Opinión
Ver día anteriorMartes 9 de mayo de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Crisis del régimen
H

ago mi última entrega de esta serie, aun cuando voy a seguir escribiendo sobre la crisis del régimen. Mi propósito es llegar al presente con buen número de momentos seleccionados, como lo he intentado en mis dos entregas anteriores.

La necrosis política que afecta al Estado mexicano se halla en estado extremadamente avanzado. Creo que esa es una analogía adecuada para procurar ­explicarme.

Las gangrenas avanzan infectando toda clase de tejidos, incluidos los óseos. Para la necrosis, se sabe, no existe cura; es preciso extirpar el tejido o el órgano gangrenado, para evitar su propagación. Pero cuando la gangrena ha carcomido enormes segmentos de los tres niveles de gobierno, y de la inmensa mayor parte del territorio; cuando además la necrosis abarca a un segmento significativo de la propia sociedad, no hay posibilidad de remediar nada con ninguna extirpación, porque no hay galeno que extirpe. Así, la corrupción se ha vuelto consustancial al espacio de la política que dominan los partidos tradicionales que parasitan al Estado.

¿Quiénes podrían extirpar la necrosis? Los jueces y los fiscales, con un formidable apoyo político de la sociedad; pero fiscales y jueces viven bajo la égida y mando del Ejecutivo de turno y una y otra vez nos consta que forman parte del mal que nos asuela.

Por ese motivo es imposible un proceso como el ocurrido en Italia de Mani pulite (manos limpias) que encabezara el fiscal de Milán Antonio Di Pietro en 1992, acompañado por otros fiscales y jueces (algunos fueron asesinados por la mafia), en el que fue puesta al descubierto una red de corrupción de magnitud inverosímil que vivió lustros agazapada; fueron convocados a declarar alrededor de 4 mil personas, en un contexto político de corrupción, extorsión y financiación ilegal de los partidos políticos, en el que estaban involucrados ministros, diputados, senadores, empresarios e incluso ex presidentes del Consejo de Ministros.

Hubo una enorme ola de detenciones que hirió casi de muerte a los partidos tradicionales: Partido Socialista, Democracia Cristiana, Partido Democrático de Izquierda (heredero del disuelto PCI), Partido de la Refundación Comunista y un número indeterminado de empresarios. Pero, como no hubo transformaciones básicas en el sistema de relaciones políticas y sociales, ni de las instituciones del Estado, tan pronto como en 1994 ya había llegado a la presidencia Silvio Berlusconi, quien pronto mostraría ser el más corrupto entre los corruptos.

¿Nos sirve esa lección?

En México tenemos, quién no lo sabe, una corrupción de alcance terrorífico; impunidad: una pieza más de la corrupción; sistema electoral en el que la compra de votos es moneda de curso corriente y obvia pieza del conjunto de redes que conforman el sistema de corrupción; corrupción en instituciones de seguridad pública; corrupción en instituciones de Estado cuya operación se confunde de manera ubicua con la operación del crimen organizado; crimen organizado, que aumenta sin cesar sus campos de operación: secuestros, extorsiones de variadas clases; huachicoleros y muchos más: la trama de redes crece como la Hidra de Lerna (el monstruo, al que le brotaban dos cabezas ahí donde le habían cortado una): ¿no es algo semejante lo que ocurre con los gobernadores?

Los grupos del crimen organizado poseen armas largas y, muchos, complejas tecnologías de comunicación; y sigue: feminicidios incesantes imposibles de frenar por el Estado en sus tres niveles; discriminación desalmada de los indios; bullying escolar y laboral extendido; atraco enloquecido de los recursos públicos: un atraco a los ciudadanos; atraco a los ciudadanos por los rescates bancarios que seguimos pagando; represión de movimientos sociales; asesinatos y agresiones sin término de periodistas…

Sume o multiplique: además de esa vida mexicana para las mayorías, en los años 80 la gavilla agazapada de los neoliberales, que ya vivía en los laberintos del poder, salta a la palestra y se apodera del Estado, como ocurrió en vastísimas zonas del mundo. Desde entonces vivimos bajo la contumacia de una política económica que es soporte de una economía rampante que, en un país subdesarrollado como el nuestro, funciona apoyado en las exportaciones de manufacturas, producidas principalmente por un enclave de capital externo. Una economía que repta, mientras concentra, en el centil superior, o en los dos centiles superiores, una riqueza superior a la de los cinco o más primeros deciles.

Es absolutamente imposible que quienes instrumentan esas políticas comprendan que son los causantes del desastre económico. Es imposible, asimismo, que su convicción hasta los huesos acerca de la verdad técnica de su postura, cambie ni un milímetro. Y todos quienes no estén inmersos en esa posverdad neoliberal son populistas; y son combatidos con todo el poder político del Estado, incluidas toda clase de tretas legales y con las ilegales también.

La democracia electoral que han construido los partidos que parasitan al Estado permite las más inverosímiles trapacerías. La democracia representativa ha mostrado límites sofocantes. Cuando algunos grupos políticos nos representan es que la inmensa mayor parte de los ciudadanos no estamos presentes. Esos grupos viven totalmente separados de sus supuestos representados y hacen todo lo que aquí ha sido apenas levemente aludido. El sistema de relaciones políticas y sociales debe ser sometido a vastas transformaciones.

La crisis del régimen puede seguir, aunque está más que madura para dar paso a una transformación radical económica y política. Falta ver si las mayorías pueden no votar por sus verdugos, para dar ese paso y, a partir de 2018, intentar un nuevo comienzo.