Opinión
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Sin ideas, pero con clava y matraca
E

n el pasado, uno de los requisitos que se pedía a los partidos para su registro era educar políticamente a su militancia y hacer extensiva esta educación a la ciudadanía mediante la creación de centros cívicos. El complemento era mantener una publicación que diera cuenta de su posición ideológica, de su diagnóstico de los problemas nacionales y de las soluciones pensadas para resolverlos. Véase al respecto la Ley Federal Electoral de 1946 y sus reformas de 1951.

Con la noche neoliberal donde todos los gatos son pardos, la posición ideológica de los partidos y de los políticos se ha ido desdibujando hasta casi desaparecer. Así que lo mismo da estar integrado a los estratos populares y defender sus necesidades, causas y demandas, que a la burguesía y sus intereses. De aquí los endriagos partidarios izquierda-derecha y los políticos no partidarios (llamarlos independientes es un exceso retórico), que nadie sabe qué pensaban y a quién defendían, antes de las precampañas y las campañas electorales, pues eso no hay manera de leerlo en ninguna parte.

La ideología se ha tornado en mercadología: ocurrencias, malabares lingüísticos y expresiones e imágenes pirotécnicas. Algo peor: la matraca de las campañas se ha adaptado al léxico cotidiano y a tal adaptación se la hace acompañar con frecuencia de una pesada clava.

Pongo un ejemplo que sirve para ilustrar la sustitución de ideas por matracas, en este caso, sublimadas por técnicas publicitarias. Recibo en la calle un folleto publicado por una conocida casa editorial al que ésta da el nombre de libro (se supone que es un resumen de La fuerza del cambio, el título que fue presentado en noviembre de 2016). En el tiempo necesario para la lectura contemporánea –el de los huevos tibios: no más de tres minutos– se habla de la biografía de un presidenciable, como se ha venido difundiendo en anuncios panorámicos desde hace casi un año, el ex gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle. Quien se ahorre la lectura del libro y lea su resumen no encontrará una sola idea del aspirante a la Presidencia. Elogios –en tono de autoelogio– a las etapas de su vida, referencias a su cúmulo de posgrados en universidades de Estados Unidos, alabanzas sin límite a las obras de su gobierno: en suma, una historia de éxito y admirables virtudes. Lo que no se menciona nos lo ha recordado el asesinato de Meztli Sarabia Reyna, la hija del dirigente histórico de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de Octubre de Puebla, Rubén Sarabia, conocido como Simitrio. ¿El libre comercio es sólo el permitido a las cadenas comerciales, a las trasnacionales, a los miembros de la Canaco y sus filiales?

La nota sobre el cadáver de Meztli, madre de tres hijos, es una amenaza contra el líder popular (“sigues tú, Simitrio”) y quienes lo apoyen. Perseguido, acusado de diversos infundios y sujeto a un arraigo domiciliario, Simitrio es un caso entre muchos de la ofensiva de la derecha en el poder contra las organizaciones y expresiones populares. Y de ese poder forma parte Rafael Moreno Valle.

Otro ejemplo. El profesor Antonio Cota, con un grupo de compañeros, distribuía volantes en las afueras del Parque Fundidora. La policía de Monterrey lo inmovilizó, lo esposó, lo paseó en una patrulla y lo mantuvo incomunicado en una estación de policía sin pasarlo al juez calificador –como él lo pedía– ni dejar constancia de su detención en el lugar. Los volantes que Cota repartía, en ejercicio de sus derechos constitucionales, contenían una crítica a la reforma educativa. El mensaje es claro: sométanse o se atienen a lo que decidamos hacerles. Y esto ocurre en el estado cuyo gobernador se ha declarado antisistema. Salvo por no uniformarse de corbata diaria, aún sus gobernados no saben qué significado pueda tener para este funcionario la palabra antisistema.

Una periodista preguntó al gobernador Rodríguez Calderón, cuál había sido la causa de la detención del educador. Respondió: “… y lo vamos a meter más al ‘bote’… por revoltoso”. Varias organizaciones pidieron al funcionario mostrar públicamente los documentos en que se basó para ordenar el secuestro del profesor Cota, y también que aclarara públicamente si por bote entendía cárcel y si por revoltoso asumía lo que la senectud conservadora y autoritaria de la época cumbre del unipartidismo (empleaba) para referirse a todos aquellos que manifestaban pacífica y públicamente su disenso, acción que garantizan los artículos 1º, 6º, 7º, 9º, 14 y 16 de la propia Carta Magna. En su respuesta, el gobernador de Nuevo León señaló que la responsable de la acción (ilegal) fue la policía de Monterrey y les señaló a los firmantes del documento recibido en sus oficinas que emplearan los canales legales para formular su queja.

¿Los canales legales son los empleados por los representantes de nuestra soberanía? No. Abusan de esa representación y de nuestra buena fe cuando los instituimos autoridades. Y si les son señaladas sus faltas se molestan, vociferan, trumpetean a la manera del Donald que despacha desde la Oficina Oval, amenazan y más: persiguen, espían, mandan golpear y hasta matar a quienes los critican o se oponen a sus decisiones. Pero quieren seguir mandando, incluso desde la Presidencia de la República. La cuestión radical es si los dejamos. Y a esa cuestión debemos responder a aquellos que decimos informar, querer, enseñar, guiar, moralizar.