Opinión
Ver día anteriorLunes 10 de julio de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Programas y no personas, discusión para 2018
L

a discusión política profunda en México no sale sino en rarísimas ocasiones. Por ejemplo, para 2018 comienza a discutirse profusamente el nombre de los probables candidatos de tal o cual partido, pero hasta allí. Nombres sí, pero no las ideas, los programas y los proyectos de cada uno. Es decir, la publicidad política se hace en México con base en el nombre de las personas y no con base en los argumentos de los programas que sostendría cada uno de los candidatos en caso de llegar a la Presidencia.

En este cuadro, que es una discusión sobre nombres y personas, no existe propiamente un debate sobre la política, es decir, sobre las intenciones y propósitos de cada uno de los candidatos. Todo se queda en la superficie de los nombres y no en el análisis de las ideas y programas, que prácticamente no aparecen. Y no solamente eso, sino que entonces predominan los ataques personales, las denuncias, los chismes como fundamento de las críticas. Es decir, se da lugar ampliamente a las referencias personales y casi ninguno a un balance equilibrado para medir el alcance de las ideas y sus efectos.

Dicho de otra manera: lo que debiera ser un análisis serio y detenido sobre el futuro del país, se cambia por un mar de confusión sin definiciones políticas y sin personalidades que las representen. La excepción sería sin duda la de Andrés Manuel López Obrador (un programa hacia la izquierda), y entre muchas otras razones por eso es que resulta el más atacado e incluso insultado.

En un momento en que México requiere más que nunca del avance de la democracia, el cuadro anterior pinta un escenario sombrío para la misma. Lo cual resulta increíble en un país como México que cuenta con alrededor de una decena de partidos políticos, y con centenares de periódicos, revistas y folletos dedicados a la discusión política y a la democracia. Pero el problema parece residir más bien en la desviación de la democracia hacia la discusión de las personas, es decir, en el poder de los grupos de interés y en la visión a cortísimo plazo del país, que es uno de los obstáculos mayores al avance de la democracia. Me temo que tal es el resultado de una pésima educación política en que de manera consciente o inconsciente se ha transmitido el cortoplacismo como esencia del interés por la militancia política, y el exclusivo interés en las personas y no en los programas que propongan.

Naturalmente, un régimen fundado sobre tales bases origina una serie de consecuencias políticas y sociales de la mayor importancia. Y, en primer lugar, una muy severa desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones políticas, fomentando además los malos manejos y la corrupción a niveles desmesurados, lo cual implica un saqueo colosal que termina por llevar a abismos de pobreza desconocidos antes y a crear los desequilibrios o desigualdades abismales que conocemos hoy.

Destacamos la ausencia de democracia en México como el origen más profundo de las desigualdades que vivimos, pero lo inverso es también cierto: las desigualdades profundas conducen indefectiblemente a la ausencia de democracia: los desniveles de riqueza están también en el origen de nuestra pobrísima democracia. Si consideramos en conjunto el problema, y lo vemos con honestidad, no tendremos la menor duda de que los conflictos están entrelazados y que su solución es la del conjunto. Difícil en verdad es el problema, pero no imposible, aun con el otro ingrediente de que carecemos: voluntad política. Es decir, decisión moral interna y externa para resolver estas graves contradicciones, tal es el conjunto de muy graves problemas que debe decidir el próximo régimen, so pena de que el país llegue a un grado de destrucción irreversible.

Pero subrayemos ambos problemas: el de la ausencia de democracia y el de las profundas desigualdades sociales como los más serios del país, del cual se derivan otros de enorme gravedad y que, en conjunto, tienen que ver con el freno al desarrollo de México, es decir, al hecho de que ya durante varias décadas no alcancemos a crecer más de 1.5 o 2 por ciento, lo cual nos sitúa en un nivel más que modesto de crecimiento.

Pero, dicho lo fundamental en nuestro artículo, en este punto de su redacción nos llegan por diferentes vías electrónicas, desde Hamburgo, donde ha tenido lugar la reunión del G20, la respuesta de Donald Trump a la pregunta de una reportera en el sentido de que ¿si todavía esperaba que México pagara por el muro fronterizo?, a lo cual respondió el magnate con una sola palabra: Absolutamente. Esto en la primera reunión entre ambos presidentes. Pero el verdadero escándalo surgió instantes más tarde, cuando se le preguntó a Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores de México, su opinión sobre la respuesta, a lo cual el funcionario dijo: Yo no puedo desmentir. Lo que les puedo decir es que yo no lo escuché. Si lo dijo, no lo escuchamos.

Resulta desde luego muy extraño que el superinteligente Luis Videgaray, calificado por muchos como tal, se haya aferrado a tan poco para seguir montado en su macho. Y no es que sea imposible que no haya escuchado la respuesta de Donald Trump, que fue escuchada por todos los presentes en el encuentro de los mandatarios de México y Estados Unidos, sino que insista en la buena disposición de Trump para tratar los problemas con México, entre los cuales no es menor el de la construcción del famoso muro. Además de que la verdad es que el magnate no podía ser más ordinario, y hasta majadero, con el Presidente de México, desde su toma de posesión como mandatario de Estados Unidos. Y llama la atención más aún que Peña Nieto haya salido al quite de Videgaray a las pocas horas diciendo en una entrevista que no podía fundarse ninguna política en rumores.

Parece ser que nuestra política se empequeñeció a la dimensión de sus operadores, en vez de aprovechar la situación y decir también breve, pero tajantemente que de ninguna manera México desembolsaría algo para la construcción del muro. Y después, naturalmente, seguirían las pláticas y las aclaraciones, como ocurre en la política.

¿O nuestros altos funcionarios están llenos de miedo?

Desde luego Videgaray puede irse despidiendo de su precandidatura presidencial.