Opinión
Ver día anteriorJueves 8 de diciembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Humoristas y políticos
L

os humoristas de la prensa escrita y los imitadores de la radio y la televisión francesas están de luto. Sus blancos predilectos desaparecen uno tras otro del paisaje político: el ex presidente Nicolas Sarkozy, el ex primer ministro Alain Juppé y, ahora, el presidente François Hollande, quien se colocó él mismo en una cuasi jubilación al renunciar a presentarse en las próximas elecciones presidenciales, eran personajes que permitían a los artistas cómicos crear cotidianamente caricaturas o imitaciones, crueles y chistosas, que hacían reír a su público.

A los franceses les encanta burlarse. No es posible negar que Sarkozy, con sus tics, su nerviosismo, su corta estatura que lo obliga a ponerse tacones altos, su manera de caminar como si cojeara o no hubiese podido llegar a tiempo al baño, las gesticulaciones de su cara, dignas de las del célebre actor cómico Louis de Funes, todo lo cual hace de él una caricatura viva que los humoristas no tenían más que copiar casi tal cual.

Mientras ahora, François Fillon, futuro candidato de la derecha a las elecciones presidenciales, presenta un rostro más bien banal, bastante serio, del género retrato de un notable de provincia, lo que es en realidad, y finalmente una imagen difícil de caricaturar. Por el momento. Sin duda, no será necesario esperar mucho tiempo para que los artistas encuentren la manera propicia de hacer reír al público gracias a esta nueva víctima, pues el placer de ridiculizar es una fuente inagotable de talento.

Otro fenómeno intrigante para observadores y comentaristas es la serie repentina de estas desapariciones. ¿Se hallaría en plena acción un asesino serial especializado en el homicidio de los responsables políticos en Francia, donde en unos cuantos días han caído Sarkozy, Juppé y, ahora, Hollande, para no hablar de lo que pasa en el resto del mundo, donde, contra cualquier previsión, en Estados Unidos Hillary Clinton, llevándose de paso con ella a Bill, su marido, como en Inglaterra Cameron, fueron dirigidos algo bruscamente hacia la salida? ¿Se trata de un complot o bien de una epidemia?

Por fortuna para los caricaturistas, enlutados por tantas desapariciones que amenazan su trabajo, privándolos de inspiración, un generoso mártir ha venido a socorrerlos con su sacrificio: ¡Donald Trump! Sí, el nuevo presidente de Estados Unidos recién electo. Para los artistas cómicos es un tesoro. Quizás es su manera de venir en ayuda de los necesitados.

En primer lugar, tuvo la audacia, o más bien la desvergüenza, pues parece no retroceder ante nada, de lucir un rostro desconcertante, y, colmo de frescura, una cabeza coronada con una cabellera aún más inverosímil. ¿Se trata de una peluca o es cabello natural? En último caso, ¿en qué sustancia líquida pudo sumergir sus cabellos Donald para obtener un color tan desconcertante y raro: blanqueador, whisky-bourbon o petróleo? La cuestión se plantea, y los dibujantes, cuando paran de reírse, deben afrontar una seria dificultad: ¿cómo encontrar tubos de pintura, pigmentos, o crayolas, para pintar la ondulación dorada de reflejos tan graciosos? Esto, en cuanto a la imagen.

En seguida, vienen las palabras. Ahí, el tesoro revela poco a poco sus riquezas inagotables. No pasa un día sin que el generoso donador haga el regalo de una frase, una palabra, una puntada, una provocación, improvisada o con cálculo, pero de inmediato repercutida por los medios de comunicación del planeta entero.

Sería pan bendito para los humoristas si las improvisaciones de Donald Trump no les hiciesen temer ver llegar al poder un formidable competidor. Imposible rebasarlo en el terreno de las elucubraciones y los hallazgos imprevisibles, produce sin parar.

El humor es la cortesía de la desesperanza, dice un excelente pensador. Sin duda es mucho mejor reír que llorar, mientras se tenga aún la fuerza. Según los buenos médicos, reír es la mejor de las terapias. Es probable que sea también la más necesaria.