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Los asiduos celebraron con tributo a Cantinflas, coronación de la reina y orquestas en vivo

California Dancing Club, 62 años de ser epicentro de la diversión semanal
 
Periódico La Jornada
Martes 2 de agosto de 2016, p. a10

El California Dancing Club festejó 62 años de ser epicentro de la diversión semanal para miles de variada extracción.

El domingo, en lo que empezó como tardeada y se estiró a pasada la medianoche, el populacho se dio cita para entrarle al lustre de loseta. Como en cada aniversario, la propietaria, Mariana de la Cruz, aprovechó el momento para rendir modesto tributo a algún personaje de la farándula.

Esta vez el honor fue para Cantinflas, que si bien no fue asiduo al jacalón de Calzada de Tlapan, sí hay testimonio de que alguna vez puso pie ahí, a juzgar por una fotografía sin fecha en el pasillo de la entrada, en la que el mimo aparece con otros que ya también rindieron tributo a la Madre Tierra: Resortes y Clavillazo.

Eduardo Moreno Laparade, sobrino del cómico de la gabardina, recibió una placa alusiva.

El califa, como en el caliche popular es conocido el amplio salón, comenzó a ofrecer solaz y esparcimiento el domingo 11 de abril de 1954, cuando fue su fantástica y regia inauguración, como rezan los volantes que aún se conservan, con un carnet con las más renombradas orquestas de la W, en referencia a la radiodifusora que en aquel entonces servía de plataforma para enviar al estrellato a quien tuviera una pizca de talento artístico. Larry Son, Chucho Rodríguez, Galileo Dennis y la orquesta doble de Alfredo Castañeda proporcionaron la música aquel día, cuando los caballeros pagaron tres pesos y las damas 50 centavos. Para este aniversario los caballeros desembolsaron 150 del águila y las damas accedieron sin costo, y la alineación orquestil, si así puede decirse, incluyó a conjuntos sonsoneteros  que dejan en entredicho su calidad musical, pero que gustan a la concurrencia de aquí y de allá, pues dicen que hasta en Centroamérica se escuchan sus éxitos disqueros.

Una soberana con varita

Fueron una docena pero, por sólo mencionar a tres, Llairas, Yaguari y Papis. No podía faltar la coronación de una reina, y ella fue Lucero Tlahuetl, vocalista de Gigantes de Acero, a quien le dieron su tiara de fantasía y su varita mágica.

La soberana demostró hechuras al interpretar con la flauta transversa la introducción del Lago de los Cisnes, pieza que sus acompañantes se encargaron de reducir a escombros.

La concurrencia recibió su delgada rebanada de pastel y algunos hasta un calendario alusivo a la conmemoración. Quizás algunas parejas bailaron, bailaron y bailaron, y por la mañana acabaron oliendo a Jardines de California.