Opinión
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Inundaciones por negligencia gubernamental
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ace 40 años, cuando Ciudad de México tenía ángel, hubo inundaciones que las autoridades atribuyeron a la abundante agua de lluvia que el drenaje no pudo desalojar. Gobernaba el profesor Carlos Hank. En su leída columna Red Privada, don Manuel Buendía le recordó al profesor que los responsables de resolver los problemas hidráulicos de la capital olvidaron limpiar oportunamente la red de drenaje, comenzando por las coladeras de calles y avenidas, tapadas por la basura. Era el sexenio de los ejes viales y la ampliación del Periférico. Para resolver el problema, se anunciaron magnas obras, que no fueron las requeridas, lo prueban las inundaciones de cada año.

Pero en 2008, el entonces presidente Felipe Calderón anunció la construcción de las que acabarían de una vez para siempre con el problema en la capital y su área metropolitana: sestacadamente, el Tunel Emisor Oriente, de 70 kilómetros de longitud, el más grande del mundo en su tipo, para enviar las aguas negras y las de lluvia al Gran Canal del Desagüe. Los primeros 10 kilómetros del citado túnel y la planta de bombeo El Caracol las inauguró Calderón casi al dejar la Presidencia. Poco más de 75 por ciento de esa extensión está concluida y su costo sobrepasa los 18 mil millones de pesos, el doble de lo programado inicialmente.

También quien ahora busca dormir nuevamente en Los Pinos al lado de su esposa Margarita, inauguró otra planta de bombeo, La Caldera, en Ixtapaluca, la más grande del país, y parte del proyecto del túnel del río de la Compañía.

Calderón aseguró que evitaría en el futuro inundaciones en el oriente del Distrito Federal y en municipios mexiquenses, como Chalco, Valle de Chalco, Solidaridad e Ixtapaluca.Todas esas obras se dieron en adjudicación directa.

El entonces gobernador de la vecina entidad, Enrique Peña Nieto, prometió continuar trabajando coordinadamente con el gobierno Federal, como lo venía haciendo cuando había inundaciones, pues es una obligación de los diferentes niveles de gobierno trabajar para la prevención y protección civil, y no esperar a que siniestros o crisis lleven a los gobiernos a actuar.

El pasado 29 de mayo, una lluvia torrencial dejó su estela de daños en áreas habitacionales y vías de comunicación del sur-oriente de la ciudad, especialmente Coapa y El Pedregal. Y el miércoles y jueves pasado, el desastre fue al poniente y norte de la capital y el estado de México.

Cabe preguntar ¿por qué tan faraónicas obras no han servido para evitar las inundaciones en la Cuenca de México? ¿Por qué achacar únicamente a las lluvias lo que pasa, sin son básicas para limpiar de contaminantes la atmósfera y recargar un acuífero extremadamente sobreexplotado con el consecuente hundimiento de la metrópoli? ¿Por qué obras faraónicas para sacar el agua de la cuenca, cuando lo que se necesita es retenerla, tratarla y reutilizarla? Más correcto es culpar de lo que sucede a la nula planeación territorial por las instancias gubernamentales. La mancha de asfalto crece anárquicamente sobre las áreas de captación de agua de lluvia. Incluye zonas extremadamente frágiles: cerros, cañadas, antiguas áreas de extracción de materiales y áreas cerca de donde corren ríos y arroyos cuyos cauces están llenos de basura.

Quien preside la dependencia responsable del ordenamiento urbano y rural (la señora Rosario Robles) afirma que ahora sí están haciendo su tarea y hay plena coordinación entre las entidades federativas para regular el uso del suelo. La realidad muestra que navega a la deriva, como también ocurre en Ciudad de México con quienes deben poner orden en la obra que contratistas diversos realizan para mejorar la movilidad. Por ejemplo, dejan a la intemperie arena, cascajo, desechos de banquetas y calles, que terminan tapando las coladeras. Además, se autorizan cambios de uso del suelo y desarrollos habitacionales o comerciales donde no se debe, violando las normas vigentes en la materia. ¿Y los integrantes de la Asamblea citadina, una de las más dispendiosas del mundo? alentando con su pasividad el desorden urbano.

Lloverá más intensamente por el cambio climático. Habrá más inundaciones, fundamentalmente, por la desidia oficial.