Opinión
Ver día anteriorLunes 14 de noviembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
La mirada de muerte de los de Xajay
L

os toros de Xajay aparecieron en el ruedo de la Plaza México y rasgaban el aire a cornadas. La pinta, el pelaje, el morrillo de luto y una muerte en cada asta cortaban el aliento de los ruiseñores nocturnos. Los ruiseñores de la plaza la obscurecieron. La Plaza México afilaba sus sombras y los ángulos de sus miradores. Miradores de los palcos y otros miradores. Balcones que se abrían al abismo vida muerte. Abismos que en luces se rompían para alumbrarse. El drama de cauce oscuro en una plaza en todo su esplendor.

Díganlo si no las barreras y palcos vestidos de rojo sangre de toro. La plaza se llenó de negros presagios. Sólo la sangre de los toros alumbraba el redondel al confundirse con la Luna naranja. Ahí resonaban los martinetes de cava vieja de los cabales.

Los de Xajay no fueron los toritos de la ilusión. Toros con sentido que sabían lo que dejaban atrás. Toros a los que había que poderles. Ni Joselito Adame, ni el triunfador de la plazas españolas Andrés Roca Rey pudieron dominar los difíciles bureles. Pese a que derrocharon valor a raudales, no fue suficiente para entender el teorema que representaron los toros creados en el bajío queretano.

El que sí pudo con uno de los toros fue David Vázquez, con un puyazo en que se dejó venir al toro de largo que arrancó alegre, buscando pelea y lo prendió en todo lo alto del morrillo. ¡El momento de la tarde! No tan espectacular, Efrén Acosta colocó otro puyazo digno de mención. Hicieron honor a la herencia de sus progenitores, los grandes picadores mexicanos Sixto Vázquez, y Efrén Acosta, triunfadores en la plaza de Madrid. Linaje de casta brava.

Difíciles, los toros de Xajay, que fijaban su fuerza en el peligro. Nada más estremecedor en la fiesta que el peligro de los toros. Peligro generador de una emoción tan grande que se vuelve irrepresentable. Gusto mexicano desde hace cuatro siglos por la búsqueda de emociones en una plaza de toros que heredamos de los conquistadores españoles. Sólo por el gusto de marcar una verónica como si se moldeara una escultura o clavar un par de banderillas de poder a poder o matar a volapié en todo lo alto.

La emoción se presentó la tarde de ayer en la Plaza México con la espectacularidad que le da su vibración. La música callada del estar y no estar al mismo tiempo. Esencia del cante jondo y de lo flamenco. Canto espectral que contiene incluso el ardor de la vida.