18 de febrero de 2017     Número 113

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Suplemento Informativo de La Jornada

Sembrar amaranto en las leyes

Guillermo Bermúdez y Martha Elena García Periodistas especializados en alimentación y medio ambiente  [email protected], [email protected]


FOTOS: Roque Reyes Mendoza y Stan Pedro Cruz

Con el fin de dar seguimiento a la agenda del congreso inicial, casi dos años y medio después de haberse realizado, el pasado 10 de febrero tuvo lugar el Segundo Congreso Nacional del Amaranto en el Palacio Legislativo de San Lázaro, convocado por el Grupo de Enlace para la Promoción del Amaranto en México y la Cámara de Diputados.

En ese recinto se quedaron resonando las voces que claman por el reconocimiento pleno, por medio de políticas públicas, de las enormes virtudes de esta planta milenaria, por aprovecharla cabalmente para mejorar la vida de sus productores y de su economía, además de la salud de los mexicanos. Ecos que buscan alcanzar mayor resonancia en la vida nacional, acorde con lo que merece.

Los convocantes partieron del objetivo de generar un diálogo e intercambio de experiencias para analizar los problemas y soluciones posibles relacionados con la producción, transformación y el consumo de amaranto en México. A juzgar por las más de 350 personas de diversos estados de la República que hicieron acto de presencia, pero especialmente por el nivel que alcanzaron las discusiones y la participación, así como por su declaratoria final, tal objetivo se alcanzó con creces. Sólo quedó mal el representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en México, Fernando Soto Baquero, quien de último momento canceló su participación, lo que habla de su interés en el tema.

En su declaratoria, los presentes reconocieron el amaranto como un “bien biocultural” de enorme importancia agrícola y alimentaria desde las culturas mesoamericanas hasta nuestros días. Es decir, como quedó claro en muchas de las ponencias presentadas, importante no sólo en términos biológicos, ambientales y de salud, sino porque el amaranto está ligado indisolublemente a las culturas que lo han protegido, conservado y hecho posible.

En ese sentido, los participantes se comprometieron a “posicionar el amaranto como un grano estratégico para fortalecer la soberanía alimentaria en México”, es decir, la capacidad para decidir qué y cómo producir los alimentos que queremos.

Congruentes con el lema del congreso, “Generando políticas públicas”, los asistentes demandaron al Estado canalizar recursos suficientes hacia proyectos científicos y tecnológicos que aprovechen de modo sustentable y saludable los beneficios que ofrece el amaranto, a fin de impulsar la investigación e innovación en toda la cadena de valor del amaranto.

También se comprometieron a fomentar la economía regional mediante la comercialización de amaranto, con el objetivo de favorecer el consumo interno. Al respecto, en el evento se reconoció que es necesario un mayor esfuerzo de comunicación educativa para que los consumidores incluyan el amaranto en su canasta básica y lo tengan en su despensa como un alimento básico, incorporándolo en su dieta diaria.

Por todo ello, la declaratoria enfatizó la urgencia de incluir este grano estratégico en todas las leyes en materia de salud, desarrollo rural, sustentabilidad y desarrollo social, para hacer realidad el derecho constitucional a una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad.

Las discusiones se centraron en torno a los cuatro temas abordados en las mesas de trabajo: el amaranto en la seguridad y la soberanía alimentaria, las estrategias para promover su cultivo y consumo, el desarrollo de la investigación y la innovación en su cadena de valor y, por útlimo, las políticas públicas y marco legal para la protección de las especies.

En torno a estos ejes temáticos debatieron representantes de productores y transformadores de amaranto, quienes junto con especialistas trazaron un panorama de la situación del amaranto, las perspectivas y desafíos de la cadena productiva a fin de establecer políticas públicas para su desarrollo y fortalecimiento sustentable.

Entre las voces que quedaron resonando en San Lázaro estuvo la de Julieta Ponce, del Centro de Orientación Alimentaria, quien se manifestó a favor de que se considere al amaranto como un cultivo estratégico para construir una nueva nación soberana, productiva y bien nutrida. Primero hizo un diagnóstico del contexto de la salud alimentaria: evaluó la problemática asociada al sobrepeso y la obesidad y destacó la alerta epidemiológica decretada por la Secretaría de Salud en 2016, cuando las muertes por diabetes tipo II sumaron cien mil personas. Destacó también que más de la mitad de la población está en pobreza, sobre todo en el campo, donde una de cada cinco personas padece pobreza extrema.

Si pensáramos en la salud alimentaria de los mexicanos como en un paciente, diríamos que su estado es grave, luego de escuchar el cuadro que presentó Julieta Ponce y que no dudó de calificar de emergencia nutricional. Un cuadro donde se combinan desnutrición y anemia con enfermedades crónico-degenerativas; donde convive el insuficiente consumo de minerales, vitaminas, proteínas vegetales, grasas “buenas”, fibra y antioxidantes, con la sobreabundancia de jarabe de maíz de alta fructosa, sustitutos de azúcar, grasas “malas”, aditivos artificiales, sal y harinas refinadas, muchos de ellos presentes en la comida industrializada.

Ante la obligación del Estado de garantizar el derecho a la alimentación, así como a promover el desarrollo rural integral y asegurar el abasto suficiente y oportuno de los alimentos básicos que la ley establezca, Ponce no dudó en recomendar el amaranto como alimento estratégico, porque es originario de nuestro país y aceptado culturalmente, por su alto valor nutricional, porque su producción es limpia y justa, porque está disponible y es accesible todo el año para su consumo. Por ello llamó a incluirlo ya como uno de los “pilares del derecho a comer bien en México”.

Respecto a sus beneficios nutrimentales, no está de más recordar (como lo hizo Diego Manrique) que la proteína del amaranto es muy similar a la proteína ideal, como se sabe desde finales de la década de 1970. Entre sus grandes virtudes, el amaranto contiene bastante más proteína que los otros cereales, como apuntó Norma Vázquez, del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”.

En su ponencia, el coordinador del Grupo de Enlace y director de Economía Social de Puente a la Salud Comunitaria, Mauricio del Villar, ofreció datos duros sobre la situación de la alimentación mundial y del sistema alimentario mexicano, para luego justificar la trascendencia de impulsar el amaranto. Poniendo el acento en los objetivos que impulsan el quehacer de los amaranteros, habló de su producción primaria, y propuso promover el amaranto como un cultivo que se siembra no sólo para generar recursos económicos, sino para el autoconsumo y el fortalecimiento del mercado regional. Habló de la transformación y comercialización y planteó buscar el reconocimiento del mayor valor nutritivo de los productos de amaranto sobre la comida chatarra. Y habló de la promoción de su consumo. Propuso entre otras cosas, difundir que el amaranto puede consumirse de diferentes formas. Hay mucho por hacer, dijo.

Todas estas voces y muchas más se quedaron resonando en San Lázaro, a la espera de ver el florecimiento del amaranto en las políticas públicas.

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