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De nuestras Jornadas

Sálvese quien pueda

P

odría pensarse que por acercarse el término del mandato del presidente Enrique Peña Nieto, ya debería haber aniquilado la violencia en el país a efecto de asegurar a su partido el triunfo en las elecciones presidenciales de 2018.

Terminar con la inseguridad fue una promesa de campaña del Ejecutivo federal, pero si bien se ha encargado de atiborrar de soldados, marinos y policías federales a Guerrero, los resultados dan la percepción de que no ha podido con el problema; en consecuencia, si mañana fueran las elecciones, al menos en Guerrero, no se le garantizarían buenos resultados porque la población aún se siente agraviada.

El caso no resuelto de la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa dejó una herida muy profunda cuyo saldo seguramente pagará el Partido Revolucionario Institucional en la próxima contienda electoral; mientras, la violencia mantiene en zozobra a la población y las autoridades se concretan a lamentar las pérdidas de vidas y anuncian rápidamente que investigarán, sin haber presentado detenidos, lo mismo por hechos ocurridos la semana pasada que por aquellos que llevan meses o años.

En el supuesto, como se sostiene oficialmente, de que el número de asesinatos dolosos hubiera decrecido en meses recientes, la desaparición, secuestro y asesinato de personajes de la política ha cimbrado al gobierno y ha llevado a grupos políticos, entre ellos algunos perredistas, a reforzar la exigencia de que el gobierno federal se haga cargo directa y totalmente de la seguridad, como lo hizo en Michoacán donde, para ese efecto, nombró a un comisionado.

El asesinato del secretario general del Partido de la Revolución Democrática, Demetrio Saldívar Gómez, estremeció a la clase política, sobre todo a los perredistas, toda vez que, por una parte, la inseguridad no había escalado a ese nivel y, por otra, políticos y funcionarios podrán jactarse de que son intocables, pero cuando se trata del crimen organizado, están a su alcance y hacen de ellos lo que le conviene en el momento que considera oportuno.

Frente a un gobierno que no puede o no quiere acabar con la ola de sangre nadie se encuentra a salvo, si es que nadar en la misma corriente impetuosa, sin distingo ni discriminación, le sirve a alguien de consuelo.