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Economía Moral

El derecho al ingreso ciudadano universal/ III

La ruptura trabajo-ingreso es inevitable ante otras rupturas ya efectuadas

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a conclusión a la que llegué en la entrega del 6/5/16, que el ICU (ingreso ciudadano universal) es la única solución ante los éxitos tecnológicos del capitalismo, que se aceleran exponencialmente, y que de manera generalizada van remplazando el trabajo humano (manual e intelectual) por sistemas automatizados, requiere contextualizarse, pues forma parte (y es causa de) otras rupturas. Antes de ver las otras rupturas recordemos que las transferencias monetarias (TM), que rompen la liga trabajo-ingreso, se han legitimado a los ojos de la opinión pública en México, primero las condicionadas (que remplazan el trabajo con otras tareas que le exigen al beneficiario) y focalizadas (a la pobreza extrema), y luego las incondicionales y universales, que sólo son vistas como legítimas en México cuando se otorgan a grupos ‘merecedores’ (ancianos, discapacitados, niños, etcétera). El salto que falta es la generalización de su legitimidad a los grupos no merecedores (véase entrega del 6/5/16). Si la liga ingreso-trabajo es tan vieja como la maldición que Jehová impone a la especie humana al expulsarla del paraíso: ganarás el pan con el sudor de tu frente, el acceso a ingresos sin trabajo sigue predominando cuando los beneficiarios son grupos de pobres merecedores. El seguro de desempleo, instituido en el primer mundo a consecuencia de la Gran Depresión de los años 30, sin embargo, incluyó a los varones adultos de cuerpo sano que, involuntariamente, hubiesen perdido el empleo. Se vuelven temporalmente merecedores, pero se les exige que muestren su voluntad de trabajar buscando activamente trabajo, y el pago tiene un límite temporal. Esta última barrera se está rompiendo en algunos países como Finlandia, Suiza, Holanda, que están avanzando (véase entrega del 29/4/16) hacia la implantación del ICU para toda la población o, al menos, debatiéndolo ampliamente.

El cambio tecnológico había roto –desde el siglo XIX, pero sólo fue visible para el genio de Marx, y ahora lo es para casi todos– la liga trabajo-riqueza. Sinteticé un pasaje poco analizado de los Grundrisse (Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Siglo XXI editores, México, vol. II, pp. 227-230) haciendo notar que marca el límite objetivo del capitalismo (cito fragmentos):

“1) El capitalismo (producción de valor) se rige bajo el supuesto que el monto del tiempo de trabajo es el factor decisivo en la producción de la riqueza. 2) Pero con la gran industria la creación de riqueza se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo y más del poder de los agentes puestos en movimiento, poder que depende sólo del avance de la ciencia y la tecnología… 6) El pilar deja de ser el trabajo que es remplazado por el desarrollo del individuo social que se apropia la fuerza productiva general (comprensión y dominio de la naturaleza) …11) Reducción al mínimo del tiempo de trabajo necesario. 12) Al tiempo liberado y a los medios creados para todos, corresponde la formación artística y científica y el desarrollo de las individualidades. 13) El capital es la contradicción viva: mientras reduce al mínimo el tiempo de trabajo, lo considera como la medida y fuente únicas de la riqueza. 14) Despierta a la vida los poderes de la ciencia para que la creación de riqueza sea independiente del tiempo de trabajo, pero quiere medir con él las gigantescas fuerzas sociales creadas…17) Las máquinas son órganos del cerebro humano creados por la mano humana: fuerza objetivada del conocimiento; el desarrollo del capital fijo revela el grado en el cual el general intellect, que es ahora la fuerza productiva central, controla las condiciones del proceso social.” (Límites objetivos del capitalismo, múltiples tendencias que anuncian el fin del capitalismo, y paradoja de Lauderdale, revista Mundo Siglo XXI, CIECAS-IPN, núm. 37, vol. XI, 2015, pp.13-14

Los capitalistas producen bienes y servicios para la venta con el propósito de obtener ganancias. En la teoría económica hegemónica, e incluso en la marxista, donde las dos ligas que están rotas (o rompiéndose al menos) se manejan como si no hubiesen cambiado y, por tanto, suponen que para producir más riqueza los empresarios necesitan invertir más, y que ello no sólo creará más capital fijo, sino también más empleos. Por tanto, suponen que el crecimiento económico, medido por los aumentos en el PIB, genera más empleos. Estas tres variables estarían, por tanto, asociadas en el tiempo: a más inversión, más empleos y más riqueza creada. Sin embargo, en la medida que la economía se está automatizando, mucho más allá de lo que previó Marx, la inversión moderna es en robots, software y similares que generan muy pocos empleos y que, crecientemente, desplazan empleos existentes. Para dar un ejemplo, Caminos y Puentes Federales de Ingresos ha estado automatizando parcialmente el pago en sus autopistas y puentes de pago. Si invierten más, completarán la automatización (como se hizo desde el principio en los segundos pisos de la Ciudad de México) y desplazarán muchos miles de trabajadores. La ruptura trabajo-riqueza lleva pues a la ruptura de la liga inversión-empleos y crecimiento-empleos. Cuando en una fábrica, tienda u oficina, se requiere reponer la maquinaria, no se la sustituye con maquinaria similar, sino con sistemas más automatizados, aumentando la producción y eliminando empleos. (ver gráfica que muestra que el empleo crece mucho más despacio que el PIB en EU).

La consecuencia más destacada de la expulsión del paraíso es que ahora el Homo sapiens tiene que obtener sus alimentos trabajando, sudando. Fueron expulsados del mundo de la abundancia al de la escasez. Trabajar, por tanto, se convirtió en elemento central de la ética judeo-cristiana (trabajar seis días a la semana y descansar el séptimo). No trabajar se volvió sinónimo de ser vago y vicioso. Pero la automatización hace que una proporción creciente de los adultos no pueda conseguir empleo formal estable y que, por tanto, no pueda cumplir con la ética del trabajo, volviéndola inaplicable. Como dijo André Gorz:

“Se ha instalado un nuevo sistema que tiende a abolir masivamente el ‘trabajo’. Restaura las peores formas de dominación, subyugación y explotación al forzar a cada uno a pelear contra todos los demás para obtener el ‘trabajo’ que está aboliendo. Pero no es la abolición del trabajo el principal reproche que hay que hacerle al capitalismo, sino el pretender perpetuar, como obligación, como norma, como fundamento irremplazable de los derechos y la dignidad de todos, ese mismo ‘trabajo’, cuyas normas, dignidad y posibilidad de acceso tiende a abolir” (Miserias del presente. Riqueza de lo posible, Paidós, 1997, p.3).

En los puntos 11 y 12 del resumen de los Grundrisse se expresa la liberación del tiempo (la otra cara de la moneda de la abundancia) y las posibilidades de florecimiento humano que ello traería, lo que no es otra cosa que la vuelta al paraíso, un paraíso humanizado y de nivel superior al perdido. Todo ello no es posible en el capitalismo a menos que se establezca el ICU.

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