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Los estelares en el Centro Cívico fueron Tex Tex, El Tri y Liranrol

Ecatepunks se paran los pelos y arman el slam con una decena de bandas
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El domingo pasado, los chavos pudieron trisolear con Mara, el Síndrome, Sam Sam, la Bostik, Acidez, Interpuesto y otrosFoto Javier Hernández Chelico
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de mayo de 2017, p. a11

El ambiente en las tocadas de rock no cambia. Jóvenes con atuendos oscuros bailan con pasos inventados in situ, pero son similares a las danzas rocanroleras de los pasados 30 o 40 años. Entrar al recinto produce una mezcla de sensaciones, los olores se combinan, se hacen más vívidos. Se percibe el perfume de algunas chavas por lo apretujado del lugar y en el ambiente se distingue lo que beben y fuman algunos asistentes; muchas escenas hacen recordar lo escrito por Parménides García Saldaña hace casi medio siglo: “Con el rock, resurgen los hoyos fonkis en la ciudad de México… Funky es el lado hard, dirty, heavy, del rock. Funky es lo contrario de straight”. Con la aclaración de que hoyo fonki no es un lugar, sino el ambiente que crean asistentes y músicos.

El domingo pasado se realizó un concierto rocanrolero en el Centro Cívico de Ecatepec. Se montó un amplio escenario, se instaló un sistema de audio adecuado para la ocasión y había una gran pantalla al fondo. Todo listo para recibir a la docena de bandas anunciadas: abrió Luzbel, con el Greñas al frente; siguieron Mara, Interpuesto, Sam Sam y en la pantalla se anunció a Dug Dugs; en su lugar apareció Acidez, banda punk organizadora del primer slam, que alcanzó los 10 metros de diámetro y revivió el gentilicio ecatepunks; siguieron Anabantha; el Síndrome, que, encabezado por Amaya, reinició los rituales. Al terminar el llamado padrino del punk subió la Banda Bostik. Finalmente, Dug Dugs perdió su turno y no tocó. La fiesta rocanrolera continuó con las bandas más esperadas: Liranrol, El Tri y Tex Tex.

En los intermedios sucedieron instantes inolvidables para coleccionar: los chavos que tratan de meter su güisqui con agua y vasos; las parejas que llegan después de medio espectáculo para ver sólo a las bandas estelares, y que sacan sus mejores pasos trisolianos desde la entrada; los jóvenes que, agotados de participar en el slam, descansan tirados en el piso en espera de no ser pisados por los demás punks. Existe un respeto sui géneris entre la banda asistente a las tocadas de fin de semana organizadas en la periferia de Ciudad de México. Espacios que siguen siendo refugios ya clásicos, y necesarios, para miles de jóvenes, como los del pasado domingo.