Opinión
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Contaminación del aire y promesas incumplidas
L

a mala calidad del aire en la megalópolis cuestiona los frutos de varias políticas anunciadas como parteaguas en la vida nacional. En primer término, el Plan Nacional de Desarrollo Urbano, responsabilidad de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), creada en enero de 2013 en beneficio de los 120 millones de habitantes del país. Hoy está a cargo de la señora Rosario Robles. Al fin un ente gubernamental con facultades y presupuesto suficiente para evitar que México siga a la deriva en cuanto a los conflictivos y espinosos asuntos agrarios y, a la vez, poner orden al anárquico crecimiento urbano que padecemos y se manifiesta en una movilidad caótica, costosa en términos económicos y sociales y muy dañina para la salud de quienes habitan las metrópolis cuyo eje central son las ciudades de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, León, Tijuana y Toluca. Pero la Sedatu gasta más en publicidad que en lo que por ley debe hacer.

Por lo que hace a la ciudad de México, está en marcha la nueva política de movilidad. Una forma de mejorar la circulación vehicular en beneficio de la población, que en su inmensa mayoría utiliza para su traslado el transporte masivo gubernamental y el concesionado, sobresaturados. La realidad muestra que dicha política de movilidad no funciona y está completamente desconectada de la zona conurbada, en la que viven mucho más habitantes que en la capital y tiene todavía mayores problemas en dicho campo. Con el agravante de que millones de pobladores de la periferia utilizan los servicios públicos de la ciudad, pues en ella tienen sus fuentes de trabajo y estudio y adquieren parte de los bienes que necesitan.

Sin una estrategia de crecimiento urbano sustentable, los problemas se han acumulado sexenalmente. Hoy, las más importantes están en crisis. Ante la carencia de un transporte público moderno y suficiente se impone el uso del automóvil, cuyo número aumenta en todo el país. Prueba de ello es que, por vez primera en la historia, el pasado abril fue el mes que más automóviles se vendieron: 124 mil, casi 25 por ciento más que el mismo mes de 2015. El motivo: mayores facilidades de compra. Ese crecimiento desmiente lo afirmado por algunos empresarios, de que el doble Hoy no circula desalentó la compra de coches.

Tener más de 2 millones de automóviles diariamente fuera de circulación en la megalópolis y reducir la actividad industrial por las precontingencias ambientales no logró un aire menos contaminado. Según las autoridades, porque al bióxido de azufre, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, ozono y las partículas provenientes de autos e industria se sumó mayor calor e intensa radiación solar. Mientras el titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Rafael Pacchiano, afirma que la culpa de lo que pasa es de todos, se descubre que es una tomada de pelo el calificado gran logro al darlo a conocer en 2011: el acuerdo de cooperación ambiental entre el Distrito Federal y el estado de México. Se trata del Programa para Mejorar la Calidad del Aire. Ha sido una burla a la ciudadanía y una estafa de quienes cobran por hacerlo efectivo, pues de las 105 metas fijadas, apenas seis se consideran cumplidas. A lo anterior se agrega el lamentable desempeño que en pro de un aire limpio ha tenido la Semarnat, entregada por el gobierno y el PRI en bandeja de plata a ese negocio familiar que es el Partido Verde. Mientras Pacchiano declara a diario para explicar lo inexplicable, se publica que gasta más por el alquiler de sus oficinas (150 millones de pesos al año) que en políticas para mejorar la calidad del aire: apenas 43 millones.

Mientras el gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, anuncia una inversión millonaria para el rescate y transformación de la zona metropolitana de Guadalajara, que tenga como prioridad la calidad de vida de peatones y usuarios del transporte, en la Ciudad de México las obras para garantizar la movilidad ciudadana levantan la inconformidad generalizada. Como en varias colonias de las delegaciones Cuauhtémoc y Benito Juárez, donde dichas obras significan más cemento y tránsito lento que movilidad.