Opinión
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México SA

Deuda: 50 por ciento más

Intereses por 1.3 billones

Pagos, de aquí al año 2115

D

e mal en peor, el gobierno peñanietista una vez más es puesto en la picota, y al siempre alegre discurso oficial se opone una realidad arrasadora. En esta ocasión –como en tantas otras– el motivo es el acelerado cuan peligroso endeudamiento nacional, el cual, dicho sea de paso, sólo ha servido para pagar intereses y comisiones en beneficio del sector financiero nacional y foráneo.

En el transcurso de la actual administración el saldo de la deuda federal pública se incrementó en cerca de 3 billones de pesos (5 por ciento más que el cierre calderonista), y con todo la economía se mantiene estancada, el bienestar social en picada, el empleo poco y muy mal pagado y, en fin, el desarrollo en el suelo.

Lo más aterrador es que, de acuerdo con las más recientes cifras de la Secretaría de Hacienda (la dependencia del Ejecutivo encargada del tema), entre enero de 2013 y junio de 2016 el gobierno ha pagado alrededor de un billón 300 mil millones de pesos sólo por intereses de la deuda interna y externa, y a pesar de ello el débito no deja de aumentar.

En el periodo citado la deuda pública federal (la estatal y municipal se cocina aparte, y supera los 500 mil millones de pesos) aumentó alrededor de 3 billones de pesos y se pagaron intereses por un billón 300 mil millones, es decir, el equivalente a 43 por ciento del débito interno y externo contratado por el gobierno peñanietista, todo facturado a los mexicanos.

Así, de cada dólar y/o peso de nueva deuda externa e interna (la obtenida durante la actual administración), el gobierno erogó 43 centavos por intereses, de tal suerte que a estas alturas el débito nacional tendría que registrar, cuando menos, alguna reducción en su saldo.

Sin embargo, ha sucedido exactamente lo contrario: dicho saldo crece a galope, año tras año, y también el pago de intereses. De hecho, desde que Enrique Peña Nieto se sentó en Los Pinos el débito se incrementó el equivalente a 11 puntos porcentuales del producto interno bruto, al pasar de 36.4 por ciento en 2013 a 46.9 por ciento en junio de 2016, y contando.

Una locura, especialmente por lo citado líneas arriba: esa catarata de dinero no ha repercutido en el bienestar de los mexicanos ni ha sido un impulso económico –mucho menos para el desarrollo–, amén de que cerca de 43 por ciento del total contratado por EPN y sus buenos muchachos se ha destinado al pago de intereses (si se incluyen las comisiones cobradas por los intermediarios financieros y los gastos de compromiso –que Hacienda no especifica–, entonces tal proporción se eleva a 45 por ciento).

La Jornada publicó, bajo la firma de Roberto González Amador, que la agencia Standard and Poor’s (S&P) redujo de estable a negativa la calificación sobre la posibilidad de impago de la deuda del gobierno mexicano y abrió la posibilidad de bajar la nota si no hay una reducción en los pasivos del sector público federal.

Las calificaciones de deuda –como bien puntualiza González Amador– son un indicador de la probabilidad de impago de obligaciones por parte de gobiernos y empresas. A mejor calificación, menor el costo del financiamiento que reciben. México tiene el llamado grado de inversión de las principales calificadoras. Reducir a negativa la perspectiva indica que es más probable que baje la calificación.

Tiempo atrás el Fondo Monetario Internacional hizo pública su preocupación por el aumento observado en el endeudamiento de México, y detalló que el débito público creció en los últimos años hasta alcanzar un nivel sin precedente.

El fabuloso ministro del (d) año obviamente rechaza tales señalamientos, y asegura que “la deuda del país no representa un riesgo para las finanzas públicas; por el contrario, está en niveles comparativamente bajos. México es un país con bajo endeudamiento si nos comparamos con nuestros vecinos, que tienen niveles significativamente superiores… la deuda mexicana no sólo es sostenible, sino bien calificada”. Pues bien, ya ni esto último.

Enrique Peña Nieto heredó una deuda (de Calderón para atrás) cercana a 5 billones 891 mil millones de pesos; 43 meses después (hasta junio pasado) el saldo creció a 8 billones 850 mil millones de pesos, es decir, se incrementó 50 por ciento entre diciembre de 2102 y el sexto mes de 2016, mientras en ese periodo el avance de la economía promedió 1.9 por ciento.

¿Dónde quedó ese dinero? Pues el 43 por ciento de los 3 billones de nueva deuda regresó a los bolsillos de los prestamistas, los mismos que, además, cobraron sus respectivas comisiones, que no son cualquier cosa: 15 mil 500 millones de pesos por deuda interna y 721 millones de dólares (alrededor de 13 mil 500 millones de pesos al tipo de cambio actual) por deuda externa (las cifras incluyen los gastos de compromiso.

Así es: además de colocar 3 billones de pesos en créditos, la banca comercial (especialmente), los organismos financieros internacionales y demás partícipes en estos enjuagues, cobran intereses billonarios, más comisiones y gastos. Y al deudor no se le ocurra incumplir con la fecha de pago, porque los moratorios aún son peores.

Entonces, para el pago de intereses, comisiones y los citados gastos (que en ese renglón pueden justificar cualquier cosa), de las arcas nacionales salió un billón 334 mil 500 millones de pesos, y el saldo de la deuda pública rompe récord un mes sí y el siguiente también, mientras todo lo demás se mantiene estancado o de plano en el suelo.

Es un verdadero exceso, pero como es costumbre que el gobierno cometa uno tras otro, la información de la Secretaría de Hacienda reconoce que al siguiente inquilino de Los Pinos le hereda pagos sólo por deuda externa superiores a 16 mil millones de dólares (siempre y cuando ese débito no crezca de aquí a 2018, lo cual es impensable por el ritmo que lleva el ministro) tan sólo en el primer trienio del sexenio.

Y proyecta que entre 2022 y 2115 el gobierno (si para ese entonces aún queda algo de país) deberá pagar deuda externa por 65 mil 180 millones de dólares, aunque será muchos más, porque el débito no deja de crecer.

Y la Secretaría de Hacienda es tan generosa que ya tiene empeñado el futuro de las siguientes cuatro o cinco generaciones de mexicanos.

Las rebanadas del pastel

De ese tamaño es el éxito alcanzado y no hay nada que modificar, porque vamos por el rumbo correcto (según frase de batalla utilizada de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto).

Twitter: @cafevega