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Resistencia indígena en Estados Unidos
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ientras los medios televisivos bombardean al pueblo estadounidense con los discursos misóginos y racistas de Donald Trump, y con los rumores recurrentes en torno a los correos electrónicos de Hilary Clinton, las redes sociales y los medios de comunicación alternativos dan cuenta de una movilización indígena inédita en el último siglo en el país vecino del norte, en defensa del agua, la tierra y el territorio.

Miles de indígenas de todo el país, pertenecientes a unas 200 tribus diferentes nativas americanas, han superado sus diferencias para apoyar la lucha de la tribu Standing Rock Sioux (nación hunkpapa lakota), que se opone a la construcción de un petroducto de unos mil 800 kilómetros que atravesará su territorio, afectando sus fuentes acuíferas y tierras sagradas. El llamado Dakota Access Pipeline (DAP), cuya construcción tendrá un costo de unos 3.8 billones de dólares, transportará petróleo desde Dakota del Norte hasta Illinois, pasando a sólo medio kilómetro de la reservación. La construcción de este petroducto viola los tratados de 1868 firmados entre el pueblo sioux-lakota y el gobierno estadounidense, los cuales dieron origen a la Gran Reservación Sioux, estipulando la protección de sus derechos al agua, la caza y la pesca.

Inicialmente el petroducto iba a atravesar la ciudad de Bismark, mayoritariamente blanca, pero sus habitantes rechazaron el proyecto y éste se trasladó a tierras indígenas, lo que ha sido denunciado por los dirigentes del movimiento como un acto de racismo ambiental. Aparte de violar las tierras sagradas, destruir flora y fauna, el petroducto representa un peligro latente de contaminación del río y los manantiales de la zona. Según datos oficiales, de 1995 a la fecha han existido 2 mil incidentes con petroductos en Estados Unidos, que han causado la muerte de 347 personas y desastres ambientales que afectaron la vida de miles.

Paralelamente a un litigio legal que posibilitó la interrupción temporal del proyecto en tierras federales, los habitantes de Standing Rock han optado por la movilización y la toma de tierras, para lograr la cancelación definitiva, pues las excavaciones continúan en tierras privadas aledañas. La solidaridad con Standing Rock ha venido no sólo de la población indígena de distintas regiones de Estados Unidos y Canadá, sino también de ambientalistas, activistas y estudiantes de todo el país, que se han declarado protectores del agua y desde abril pasado mantienen un campamento permanente en las inmediaciones de la excavación. La represión ha sido constante, usando gases lacrimógenos, balas de plástico y perros entrenados contra los manifestantes. A la fecha más de 400 manifestantes han sido arrestados; la mayoría fueron liberados después bajo fianza.

Los candidatos presidenciales han optado por dar la espalda a las protestas y continuar sus campañas como si nada estuviera sucediendo. Hillary Clinton hizo una declaración muy tibia al inicio de su campaña, llamando a la conciliación y a respetar el derecho a la protesta. Donald Trump, por su parte, no ha mencionado el caso en sus discursos públicos, pero se ha referido a la necesidad de flexibilizar las leyes ambientales para apoyar a la industria energética. A unos días de las elecciones se filtró la noticia de que el candidato republicano es accionista de Energy Transfer Partners, la compañía que construye el petroducto, y que la encargada de relaciones públicas de la misma, Kelcy Warren, es una de las donantes de su campaña.

Podemos imaginarnos cuál será el futuro del movimiento de Standing Rock si gana Donald Trump. Las memorias de la represión y criminalización contra el Movimiento Indígena Americano (AIM, pos sus siglas en inglés) en la década de los 70 están presentes entre los protectores del agua. Leonard Peltier, el preso político más antiguo del continente, fue recluido en 1975 y condenado a dos cadenas perpetuas después de un enfrentamiento entre indígenas del AIM y agentes federales en la reservación de Pine Ridge, a unos cuantos kilómetros de Standing Rock.

Pase lo que pase en las próximas elecciones, el movimiento indígena del país vecino del norte estará necesitando de toda la solidaridad internacional en su lucha contra las petroleras. La defensa de Standing Rock es un símbolo de la defensa de la Madre Tierra que nos compete a todos y todas. Cierro con las palabras de uno de los dirigentes del movimiento, Mekasi Horinek: No se trata sólo de un asunto indígena. Se trata de proteger el agua y el planeta, no sólo para nuestras familias y nuestros hijos, sino para sus familias y sus hijos.

* Investigadora del CIESAS