Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de mayo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Lunes laboral
A

ntes de atender la invitación que mi amigo, el doctor Rubén Gallo, me hizo a hablar sobre mi novela en la Universidad de Princeton el mes pasado, tuve ante mí un día completo para pasear en la ciudad de Nueva York.

A pesar de que era el invierno y de mi tendencia a la inacción, salí temprano del hotel céntrico en el que me hospedaba y bajo una leve nevada me lancé de botas y una muy buena chamarra a caminar por la Quinta Avenida. Por primera vez en mi vida ni siquiera pensé en ver aparadores, no digamos entrar a ninguna tienda (salvo si acaso librerías), liberada de la falsa obligación de ser una mujer al día y de su tiempo específicamente por lo que hace al aspecto. Alcé la cara con todo y capuchón en la cabeza y dejé que la nieve me cayera en la cara. Feliz y ligera me detuve en Rockefeller Center y seguí mi camino hasta la Biblioteca Pública, adonde subí la escalera flanqueada por los leones y entré dispuesta a recorrer los pasillos de un extremo a otro y asomarme a cuanta puerta abierta me topara, salones silenciosos con libreros y mesas en las que había gente leyendo y escribiendo. La sala principal sigue cerrada por remodelación, así que acabé un rato en la tienda de la Biblioteca, hojeando libros. De ahí llegué a la Catedral de San Patricio, que también recorrí, aunque ahí sí caí en la tentación de sentarme al menos un momento en una banca con el fin expreso de hacer conciencia de que estaba visitando esa iglesia con la que frecuentemente sueño, sin saber por qué. Atendí parte de una ceremonia que estaba en marcha y pronto salí una vez más a caminar, siempre bajo la nieve. No tardé en alcanzar el Parque Central y en no vacilar en aceptar, si no al primer cochero que me ofreciera sus servicios, sí al segundo, con su sombrero alto y su uniforme tradicional, con su carreta adornada con flores y su caballo, de nombre Fidias, en honor al gran escultor griego del siglo V aC. Subí al asiento cubierto de atrás y me acomodé, las piernas arropadas con la cobija roja que me tendió el cochero.

Y fue la vuelta que él me dio por el Parque, comentada mitad en inglés y mitad en un español bien aprendido y bien pronunciado, la aventura principal de mi día, pues el cochero, que se presentó como Martin L’Herault, actor, resultó ser todo un personaje, que alterna su vida de actuación con la de cochero combativo en el Parque Central de la ciudad de Nueva York. Combativo pues, junto con sus compañeros, se ha mantenido firme en su trabajo, contra los intentos del gobierno de acabar con esa atracción de la ciudad. Martin me contó que por esos días actuaba en una obra titulada Cinco presidentes, que se desarrolla durante los funerales del presidente Nixon, ocasión en la que estuvieron presentes precisamente cinco presidentes, entre otros, Carter, que es a quien él representa en la obra de Rick Cleveland (autor, entre otras obras, de la serie de televisión Mad Men) en el Bay Street Theatre, con excelentes reseñas, incluida la del New York Times del 3 de julio de 2015. Así, me enteré de que el actor, que se saludaba con neoyorquinos que encontrábamos en el camino (un vendedor de periódicos, otro, de castañas), tres días a la semana, de día, trabaja de cochero en el Parque Central. Me contó que vivía en el Bronx, donde era vecino de una pareja de latinoamericanos con los que practicaba su español.

Pero cuando terminó el paseo y yo me despedía para ir al Oak Bar del Hotel Plaza (que sigue cerrado por remodelación) a tomar una copa de vino blanco, y de ahí caminar a lo largo del Grandview que atraviesa parques y calles de esa zona por lo alto, Martin L’Herault me contó que el domingo anterior se había desplazado a Atlanta, pues sabía que el ex presidente Carter daba una plática dominical en la iglesia y él quería oírlo y verlo directamente, ya que, repitió, por las noches lo representa en escena. Según esto, Carter, a la vez que se lamentaba de que Estados Unidos fuera el país más guerrero de la historia, sostenía que creía en la bondad esencial del hombre y que esperaba que su país reaccionara y dejara de guerrear. Al finalizar la plática, Martin se acercó al ex presidente y se identificó como el actor que lo representa en Cinco presidentes. Carter lo felicitó y le estrechó la mano y, por supuesto, accedió a que Martin se hiciera fotografiar a su lado, fotografías que el cochero me mostró en su celular.