Opinión
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Reflexión electoral
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icardo Anaya, dirigente del Partido Acción Nacional (PAN), declaró en entrevista con Uno-TV (07/06/16) que sin la alianza con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no se hubiera logrado la alternancia en Durango, Quintana Roo y Veracruz. Y dijo también que su partido intentará sacar al Revolucionario Institucional (PRI) de Los Pinos en 2018 e impedir el populismo destructor de López Obrador.

En sus declaraciones se percibe un aire triunfalista que preocupa seriamente de cara a las elecciones presidenciales. ¿Otra vez el PAN en Los Pinos, con Anaya como candidato o con Margarita Zavala o con Moreno Valle? ¡Qué falta de memoria! Se critica a Peña Nieto de no haber ganado la batalla contra el crimen organizado y se olvida que quien le atizó el fuego, dejando una estela de muertos en todo el país, fue precisamente el esposo de la señora Zavala de Calderón. Se olvida también que entre los firmantes del Pacto por México (2012) no hay diferencias sustanciales. El PRI de Salinas de Gortari (neoliberal desde entonces) y el PAN, desde su crisis interna de 1976, no tienen diferencias o, si se prefiere, defienden lo mismo, con algunos matices sin importancia para el presente y el futuro del país. El PRD, por su lado, está peor que antes de estas elecciones. No tuvo triunfos, sólo ayudó al PAN a lograrlos para sí, es decir, trabajó para que el blanquiazul reviviera y remontara el triste tercer lugar en que quedó después de las elecciones de 2012. Sin sus alianzas con el PAN, es decir, con la derecha tradicional del país, su declinación hubiera continuado, de hecho sigue en descenso, pues tampoco se vio que ganara muchos votos en las entidades donde le dio su apoyo a su reaccionario aliado.

Morena, con toda la pena, no impidió que el abstencionismo en la Ciudad de México (casi 72 por ciento) dominara la elección para la amañada Asamblea Constituyente (¿de verdad la CDMX será muy politizada?) En Oaxaca, Veracruz y Zacatecas tuvo un buen papel y luego se ve que mejoró su votación total en comparación con el año anterior. Pero todavía tendrá que hacer una gran labor hacia 2018. Tiene en contra a todos los partidos que sobresalen en estos momentos y a todos los principales medios de comunicación. Y, según ciertos indicios, difícilmente estarán de su lado los partiditos que antes apoyaron a López Obrador y que ahora, en los comicios del domingo, hicieron alianzas con el PRI o con el PAN según su conveniencia para asegurar algunas prebendas y, desde luego, su precario registro oficial.

Algo que debiera preocuparnos seriamente es el conservadurismo ciudadano mayoritario y la muy pobre oferta partidaria del país. Nadie puede ser tan ignorante como para no percibir que las diferencias entre los partidos son casi nulas, con la excepción de Morena que, para decir lo menos, tiene como divisa principal su antineoliberalismo (que en estos momentos es bastante). Ni siquiera la socialdemocracia de ahora, que supuestamente es representada por el PRD, se distingue de los partidos proneoliberales, ni aquí ni en Europa. Sin embargo, un alto porcentaje de la población vota por ellos como si de veras creyera que la alternancia define la democracia y un futuro que pudiera favorecerla en lugar de mantenerla en la pobreza y el deterioro de sus niveles de vida. Si seguimos así, el síndrome de Perú nos alcanzará en 2018, entre una Fujimori y un Kuczynski, o peor todavía, entre un Trump y una Clinton. El conservadurismo de la mayoría de la población, por otro lado, no ayudará a Morena a ganar la Presidencia en dos años. ¿Cómo hacer para que esa misma población sea, digamos, progresista y antineoliberal?

La mayoría de los politólogos que conozco por mis lecturas afirma que las elecciones locales no son un antecedente de lo que serían los comicios nacionales, que deben leerse e interpretarse con distintos criterios. Puede ser, pero quienes participaron en estas locales sí pensaron que lo que ganarían o perderían le daría indicios de lo que probablemente obtengan dentro de dos años. Y puede ser que tengan razón, ya que estas elecciones movilizaron hacia las urnas a alrededor de 37 millones de ciudadanos y el mapa de colores, cuando tomen posesión los nuevos gobernadores, será distinto al que había antes del 5 de junio. El PRI perdió varios estados y el PAN obtuvo más de los que esperaba; algo cambió sin duda. ¿Será esta la tendencia hacia la presidencial? Difícil saberlo, la ciencia política no tiene bola de cristal. Lo que sí sabemos es que la volatilidad de los votantes es una característica de los tiempos que vivimos y que aquellos no se inclinan a la izquierda. Un panorama poco optimista.

rodriguezaraujo.unam.mx