21 de enero de 2017     Número 112

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Ecuador

Agricultura en las islas Galápagos, contradicciones y retos

Elsa Guzmán Gómez, Nohora Beatriz Guzmán Ramírez Universidad Autónoma del Estado de Morelos
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FOTOS: Nohora Beatriz Guzmán

De las 233 islas, islotes y rocas volcánicas que forman el archipiélago de los Galápagos, 13 sobresalen por su tamaño, y de éstas, cuatro están pobladas y se mantiene la producción agrícola: Santa Cruz, San Cristóbal, Isabela y Floreana. De las 799.771 hectáreas de extensión total de Galápagos, 19.010 conforman 755 unidades de producción agropecuaria.

La economía de las islas está marcada por los procesos de colonización que se han dado a lo largo de la historia; inició en el siglo XIX con el cultivo de caña de azúcar y café y la extracción de materias primas para la industria europea en desarrollo, respondiendo a las tendencias extractivitas del mercado imperante en aquel momento. Sin embargo, las islas no eran zonas prioritarias de producción y compartían su uso con prisiones, bases militares y otras, lo cual propició deterioro. La introducción accidental o deliberada de animales y plantas (cerdos, perros, vacas, cabras, ratas, guayabo, pomarrosa y mora) desde el continente, el mal manejo de éstos y el posterior abandono, se convirtieron en plagas que actualmente atentan contra la agricultura y la conservación de las especies endémicas del archipiélago. Por ejemplo, las cabras fueron introducidas por primera vez en las islas entre 1885 y 1895 y durante mucho tiempo sirvieron de control para el crecimiento de las moras y otras plantas invasivas; sin embargo, en la década de los 70’s el gobierno ecuatoriano implementó cacerías masivas, motivadas por la depredación que estos animales causaban, y se propició así la reproducción incontrolada de las moras, que luego invadirían áreas de cultivo.

La limitación natural de los recursos de las islas es otro factor que caracteriza a la agricultura de Galápagos; hay un acceso limitado al agua dulce para el riego, y para los procesos poscosecha, como el beneficio del café y la limpieza de tubérculos como la yuca. Por ejemplo, hay productores que no cultivan o propagan más plantas por falta del agua, aunque en algunas fincas se han desarrollado sistemas rudimentarios o artesanales de captación de agua de lluvia o de riego por goteo con tambos y mangueras, impulsados por el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (MAGAP). Las pérdidas de cosechas por sequía representan 5.3 por ciento del total, contrastando con 14 por ciento de pérdidas por inundación producto de fenómenos naturales extremos. Aunado a lo anterior encontramos la creciente demanda del agua para los servicios turísticos, los cuales tienden a ser privilegiados. Además, se tiene una presión sobre la tierra de cultivo para cambiar a uso urbano e infraestructura turística, sin que haya lugar para replegarse a otras áreas dada la prioridad que tienen las áreas de conservación.

Del suelo apto para la agricultura, 59 por ciento está cubierto con pasto, ocho por ciento se dedica a cultivos permanentes (plantaciones de café, plátano, caña, piña y naranja), y uno por ciento a cultivos de ciclo corto, entre los que se encuentran maíz, yuca, jitomate y sandia. Cabe resaltar que una gran parte de los cultivos se queda sin cosechar (25 por ciento de los perennes y 44 por ciento de los cíclicos), lo cual muestra que hay un gran énfasis en la producción, pero falta desarrollar la comercialización.

En algunas de las fincas se realizan cultivos de productos exóticos, como es el caso del plátano, en la variedad que denominan colombiano, al que el productor esperaba encontrarle algún uso. Lo anterior permite observar que hay una clara desvinculación entre la producción, la comercialización y el mercado. Muchos de los productos que se consumen en algunas de las islas, como Santa Cruz, son traídos del continente, y debido a las restricciones del manejo de la biodiversidad, no se les permite la comercialización fuera de la isla de origen, lo cual hace que el mercado se limite a la escala local. La comercialización puede realizarse con alimentos procesados, pero las limitaciones de agua y energía para procesar dificultan este renglón. El gobierno, por medio del Ministerio de Agricultura ha tratado de desarrollar mercados locales para el intercambio de productos.

Desde la década de los años 70’s, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró a Galápagos Patrimonio Natural de la Humanidad, y especialmente a partir de la declaratoria hecha por este mismo organismo como Reserva de la Biósfera en 1985, las condiciones de uso de los recursos naturales se han vuelto más estrictas, afectando directamente a los productores agrícolas. Por ejemplo, se restringe el uso de químicos, que no han podido ser sustituidos por alternativas de control de plagas en varios cultivos, como café.

Otro ejemplo es el de especies protegidas como los pinzones, que afectan severamente los cultivos porque consumen los frutos y semilla, al igual que las tortugas terrestres que a su paso destruyen cultivos y cercas, aunque se respeten las rutas de movilidad de éstas. La presencia de estas especies ha sido reconocida, por los productores, como parte de la convivencia de la actividad agrícola sin ejercer medidas de control, no sólo por la prohibición de ley sino porque ellos consideran que pinzones y tortugas son emblemáticos de las islas.

Un elemento más que ha impactado en las unidades de producción agrícola es el turismo, de manera especial en la organización familiar para el trabajo, ya que se observa una brecha generacional entre los jóvenes, que prefieren integrarse a los servicios de turismo, y sus padres, que se dedican al cultivo de las fincas. Y hay una generación intermedia, que combina el trabajo agrícola y los servicios turísticos por temporadas. Esto repercute en la disponibilidad de la mano de obra para el trabajo en el campo, principalmente para la cosecha, y para la implementación de alternativas de uso más intensivo de los recursos para fincas sustentables con producción diversificada, orgánica y con opciones de comercialización.

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