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Ver día anteriorDomingo 23 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La marcha de la economía estadunidense: la primera
U

na y otra vez se descubre que el ciclo económico mexicano está crecientemente vinculado al ciclo industrial estadunidense. Algunos compañeros académicos lo llegan a caracterizar de una calca. No lo es del todo, pero vale. ¿Por qué? Porque al observar simultáneamente las gráficas del comportamiento mensual de los índices de producción industrial (IPI) en el vecino país, y general de actividad económica de México (Igae) se descubre una impresionante similitud. Más todavía los pasados 10 años. Sí. Pese a ciertos desfases, el dinamismo económico mensual descrito por el Igae parece ir de la mano del dinamismo industrial estadunidense descrito por el índice de producción industrial. Y, sin embargo, en ciertas coyunturas se identifican diferencias importantes. Es preciso notarlas para no engañarse con la evolución económica diferenciada entre ambos países.

Es el caso de hoy. ¿Qué registran este 2016 estos dos indicadores? Veamos en primer término el dinamismo industrial estadunidense. La recuperación de la tremenda crisis de 2007 a 2009 empezó en julio de 2009, justamente cuando el crecimiento anual del índice de producción industrial comenzó a ser menos negativo. Sí, en el mes que dejó de desplomarse. ¿Cuándo? Pues luego de acumular no sólo cinco meses (noviembre 2007 a marzo 2008) de crecimientos anuales positivos cada vez menores, sino –sorpréndase– 15 meses (abril 2008 a junio 2009) de crecimientos no sólo negativos sino consistentemente cada vez más negativos.

Así, entre marzo de 2008 y junio de 2009 la industria de nuestros vecinos cayó 17 por ciento. Pérdida del volumen de producción industrial no visto antes. A septiembre de este año –también sorpréndase– se acumulan siete meses (febrero a agosto 2015) de crecimientos positivos cada vez menores. Y a ellos se suman 13 meses (septiembre 2015 a septiembre 2016) de crecimientos negativos, aunque mucho menores (en términos absolutos) y más estables que los de 2008 y 2009. Esa diferencia se muestra en una caída relativamente leve de la producción industrial, del orden de uno por ciento. Por sí mismo esto indica un comportamiento diverso a la anterior coyuntura. Aunque dejar de crecer es –también en sí mismo– un problema. Pero es mayor problema si no sólo se deja de crecer, sino se retrocede.

No olvidemos que nuestros vecinos tardaron siete años en recuperar los niveles que registraron su producción industrial a finales de 2007. Y que sólo hasta finales de 2014 su aparato industrial –por lo demás sobrequipado– alcanzó de nuevo esos niveles del invierno 2014-2015. ¿Qué le sucedió al dinamismo económico nuestro? Pues algo muy similar. Aunque –es algo que sugiero notar hoy– con un rezago significativo que nos exige más reflexión para imaginar por dónde pudiera ir nuestra economía en 2017 y 2018. ¿A qué me refiero? En 2008 nuestra economía continuó creciendo. No siguió inmediatamente la caída de nuestros vecinos. Cuando allá los crecimientos positivos eran cada vez menores, acá seguían positivos y con cierta estabilidad.

Y pasaron seis meses luego de que empezaron a ser negativos allá para que fueran negativos acá. O sea, nuestra caída económica en 2008 empezó seis meses después de la caída industrial de nuestros vecinos. Y se frenó dos meses antes que la caída industrial estadunidense. Aunque prácticamente –por las bajas tasas– empezamos a crecer juntos otra vez. A principios de 2010. Y sólo tardamos dos años en recuperar el nivel de actividad económica registrado a finales de 2008. Así, a finales de 2010, nuevamente estábamos en aquel buen nivel de dos años anteriores. Siete años los vecinos en su anterior crisis. Y sólo dos años nosotros. Esto, por cierto, no cancela la idea de la calca. Por curioso que parezca. Bueno, pues en la coyuntura actual –como lo indiqué un poco antes– ellos ya registran 13 meses de tasas negativas en su actividad industrial. Pero a diferencia de 2008 y 2009, son tasas más o menos homogéneas. No cada vez más negativas.

Se trata de una caída industrial menos severa. Y para nuestro caso –y de nuevo por curioso que parezca– el registro mensual de nuestra actividad económica mensual (Igae) sigue con tasas anuales positivas. Modestas pero positivas. Del orden de 2.4 por ciento en promedio, lo que concuerda con las expectativas oficiales de cierre anual de 2016. Pero –y con esto concluyo esta primera reflexión de la marcha económica de nuestros vecinos– no debemos olvidar el tremendo proceso devaluatorio de nuestra moneda en estos mismos 12 meses. Y menos olvidar que en la anterior situación regresiva de la economía vecina, nosotros tardamos varios meses en acusar recibo. Tampoco olvidar que –para bien y para mal– el precio del crudo sigue subiendo. No sugiero más que ser prudentes respecto de las estimaciones de nuestra evolución económica en 2017 y 2018. A más de advertir un inminente proceso de revaluación de nuestra moneda que también pudiera tener efectos recesivos. Estos puntos –situación cambiaria, precio del petróleo y evolución del ciclo industrial estadunidense– nos obligan a observar con mayor detalle otras características de la economía vecina que pudieran alentar o inhibir su recuperación industrial.

Se trata –como he intentado sugerirlo en esta nota– de un nexo que también, para bien o para mal, ya está totalmente internalizado en nuestra economía. De ahí la importancia de su estudio. Sin duda.