Editorial
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Preguntas en San Juan Chamula
S

i hay en el país algún espacio donde los experimentos de ingeniería política resultan ejercicios peligrosos, es el municipio de Chamula, en la zona de los Altos de Chiapas. Porque ese, precisamente, parece ser un componente a considerar en el episodio que tuvo lugar ayer en la cabecera de dicho municipio, donde una confusa balacera produjo, hasta anoche, un número indeterminado de víctimas, entre ellas, el alcalde y el síndico de la localidad. ¿Qué quiere decir, en este contexto, ingeniería política? La expresión designa el despliegue de un sistema orientado a aprovechar (o en su caso fomentar) las tensiones y contradicciones existentes en un grupo social, con la finalidad de obtener beneficios políticos ajenos a los intereses de dicho grupo.

No hace falta mucho para desatar un estallido de violencia en la región de los Altos: la larga serie de enfrentamientos que han tenido lugar en ella desde los años 70 –donde se han entretejido en apretada maraña desavenencias religiosas, rivalidades económicas y enconadas pugnas por el poder político–, dejó a esa parte del territorio nacional en un estado de conflicto siempre latente y en riesgo de perder, en cualquier momento, su precario equilibrio social. Como consecuencia, la vida comunitaria de la población indígena que habita el municipio ha ido experimentando un paulatino proceso de erosión que ha dañado, además de la mera coexistencia, la dinámica de los hábitos y las prácticas colectivas propias de esa población. Y como suele ocurrir, los pescadores gananciosos en ese río revuelto fueron los miembros de la clase política que se han ido sucediendo en los principales cargos públicos de la región y de la entidad.

Los hechos de ayer se producen después de que el día 21 más de un centenar de personas presumiblemente residentes en San Juan Chamula, provistas de algunas armas improvisadas y otras no tanto, arremetieron contra un bloqueo que integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación mantenían en la autopista que une Tuxtla Gutiérrez con San Cristóbal de las Casas. En la acometida que dejó varios lesionados y al menos un docente herido con arma de fuego, contaron con la cobertura (o en otras palabras, con la protección) de elementos de la policía estatal. Después de la violenta irrupción se dijo que los protagonistas de ésta habían sido agricultores, comerciantes y artesanos que veían afectados sus medios de subsistencia a raíz del bloqueo. Sin embargo, el grupo de indígenas que efectivamente se hizo presente en el lugar se encargó de desmentir las versiones, según las cuales iban armados y habían mantenido una actitud hostil frente a los maestros. Oficialmente se dijo que hubo algunos detenidos, pero ninguna autoridad se ocupó de hablar más sobre el tema.

Y luego, casi sin solución de continuidad, uno de los habituales reclamos comunitarios culmina en un cruento tiroteo, en el que se utilizaron, además de armas cortas, fusiles R-15 y AK-47. Es difícil aventurar una hipótesis que explique de manera aceptable el súbito recrudecimiento de la violencia en Chamula, si bien no deja de ser significativo que se presente cuando las acciones del conflicto magisterial alcanzan territorio chiapaneco.

En todo caso, si ambos hechos de violencia están vinculados y obedecen a un desafortunado cálculo de algún sector interesado en desactivar las protestas de la CNTE, cabe esperar que la cordura prevalezca por sobre la impaciencia, la irritación y la tentación de impulsar soluciones de fuerza para problemas que requieren, sobre todo, voluntad negociadora. Por último, cabe recordar que, desde otro ángulo, ya el Ejército Zapatista de Liberación Nacional había advertido, pocos días antes, sobre los riesgos que conllevaría el aprovechamiento irresponsable de la pugna entre el gobierno y la Coordinadora para reavivar eventuales hostilidades contra sus integrantes.