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Ver día anteriorMartes 6 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La evaluación del evaluador
L

a campaña permanente y estridente de los voceros del régimen y los poderes fácticos contra el magisterio rebelde, reduce la oposición militante a la mal llamada reforma educativa a dos enunciados falaces: a) los profes defienden sus privilegios, y b) los maestros se niegan a ser evaluados.

Hablemos, pues, de evaluaciones. Estamos dejando pasar un tema de primordial importancia: el principal impulsor público, formal, mediático de esa reforma y de la evaluación punitiva que la acompaña, Enrique Peña Nieto, cometió la peor trampa posible (fraude o robo, que se llama plagio) en la más importante de las evaluaciones a que se sometió en su vida profesional. La peor trampa, la más inaceptable, causal de expulsión en cualquier universidad, causal (ya hay precedentes) de que le sea retirado el título obtenido, causal en otros países de renuncia o despido de cargos públicos (incluso, aquí mismo hay precedentes). Trampa que incluso configura un delito, como mostró Luis Fernando Granados.

He corroborado el plagio. Es tan flagrante y de tal magnitud que sólo puede ser minimizado por quienes están obligados a defenderlo por encima de lo que sea (como Aurelio Nuño, José Antonio Meade o el desvergonzado magistrado Eduardo Alfonso Guerrero, director de aquella tesis) o por quienes desconocen qué es una tesis. Cuando el mismo Peña dijo (en un acto mediático de cara a las teleaudiencias, magníficamente analizado por Bernardo Ibarrola), trastabillando entre frases que parecían memorizadas, Nadie puede decir que plagié mi tesis, hace a un lado a las decenas de analistas y los cientos (miles ya) de académicos universitarios que ya hemos corroborado y condenado el plagio de diversas maneras (aquí un ejemplo).

Muchos analistas han refutado también su pueril pretexto (que parece haberle sugerido el magistrado Guerrero), según el cual, en 1991 solían perderse las comillas y las referencias en la transcripción del manuscrito de tesis a la versión mecanografiada y de ahí a la imprenta… como si los académicos no hubiésemos revisado tesis anteriores a 1991; como si muchos analistas no hubieran defendido sus tesis antes de 1991.

Todos los críticos de la tesis en cuestión tienen razón y se quedan cortos, como corto se queda el volumen o porcentaje de párrafos plagiados documentado por Aristegui… pero antes del análisis cuantitativo quisiera ir al cualitativo. Empecemos con la Semblanza biográfica del general Álvaro Obregón (páginas 88-96 de su tesis), donde Peña plagia a un autor, Alberto Morales Jiménez (Hombres de la Revolución Mexicana, México, Inehrm, 1960, pp. 183-191), sin añadir una palabra de su cosecha (ni entrecomillar ni referir a pie de página, señor magistrado Guerrero) de la página 88 a la 91; y entreverando ese plagio con el de otras dos obras a partir de esa página. Al final, tras plagiar palabra por palabra nueve páginas enteras, menciona al pie dos de los tres textos plagiados, en flagrante violación de las reglas elementales de cualquier trabajo escolar de un estudiante universitario, no digamos de una tesis.

Peña omite cualquier referencia a los historiadores críticos de la Revolución Mexicana. Presenta a su personaje central plagiando fundamentalmente a un autor que comulgaba con la visión priísta: una historia lineal, que elimina el conflicto y la pluralidad y conducen los grandes hombres, las individualidades señeras que emergen de tanto en tanto, empujando al progreso a un pueblo emotivo, sentimental, traumado….

Si plagió palabra por palabra, ¿aparece Peña en alguna parte? Quizá: en la selección de los autores que plagió (insistiremos en ello) y quizá también, en los párrafos que no plagia. Así, en este primer fragmento seleccionado, encontramos líneas de Morales Jiménez que Peña omitió en su transcripción (plagio) literal: a) tan vigorosa era su personalidad que el clero creyó que suprimiendo su vida, como lo hizo el fanático José de León Toral, mataba a la Revolución (cinco páginas después Peña vuelve a suprimir el adjetivo fanático, aplicado a León Toral); b) suprime el pasado de Obregón como herrero, mecánico, molinero; c) elimina la referencia a Regeneración, periódico de los Flores Magón; d) elimina la autocrítica, en que Obregón, con singular franqueza confesaría sus debilidades y errores (dice Morales Jiménez); e) omite la referencia a la crónica de Djed Bórquez (Juan de Dios Bojórquez) que lo hubiese obligado –horror– a citar a pie de página, y f) suprime un retórico elogio de Pancho Villa “guerrillero divino… todo un general por los cuatro costados”.

Al plagiar, se pintó de cuerpo entero como un joven refractario a la normatividad universitaria, a la ética y a la honestidad… de verdad, este hombre, que plagió su tesis, que hizo trampa en la evaluación académica más importante de su vida, ¿pretende imponer a otros una evaluación punitiva?

Twitter: @HistoriaPedro

Blog: lacabezadevilla.wordpress.com