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De punto de encuentro de intelectuales y políticos se volvió área de antros y table dance

Sin el glamur del pasado, restaurantes y hoteles de la Zona Rosa se resisten a morir

Ninguna obra le regresará su esplendor, pero creo que puede volver a ser un espacio agradable y limpio, señala el hotelero Agustín Suárez

Con inversión de $264 millones iniciarán su rescate

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En su época de esplendor Suites Amberes ofrecía a sus clientes amplios departamentos amueblados, en lugar de habitaciones, recuerda su propietario Agustín Suárez; representábamos la hotelería moderna, rememoraFoto Cristina Rodríguez
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El Tahití, que muestra signos de deterioro, fue uno de los lugares que sustituyeron a los centros nocturnos y cabarets que predominaron en la década de los años 70 del siglo pasado en la Zona RosaFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Domingo 15 de enero de 2017, p. 23

Entre sex shops, franquicias, tiendas de ropa para clasemedieros y antros, en la Zona Rosa sobreviven aún, pero sin el glamur y esplendor del pasado, algunos restaurantes, hoteles y joyerías que marcaron la época en que este sitio era punto de encuentro de las élites intelectual, empresarial, artística y política de México.

A decir de los empresarios que todavía mantienen negocios en esta área, en la década de los 40, las mansiones y chalets de la acaudalada colonia Americana –renombrada como Juárez– comenzaron a transformarse en cafés y restaurantes de lujo, boutiques, night clubs, sastrerías, joyerías y galerías.

La Zona Rosa desplazó un tanto al Centro Histórico porque no había otro sitio comercial o de entretenimiento. Polanco o la Condesa no existían, por lo que se convirtió en un lugar de moda, que a finales de los 60 fue bautizado por los intelectuales con ese nombre, recordó Rafael de Jesús Saavedra, dueño del restaurante Barro Negro, de comida típica oaxaqueña.

Cuando la embajada de Estados Unidos se trasladó de la calle de Londres a Paseo de la Reforma, su lugar fue ocupado por el restaurante la Calesa, que competía con Bellinghausen, Foculare, Passy, Delmonico’s y Champs Elysées, entre muchos otros, que ofrecían exclusivos platillos de comida alemana, francesa, española o italiana.

De ellos, continúa el Bellinghaunsen, en Londres 95, el cual conserva las recetas de pescados y mariscos, como el tradicional filete Chemita, sopas de fideo, de lentejas y de cola de res.

Todo el salón y el jardín estaban siempre llenos, las señoras venían con sus abrigos y joyas, y los caballeros de traje, recordó Antonio Reyes, de 78 años de edad, el último de los meseros de aquella época que aún labora en el restaurante.

Sobrio y silencioso, las fotografías que cuelgan de sus paredes dan cuenta de los tiempos idos. Hemos sobrevivido por el buen servicio, la calidad y el sabor de la comida; tenemos la clientela suficiente para mantener abierto, expresó, al precisar que ahora entre sus comensales se encuentran los ejecutivos de los corporativos de Reforma y de la Bolsa de Valores.

En cuestión de hoteles sólo había dos importantes: el Presidente y el Geneve, el más antiguo de todos, pero la celebración de los Juegos Olímpicos detonó su auge.

Representábamos la hotelería moderna, en lugar de cuartos teníamos amplios departamentos amueblados, expuso Agustín Suárez Suárez, dueño de Suites Amberes, fundado en 1967.

Gracias a que la Zona Rosa era punto de encuentro de gente con poder político o económico, comenzó a generarse un nicho atractivo para los turistas y se construyeron los hoteles Crystal (ahora NH), Royal y Century, entre otros.

Somos pocos los negocios que quedamos de aquel tiempo y prácticamente nos prestamos los clientes entre nosotros, expresó el empresario hotelero, al considerar que la mejor época de la Zona Rosa fue entre los años 70 y principios de los 90, cuando los exclusivos negocios comenzaron a migrar a Polanco y en su lugar llegaron comercios más populares y antros.

Se pasó de tener centros nocturnos y cabarets, como Can Can, Royal y La Ronda, a la aparición de table dance y los afters hours, entre ellos Tahití, Solid Gold, Titanium y Cabaretito.

En la calle Amberes se instaló la mayoría de los bares de la comunidad gay, como el Burdelito, Pussy, El Papi, Le Cirque, La Pulquera y BB Bar.

Los empresarios rememoraron que el bar El Nueve generó todo un movimiento cultural a favor de la pluralidad.

A mediados de los años 90, el comercio ambulante se apoderó de sus calles, en las que ya se apreciaba un fuerte deterioro, agudizado años más tarde con la destrucción de los encarpetados debido a la introducción de fibra óptica, gas natural, telefonía y televisión por cable.

Algunos consideran que el declive de la Zona Rosa llegó con el caso de la desaparición de 11 jóvenes de Tepito, que se encontraban en el bar Heaven, en Lancaster 27, en 2013, lo que provocó el cierre de la mayoría de los after hours y table dance.

En contraparte, las autoridades crearon el consejo consultivo para su rescate, cuyos trabajos están por iniciarse.

Ninguna obra le regresará su esplendor, la Ciudad de México cambió y la gente es otra, pero durante muchos años hemos luchado por que se haga algo y creo que podemos lograr un espacio más agradable y limpio, expresó Suárez Suárez.

Coincide Rafael de Jesús Saavedra. Es el esfuerzo más importante que se ha hecho en décadas y en el momento en que se modernice será más atractiva que ahora, apuntó.

Con una inversión de 264 millones de pesos, en los próximos seis meses se proyecta intervenir las calles Biarritz, Berna, Oxford, Nápoles, Praga, Liverpool, Hamburgo, Varsovia, Copenhague, Génova, Amberes, Estocolmo, Estrasburgo, Londres y Havre, donde se realizarán trabajos de sustitución de drenaje, alumbrado público, remozamiento de banquetas y jardineras, mantenimiento de arbolado y repavimentación.

De acuerdo con la Agrupación de Comerciantes de la Zona Rosa (Acozoro) en este espacio se ubican 633 establecimientos mercantiles, en los que laboran 7 mil personas, que generan una derrama anual de 6 mil millones de pesos.