Opinión
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Una fichita llamada Felipe González
E

n un libro de su coautoría, el prócer de la izquierda española Felipe González Márquez reconoce, como su título lo indica, que El futuro no es lo que era, que bien leído implica una justificación de por qué se traicionó de manera tan réproba principios fundamentales abrazados en la juventud.

El otro autor, un tal José Luis Cebrián, quien de verdad talló el lápiz para que el otro firmara, hace unos malabarismos de extraordinaria habilidad para mostrar como algo necesario lo que, en términos precisos, puede tacharse simple y llanamente de traición.

No es la primera vez que sucede que, en la medida que la conveniencia personal así lo sugiere, el individuo cambia de chaqueta, pero también es cierto que pocas veces, como en este caso, el nuevo modelo resulta totalmente opuesto al anterior. Ello no tiene más explicación que la postura original era ficticia.

Aquel hombre que en su momento ganó fama de interesado en la reivindicación de los más amolados y en enfrentar las injusticias se ha convertido en un sujeto reaccionario a más no poder. Confirma con ello aquel aserto de que lo más parecido a un español de derecha es un español de izquierda o viceversa…

Quien lo conocía muy bien lo anunció cuando durante su gobierno el señor González gustaba de pasear en aquel emblemático yate en que el generalísimo Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios, salía periódicamente a pescar, mientras sus esbirros torturaban y mataban a placer…

Nada raro suena ahora que González se haya abrazado a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con tal entusiasmo ni que en su momento enviara tropas al golfo Pérsico y a volar a Nicolás Redondo, quien había sido su padrino. Tampoco, como se ha sabido con precisión recientemente, que tuviera a bien fomentar desde su alta investidura aquella terrible GAL, de corte neofascista, que bajita la mano también se dio vuelo matando disidentes. De la corrupción que se había entronizado al finalizar su gobierno, ni hablar…

Lógico es que el cobre lo haya enseñado cuando dejó el gobierno. De las primeras muestras de su vocación derechista fueron aquellas propuestas que hizo a su contrario, el neofranquista José María Aznar, de formar un frente común contra las nacionalidades reconocidas plenamente por las leyes. En este sentido, sin que viniera a cuento, saltó a la palestra en calidad de criada lambiscona en contra del proceso catalán. Por cierto que le fue como al perro de la tía Cleta.

Pero lo más repugnante ha sido su servilismo a grandes capitales de muy diversa ralea incrustados en América Latina, que lo ha llevado, entre otras cosas asaz vergonzosas, a arremeter contra los gobiernos venezolanos.

Dejemos claro que, a pesar de que tales personajes no son santo de mi devoción, entre lo que han sido y considerarlos peores que Pinochet hay un mundo de diferencia y una enorme dosis de cinismo. Para empezar, llegaron por la vía de las elecciones y con votos la han ido llevando. No es necesario recordar el método pinochetista.

Pero la cereza gonzaliana fue la reciente loa al esbirro número uno del franquismo, aquel almirante Luis Carrero Blanco, que era la mano más pesada del franquismo y, cuando voló al cielo, ya estaba ungido para perpetuarlo…