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La marcha de la economía estadunidense: la tercera
I

niciemos esta tercera nota sobre la marcha de la economía estadunidenses al recordar que durante casi tres décadas –sí, casi 30 impresionantes años, de 1947 a 1974– el promedio de la participación de los salarios y las remuneraciones de los trabajadores en el producto de nuestros vecinos alcanzó 50 por ciento. ¡Impresionante! Sí, la mitad. Incluso, al inicio de los años 70 se vivió con gran optimismo, en virtud de que esa participación alcanzó un nivel superior a 50 por ciento. Sí, en el primer trimestre de 1970 se registró la más alta participación de las remuneraciones al trabajo en el valor agregado. Prácticamente 52 por ciento. Y, sin embargo, hoy sabemos que se trató de una señal efímera. A partir de ahí y prácticamente hasta inicios de 2012 –es decir, durante prácticamente 50– esta participación de las remuneraciones no dejó de bajar. ¡Terrible agresión a los trabajadores vecinos! ¡Acaso similar a la experimentada por los asalariados de México, cuyas remuneraciones de 1978 en adelante han perdido participación en el producto interno bruto (PIB)!

De ello, por cierto, trataremos en otro momento. La realidad es que ese descenso del peso de las remuneraciones en el producto estadunidense apenas se suprimió en el primer trimestre de 2012. Luego de que en el cuarto trimestre de 2011 registrara el nivel más bajo de su historia. Sí, 42.1 por ciento. En términos de su promedio anual se detuvo en 43 por ciento. Casi 10 puntos porcentuales por debajo del promedio de los altos promedios de los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Sí. ¿Sabe usted lo que representan perder casi 10 puntos porcentuales del producto estadunidense? Hoy, el producto estadunidense ronda 18 mil 500 billones (estadunidenses, es decir, miles de millones) de dólares. Así, 10 por ciento del producto perdido desde 1972 por los asalariados vecinos representa cerca de 2 mil billones de dólares estadunidenses. Más que el PIB anual nuestro, que el año pasado –y en términos del tipo de cambio de 2015– fue de apenas de poco más de mil billones de dólares estadunidenses. Dos años del producto de México es la pérdida anual de los trabajadores estadunidenses en el producto anual de su país. ¡Impresionante descenso!

Hay que decir, por cierto, que la administración de Obama logró una recuperación de poco más de un punto porcentual. Pero, como usted podrá colegir, eso ya es historia. ¡Veremos la nueva situación! Es importante observar –para dimensionar aún más el descenso y en descargo de la responsabilidad de los asalariados estadunidenses– que su productividad se incrementó. Si nos acercamos a estimar la productividad general con el producto real por hora trabajada de todos los empleados no agrícolas del país, podemos concluir que no ha dejado de crecer desde 1947. Sí. Y a una tasa media constante de 1.8 por ciento al año. Y si, más específicamente, comparamos el comportamiento de ese indicador de la productividad general con el indicador del empleo, descubrimos que los últimos 30 años (en los que contamos con ambos indicadores), la evolución de la productividad es ligeramente mayor que la del empleo. Y si nos concentramos en la productividad manufacturera –también estimado por el producto real por hora ocupada– resulta mucho mayor (3.2 por ciento al año contra uno por ciento al año del empleo).

Ahora bien, al abordar el análisis del comportamiento del salario real notaremos que siempre ha estado por detrás de la productividad. Esto, evidentemente, es congruente con la tendencia a la disminución del peso de las remuneraciones en el producto. Incluso es posible decir, para todo fin práctico, que de 2004 a 2013 la remuneración real en la manufactura se estancó. Y, una vez más y de manera sorprendente, los dos últimos años experimentó una significativa recuperación. Sí, de inicios de 2014 al tercer trimestre de este difícil 2016, las remuneraciones de los trabajadores estadunidenses experimentaron una mejoría. Y –como lo he comentado– eso ha significado una mejoría en la participación de las remuneraciones en el producto. Asimismo la tasa de desempleo ha bajado. De 10 por ciento en el peor momento de la crisis más reciente, a poco menos de 5 por ciento. Contrariamente a esto, lo que no ha mejorado de manera sustantiva, es el periodo promedio en que los trabajadores desocupados tardan en volver a ocuparse. Y no porque no haya bajado este promedio. Actualmente es del orden de 28 semanas, cuando a inicios de 2012 los desocupados tardaban hasta 40 en volver a ocuparse. Pero sí porque –ni por asomo– este registro se acerca ya no digamos al mínimo de 12 semanas de 2001. Ni siquiera al máximo antes de la crisis de 2008 y 2009. Me refiero a un promedio de no más de 20 semanas que tardaban los desempleados en volver a ocuparse en 2004.

Es decir, pese a todo no se ha logrado abatir este plazo. Y eso, como se podrá comprender, sigue siendo una señal fuertemente desesperanzadora para la población estadunidenses. Permítaseme concluir con un señalamiento. Hay algo que aún no hemos abordado. La calidad de los empleos actuales en Estados Unidos. Y su relación respecto de la de los empleos antes de la crisis. Hay indicios –los deberemos identificar y exponer pronto– de que los nuevas ocupaciones de muchísimos estadunidenses son de mucho menor calidad que las anteriores. Y eso relativizaría de manera significativa esa tendencia reciente a la mejoría del salario real y de la participación de las remuneraciones en el producto. Pronto lo abordaremos. Sin duda.