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¿Qué decidirá Trump en ciencia y cultura?

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onald Trump asumirá sus funciones de presidente de Estados Unidos en enero próximo. Pero desde ahora la inmensa mayoría de analistas coinciden en señalar que cualquier decisión que tome en ciencia, educación, cultura y tecnología afectará a su país y al mundo en relación con los avances logrados sobre cambio climático, medicina, ciberseguridad, neutralidad de la red, por ejemplo.

Sus más cercanos colaboradores van a contracorriente en esos campos. Como Ben Carson, renombrado neurocirujano acérrimo partidario de la teoría bíblica de la creación. Puede ser el próximo secretario de Cultura. Carson afirma que la Tierra y todo lo que la habita tiene, máximo, 6 mil años de existencia. Que Dios la creó en seis días y el séptimo lo dedicó al descanso. Mientras, las evidencias científicas demuestran que data, por lo menos, de hace 4 mil 500 millones de años. Y el sistema solar, 15 mil.

Carson y otros que influyen en Trump cuentan con campo fértil para sembrar la semilla del creacionismo: 40 por ciento de los estadunidenses concuerdan en que Dios creó los últimos 10 años todo lo que hay en el universo. Además, interpretan la Biblia literalmente, niegan los hallazgos de Darwin y lograron ya que en los colegios públicos de Luisiana y Tennessee se enseñe la teoría del creacionismo.

Esto no es una cuestión menor en un país donde existe un fuerte cabildeo que desde hace décadas trata de sacar a Darwin de las escuelas y navega en dirección contraria a lo que la ciencia ha demostrado. El vicepresidente de Trump, Mike Pence, es un cristiano evangélico defensor de esa teoría. Además, está en contra de la investigacion con células madre embrionarias y seguramente pedirá a los republicanos más conservadores limitar el apoyo financiero a esa área científica. Pence también defiende las prácticas monopólicas del sector farmacéutico.

El discurso antinmigrante de Trump hará más difícil que científicos e ingenieros del resto del mundo estudien y trabajen en Estados Unidos. Las empresas y los centros de investigación, afirma, deben ocupar preferentemente a los estadunidenses desempleados. Cuando gran parte de los científicos que laboran en ese país son inmigrantes y es un importador neto de investigadores y estudiantes calificados. Pronto tuvo que matizar su declaración al afirmar: Siempre hemos sido una nación que ha acogido la capacidad intelectual científica de otros países y no queremos que eso cambie ahora.

Pero enseguida aseguró que la inmigración es una de las principales causas de la propagación de enfermedades infecciosas, como el último brote de sarampión. Los científicos demostraron que esto es falso. Y respecto del cambio climático, comienza a recular en su cerrazón: dice que lo va a pensar, pues a lo mejor sí existe.