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La recomposición del imperio
EU primero: Trump

Promete determinar el curso del mundo

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Donald Trump durante el tradicional desfile de investiduraFoto Afp
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Manifestación en Madrid, EspañaFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 21 de enero de 2017, p. 2

Washington.

Donald Trump, en punto de las 12 horas, y ante la aguda incertidumbre de buena parte del país y del mundo, ocupó Washington como el presidente novato más impopular en la historia moderna, y advirtió que determinará el curso del mundo

Bajo la llovizna de un día gris, ante un público de fanáticos mucho más reducido que en la primera inauguración de su antecesor, Barack Obama (según los primeros cálculos, como un tercio de los que acudieron en 2009), la ceremonia oficial de investidura procedió con Trump rindiendo su juramento con la mano sobre la Biblia que utilizó Abraham Lincoln (la misma que también usó Obama) y ante el jefe de la Suprema Corte, John Roberts. Con ello se coronó como el presidente número 45 de Estados Unidos.

Ofreció un mensaje populista, proteccionista e imperial: denunció a la clase política por promover sus intereses sobre los de los ciudadanos y afirmó: hoy estamos trasladando poder de Washington DC a ustedes, el pueblo. Con ello, proclamó que ahora “impulsamos un gran esfuerzo nacional para reconstruir nuestro país y restaurar su promesa para todo nuestro pueblo. Sentenció: juntos determinaremos el curso de América y el mundo para los años venideros.

América primero, es la consigna, anunció, al prometer que reconstruirá la economía, retomará el control sobre las fronteras y restablecerá el respeto para Estados Unidos en el mundo. Denunció que “por demasiado tiempo, un pequeño grupo en la capital de la nación se ha beneficiado con las recompensas del gobierno, mientras el pueblo ha aguantado el costo… El establishment se protegió a sí mismo, pero no a los ciudadanos de nuestro país… Los hombres y mujeres olvidadas de este país ya no serán olvidados más”.

Después de agradecer al pueblo de Estados Unidos y, por alguna razón, a los pueblos del mundo, hizo énfasis en que este viernes será recordado como el día en que el pueblo volvió a ser el gobernante de esta nación. Dijo que esto es el resultado de un movimiento histórico nunca antes visto por el mundo.

Pintó una visión de un país desindustrializado, un sistema de educación fracasado y devastación en zonas marginales. A partir de ahora esto llega a su fin, prometió. Durante muchas décadas hemos enriquecido a la industria extranjera a costa de la estadunidense y subsidiado los ejércitos de otros países mientras no se financiaba el nacional, hemos defendido las fronteras de otros países al tiempo que rehusamos defender las nuestras. Agregó: La riqueza de nuestra clase media ha sido arrancada de sus hogares y redistribuida por todo el mundo

Advirtió que de hoy en adelante una nueva visión gobernara nuestra tierra. Desde este día será América primero, América primero. Eso será lo que determinará toda decisión. Tanto en temas domésticos como externos todo se hará para beneficiar al trabajador y las familias estadunidenses.

Prometió que la protección llevará a gran prosperidad y fuerza y con ello, recuperaremos nuestros empleos, nuestras fronteras, nuestra riqueza.

En el ámbito exterior, dijo que se buscará la amistad y buena fe con todos, y aseguró: “no buscamos imponer nuestra forma de vida a nadie, sino dejarla brillar como ejemplo… Brillaremos para que todos nos sigan”.

Y prometió erradicar el terrorismo radical islámico.

Llamó a la unidad, por un patriotismo que implica la no discriminación, ya que la sangre del patriotismo es del mismo color para todos. Afirmó que no debe haber temor, ya que estamos protegidos por las fuerzas armadas y las de seguridad pública, y, más importante, seremos protegidos por Dios.

Concluyó que juntos Estados Unidos será una nación fuerte de nuevo, rica de nuevo, orgullosa de nuevo, segura de nuevo y sí, juntos haremos grande otra vez a Estados Unidos.

En la ceremonia, que siempre es curiosa por su mezcla político-religosa, el cardenal de Nueva York Timothy Dolan, el reverendo Samuel Rodríguez, la pastor Paula White-Cain, el rabino Marvin Hier y el ultraconservador antigay reverendo Franklin Graham ofrecieron lecturas bíblicas.

El himno nacional fue entonado por la adolescente Jackie Evancho, quien saltó a la fama en el programa America’s Got Talent.

También cantó el famoso coro mormón Tabernacle, con la ausencia de por lo menos una de sus integrantes, que rehusó participar afirmando que no cantaría por un fascista.

Hubo poca asistencia de simpatizantes en las ceremonias oficiales en contraste con la presencia multiétnica de 1.8 millones de personas hace ocho años en la inauguración de Obama.

El gigantesco parque conocido como el Mall estaba semivacío, con un mar de caras blancas y cachuchas rojas con el lema del presidente Volver a hacer grande a Estado Unidos.

Al concierto previo a la inauguración, la noche del jueves, se calcula que asistieron unas 10 mil personas, mientras al concierto de la primera inauguración de Obama acudieron 400 mil.

Todo esto fue un indicador de la falta de apoyo a este mandatario. Las decenas de actos de protesta en varios puntos de la ciudad fueron la expresión más amplia de repudio que se ha registrado contra la llegada de un nuevo presidente en la historia del país.

En la ceremonia destacó la presencia de Hillary Clinton (junto con su esposo, el ex presidente Bill Clinton), pues muchos suponían –hasta el 8 de noviembre– que ella sería la que prestaría juramento. Llegó vestida de blanco, con una sonrisa forzada.

Los ex presidentes George W. Bush y Jimmy Carter también asistieron. Todos con el pretexto de que estaban festejando la transición pacífica del poder en nombre de la democracia. Ninguno de ellos deseaba que ganara Trump.

Rodeado de la cúpula política de ambos partidos, cuyos integrantes lo rechazaron e hicieron de todo para evitar su triunfo, recibió sonrisas y buenos deseos. Trump ofendió a casi todos y a sus familias.

Aproximadamente un tercio de los diputados demócratas boicoteó el encuentro; más de 60 en total.

El presidente Trump tomó posesión de la Casa Blanca bajo más nubes que las que pintaron el cielo ayer: sospechas de la influencia de la mano rusa en la elección y su triunfo. El New York Times reportó este viernes que agencias de inteligencia están investigando comunicaciones interceptadas en relación con posibles interacciones del gobierno de Vladimir Putin con representantes de Trump.

Ese viernes el magnate se volvió el primer presidente sin previo servicio en el sector público o en las fuerzas armadas, y entre los más ricos. A sus 70 años, es el presidente novato más viejo en asumir el cargo.

Al final, el presidente Trump acompañó a Barack Obama al otro lado del Capitolio donde él y su esposa Michelle abordaron el helicóptero presidencial para despedirse del gobierno.

La transición se registró de inmediato, a partir de las 12 horas, el sitio de Internet de la Casa Blanca borró a Obama; la nueva imagen de la página excluyó temas como el ambiental y presentó un nuevo mensaje (ver: whitehouse.gov).

Poco más tarde, después de una comida ofrecida por el Congreso, arrancó el desfile desde el Capitolio a la Casa Blanca a lo largo de la avenida Pensilvania para llevar al presidente a su nueva residencia.

En el tramo, las familias de Trump y la del vicepresidente Mike Pence –transportadas en limosinas– se bajaron a caminar durante media cuadra para saludar a algunos simpatizantes y tratar de ignorar a otros, pero en una escena que se repitió todo el día fueron notables las gradas vacías a lo largo de este recorrido. La ruta pasó frente al nuevo hotel de Trump, ubicado a pocas cuadras de la Casa Blanca.

Bandas militares (y algunas escolares) marcharon después de que Trump subió a su palco frente a la Casa Blanca y pasaron revista ante su nuevo comandante en jefe, a pesar de que él evitó el servicio militar durante la guerra de Vietnam.

La noche culminó con la visita del presidente a tres fiestas de gala oficiales (muchas menos de las acostumbradas).

Mientras tanto, el Senado ratificó a los primeros dos integrantes del gabinete: los generales John Mattis, en Defensa, y John Kelly, en Seguridad Interna. Pero esta noche el país –ni el mundo, cuyo curso dice que determinará– no se siente más seguro.