleras en
el Valle de San Quintín*

Gisela Espinosa Damián, Esther Ramírez González y Amalia Tello Torralba


FOTO: Gisela Espinosa

¿De qué manera se vive la maternidad en el Valle de San Quintín? En un espacio donde las jornadas laborales llegan a ser de hasta 13 y 14 horas, donde el jornal medio ronda 150 pesos por día, donde casi ningún trabajador goza de seguridad social, donde se incumplen derechos laborales y sociales y donde la crianza y el cuidado de las y los hijos siguen considerándose “cosa de mujeres”, la maternidad significa mayores riesgos, menores recursos materiales y complejas estrategias para combinar jornaleo con tareas de cuidado. Sin duda, ser madres es una experiencia esperanzadora y angustiante para las madres jornaleras.

Las jornaleras han roto estereotipos de “mujer rural” arraigados en el imaginario social e institucional, pues en lugar de ser mujeres de casa y auxilio de los varones en la parcela familiar en sus lugares de origen, han dejado sus comunidades y habitan en un lejano norte, jornalean en modernos campos agrícolas y tienen ingresos propios. No obstante, las jornaleras viven exclusiones y desigualdades de género cuando se embarazan o tienen hijos e hijas pequeños o adolescentes.

¿Desventajas por ser mujer?, pues cuando entra uno a la fresa primero quieren saber si estás embarazada, es lo primero que preguntan, ajá, y si estás embarazada no te dan trabajo (Verónica Herrera Tixta).

Supuestamente, la Ley Federal del Trabajo (LFT), en su artículo segundo, tutela la igualdad sustantiva de trabajadores y trabajadoras frente al patrón, eliminando toda discriminación que menoscabe o anule el reconocimiento, goce o ejercicio de derechos humanos y libertades de las mujeres en el ámbito laboral. En el Valle de San Quintín brilla por su ausencia el responsable de esa tutela.

La misma Ley prohíbe utilizar el trabajo de mujeres embarazadas en labores que pongan en peligro su salud o la del producto, en labores insalubres o peligrosas, en trabajos que exijan esfuerzos extraordinarios como levantar, empujar, tirar grandes pesos […] estar de pie durante largo tiempo (artículos 166, 167 y 170) ¡Pura letra muerta!

¿Discriminación? cuando estuve embarazada. Que me corrían de un lado, iba a otro. En una ocasión, estaba yo embarazada y, pues, por cargar… llevar mis cajas a que me las revisaran, me caí... Como estábamos piscando la fresa, quería llevar las cajas y se me voltearon y cayeron en otro surco. Nadie me ayudó, no hicieron nada, me caí por el peso de las cajas teniendo ocho meses de embarazo. También cuando trabajamos en Los Pinos estaba yo embarazada y las matas de tomate que había ahí estaban llenas de azufre blanco […] Incluso… mi bebé salió enfermo (Isabel Avendaño Pérez).

Dice Isabel Avendaño que las embarazadas están discriminadas. Tiene razón. La costumbre laboral en el Valle de San Quintín es excluyente para mujeres preñadas y en periodo de lactancia, y ellas optan por resolver el problema a costa de su empleo y de su ingreso.

Ahorita, pues, dejé de trabajar, piscábamos mora. Me salí a descansar un rato. Ajá. Porque tengo una niña, y por ella no puedo trabajar porque no tengo quién me la cuide, y así… batallo con ella. Apena tiene un año con siete meses. [Trabajaba] …de siete de la mañana a seis de la tarde, o a las cinco. Es el horario que uno sale cuando es por contrato [a destajo], por temporadas nomás. Por tener hijos ahora no trabajo, nada más, pero eso nada más. Ajá. No tengo quién cuide mi bebé (Cecilia Martínez Camacho).

La maternidad sin derechos, sin trabajo ni ingreso y sin participación de la pareja se vive con angustia, carencias, tristeza, culpa, arrepentimiento: “…por tener hijos ahora no trabajo…”. Como las empresas no están dispuestas a pagar las cuotas de seguridad social, crean las condiciones para que “voluntariamente” muchas jornaleras embarazadas o en periodo de crianza se auto-despidan, como Cecilia Martínez, o sufran castigos como Teresa García.

…pedí permiso para descansar unos dos días porque mi hijo, el más chiquito, se fracturó su muñequita de la mano, el mayordomo general me dijo que no: “Tú sabes, o vienes a trabajar o gente pues no nos va a hacer falta”. Y entonces yo le dije: “Bueno, está bien” […] me aguanté y dije que estaba bien, esperé hasta que a él le dio su gana y hasta que me dijo: “Ahora sí, te puedes ir si quieres” pero ya eran las tres de la tarde y entonces me vine y ya en la tarde le dije al mayordomo: “¿Sabe qué? no voy a presentarme al trabajo porque mi hijo está malo”. Y pos ya no fui. Y ya nomás por eso no nos quisieron pagar […] era de nuestro sudor que ya habíamos ganado […] batallamos mucho pero sí nos pagaron. (Teresa García Ramírez).

Entre la espada y la pared, o pierde el trabajo o descuida al pequeño. No sólo se incumple la Ley por retener un salario devengado, sino, como en este otro caso, por coaccionar a una trabajadora para que renuncie por el hecho de estar embarazada:

…cuando tenía yo así seis mese’ embrazo’, digamo, el patrón me dijo: “Otra ve’ ya te viene’. Ya ‘orita ya no te pago porque no quiero pagar la vida de uste’ nomá’.” (Teresa Pérez Pérez).

Despidiendo, castigando y regañando, los patrones se deshacen de las trabajadoras embarazadas. El embarazo se penaliza laboralmente, muy lejos de la libertad para hacerlo como indican los derechos reproductivos, y sin los cuidados ni derechos que una jornalera en ese estado debiera tener. Esta es una de las razones por las que muchas hacen lo imposible por ocultar su embarazo a costa de su salud y la del producto o, cuando ya no pueden realizar tareas pesadas, se retiran voluntariamente sin esperar su incapacidad.

—¿Le dieron lo que era la incapacidad por maternidad?

—No. (Isabel Avendaño Pérez).

—¿Durante tu trabajo has salido embarazada?

—Cuando salgo embarazada no trabajo. Me atiendo en el Seguro Popular, que es lo único con lo que contamos. (Teresa García Ramírez).

Una de las necesidades más sentidas de las jornaleras son las guarderías, pero:

La guardería exclusiva del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) es una que está allá en San Quintín, en el centro, pero como las jornaleras no tenemos seguro no podemos tener ahí a los hijos. Las guarderías de las comunidades son de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol); antes las administraba el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA), ahora, a cargo de cada guardería hay un grupo operativo o una asociación civil con sus propios criterios. Y entonces, lo que mirábamos era que esas guarderías no son utilizadas por las jornaleras. Son como para maestros, enfermeras, no para gente del campo. Porque el costo es… 300 pesos a la semana. (Taller con jornaleras).

La privatización de las guarderías que algún día fueron pensadas para población jornalera, las hace económicamente inaccesibles, por eso, el cuidado de infantes se resuelve con recursos propios.

A mi niña la llevo con la vecina […] la dejó a las seis, seis de la mañana y la vengo recogiendo en la tarde (Jéssica Luna Olvera).

Ahí donde trabajo no hay guardería, a mi niño lo dejo con una señora. Le pago. (Alicia Pérez Luis).

Otras jornaleras los han dejado solos con gran angustia y riesgo.

…hay muchas experiencias que he tenido durante el tiempo que he trabajado en San Quintín… donde vivía, en una galera, pues mis hijos se iban a quemar. Esa es una experiencia que he tenido. (Isabel Avendaño Pérez).

La necesidad es tan grande que cuando se pregunta a Cecilia qué programas propondría para jornaleros y jornaleras, exclama:

¡Que haiga una guardería especial pa’ los niños! para que las madres trabajadoras puedan trabajar. Eso, pues. Ajá, para que puédamos trabajar. Hay otras mamás que igual están batallando. Todas queremos trabajar, pero por guardería pues casi no podemos trabajar, porque no nos quieren con bebés allá en el trabajo (Cecilia Martínez Camacho).

Otras dificultades maternas se asocian a la rotación laboral, pues en el Valle de San Quintín, cada vez más, parejas jóvenes en la plenitud de su edad productiva y reproductiva salen a jornalear dos o tres meses de cada año en Estados Unidos, lo cual disloca la organización familiar y el cuidado de las y los niños:

Nos vamos por un mes y medio o dos, los dos juntos [A mis hijos] los dejo con mi mamá, o si mi mamá no me los puede cuidar tengo una hermana […] Ahorita ya tengo cinco años, cinco veces que voy para allá cada año, allá se llama Northseri o algo así. Mi mamá ahorita tiene 64 años. Ella trabajaba antes, pero como ora se siente mal, como ya está mayor, ya no trabaja. (Rufina Cruz Miranda).

Ya no jornalea pero ha retornado la crianza en su tercera edad, aunque esté cansada y enferma, con los riesgos que para ella y ellos representa esta situación.

Ser madre jornalera significa enfrentar grandes desigualdades en el mundo laboral y familiar. Para que la experiencia de la maternidad se convierta en un evento satisfactorio, saludable y feliz, es necesario que la crianza y las tareas de cuidado no se sigan considerando “cosas de mujeres”, que los jornaleros también se responsabilicen de estas tareas, así como las mujeres comparten el trabajo asalariado; pero también, y quizá esto sea lo más difícil de lograr, se necesita conocer y hacer efectivos los derechos reproductivos, laborales y de seguridad social para que las instituciones públicas y los patrones cumplan sus obligaciones con las trabajadoras de esta región tan rentable en la agroexportación.

*Este artículo recoge fragmentos del libro Vivir para el surco. Trabajo y derechos en el Valle de San Quintín, coordinado por las tres autoras, que actualmente se halla en prensa; todos los testimonios fueron recogidos en 2016.

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