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El cineasta prestó al LACMA más de 400 artefactos de su acervo de obsesiones sobrenaturales

Exhibirán en Los Ángeles la casa de los horrores de Guillermo del Toro

En dos viviendas adjuntas a su residencia tiene más de 10 mil libros, juguetes, obras de arte, utilería y otros objetos macabros

Hay pocas esperanzas de que se lleve a la Ciudad de México: Me hace feliz verlas; cuando entro y la cabeza gigante de Frankenstein no está allí, es horrible

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Guillermo del Toro nació en Jalisco. Es creador de cintas como El laberinto del fauno, Pacific Grim y La cumbre escarlata Foto Medios y Media
The Independent
Periódico La Jornada
Sábado 30 de julio de 2016, p. 8

Los Ángeles.

Cuando Guillermo del Toro era niño y vivía en Guadalajara, su madre les compró un escritorio a él y a cada uno de sus hermanos. El mío era una imitación de un secreter victoriano, recuerda. Tenía mis cómics en los cajones, mis libros y figuras de acción de horror en los entrepaños, y mis escritos y cosas de escribir en el escritorio. Supongo que fue la primera versión de mi colección.

Con el tiempo, el director mexicano de Hellboy, Pacific Rim y La cumbre escarlata ha creado en la pantalla una galería de monstruos y criaturas míticas más distintiva que la de cualquier otro cineasta del género fantástico. Mientras, en el mundo real, también ha pasado la vida acumulando una vasta colección física de recuerdos extraños y maravillosos.

Hoy el secreter está en su residencia familiar en Los Ángeles, pero la colección se mantiene cerca de allí, en dos casas adjuntas llenas con más de 10 mil libros, juguetes, obras de arte, utilería de películas y otros artefactos macabros. Biblioteca de obras de referencia, museo privado, lugar para que llegue la musa, Del Toro llama a su escalofriante segundo hogar La casa desolada, por la novela de Dickens.

Después del éxito de su obra maestra El laberinto del fauno, ganadora del Óscar en 2006, la colección –declara a The Independent– “se siguió expandiendo. Ocupó cuatro habitaciones de la casa y comenzó a volverse un problema. Yo no quería tener todo amontonado; quería clasificar los libros, colgar las pinturas y así. Entonces, allá por 2006 compré la primera de las dos casas que son ahora La casa desolada. Me llevó cuatro años organizarlo”.

A partir del primero de agosto, los fans podrán al fin ver las curiosidades selectas del cineasta en la exhibición Guillermo del Toro: en casa con los monstruos, que abrirá en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA, por sus siglas en inglés).

El cineasta prestó al museo más de 400 artefactos de La casa desolada, que proporcionan una panorámica autobiográfica de sus obsesiones sobrenaturales. Entre los objetos que se exhibirán está un hombre lobo relleno que hizo cuando tenía siete años, un año antes de que tomara la cámara Súper-8 de su papá y empezara a filmar. Hay utilería y otros artículos de sus películas, entre ellas Pacific Rim, El laberinto del fauno, El espinazo del diablo y la serie televisiva de horror The Strain. También, obras originales de artistas como HR Giger, Edward Gorey, Arthur Rackham, Robert Crumb y Moebius.

Quizá la joya de la corona sea la enorme cabeza de Frankenstein que normalmente pende sobre el vestíbulo principal. Los objetos en la muestra del LACMA son sólo la punta del iceberg, afirma. Tal vez 10 por ciento de lo que hay en la casa, que todavía se ve muy llena, pero para mí un estante que tiene sólo libros, sin figuras de acción, es un estante vacío.

Del Toro trabaja en su próximo filme, The Shape of Water, romance sobrenatural situado en la guerra fría. Sigue muy involucrado en The Strain, la cual creó en colaboración, basado en su trilogía de novelas de vampiros. Produce una secuela de Pacific Rim y una puesta en escena musical de El laberinto del fauno.

Intento bajar la intensidad en los múltiples proyectos porque me ponen muy neurótico y no me permite tomar muchos respiros, comenta.

Por fortuna, La casa desolada no lo distrae del trabajo: es su recurso más valioso. Escribe en el cuarto de lluvia, que tiene una ventana falsa diseñada para dar la impresión de que una tormenta azota los cristales, una especie de atajo hacia los mundos de melancólica fantasía en los que transcurren sus películas. El edificio alberga una colección de 7 mil películas en Blu-Ray y devedé y 13 diferentes bibliotecas, cada una con volúmenes de una materia específica. Es una biblioteca de trabajo, señala el director. “Cuando diseñábamos las criaturas para Pacific Rim, subía a los estantes con temas de historia natural y buscaba fotos de tiburones o monstruos de las profundidades. Cuando diseñábamos Allerdale Hall (la casa embrujada en La cumbre escarlata), tenía libros de arquitectura victoriana.”

Del Toro estima que pasa 90 por ciento de su tiempo en La casa desolada, acompañado por figuras de cera de sus inspiraciones históricas y ficticias favoritas, entre ellas Edgar Allan Poe y HP Lovecraft (el proyecto que apasiona al cineasta y que tal vez nunca verá cristalizado es una adaptación de la novela breve de Lovecraft At the Mountains of Madness).

Para empezar, tenía personas que venían a ayudarme a sacudir el polvo cada semana, pero rompieron algunas esculturas que no he podido reponer, así que ya no lo hago. A una escultura le rompieron el dedo y ya se pegó, pero quedó una fisura del ancho de un cabello y cada vez que paso por allí pienso en la fisura.

Su familia tiene una relación de amor-odio con su colección, reconoce.

“A mi esposa le gusta. Cuando estamos juntos en Los Ángeles nos quedamos en La casa desolada. Pero mis hijos son ambivalentes, por decir lo menos. A mi hija más pequeña no le gusta: los monstruos la asustan”.

Al salir de Los Ángeles, a finales de noviembre, la exhibición itinerará hacia el Instituto de Arte de Minneápolis, en Minnesota, y a la Galería de Arte de Ontario, en Toronto. Del Toro ha estado en pláticas para que la gira continúe hacia la Ciudad de México, París, Barcelona y Londres; sin embargo, los fans en esas ciudades podrían sufrir un desencanto.

Me sentí muy contento con la exposición en abstracto, expresa. “Pero el día que en verdad vinieron a la casa y se llevaron los objetos, fue muy pesado. Detuve todas las pláticas. ‘No quiero que siga viajando’, dije. Y no quiero pasar cuatro años sin mis cosas. Hay ciertas figuras en la casa que me encanta mirar. Me hace feliz verlas cada día. Cuando entro y la cabeza gigante de Frankenstein no está allí, es absolutamente horrible.”

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya