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Se quejaba de no recibir reconocimiento de sus pares británicos, porque soy mujer

Zaha Hadid, más grande que la vida y audaz como el bronce

La artista iraquí-británica fue una de las dos únicas superestrellas de la arquitectura del siglo XXI

Nuestra heroína es digna de recibir la Medalla de Oro Riba, expresó el presidente del jurado

The Independent
Periódico La Jornada
Martes 5 de abril de 2016, p. 5

Londres.

Zaha Hadid, mejor conocida en Gran Bretaña como la arquitecta del Centro Acuático Olímpico de Londres, fue una de las dos únicas superestrellas indiscutibles de la arquitectura del siglo XXI; la otra fue el diseñador del Museo Guggenheim de Bilbao, Frank Gehry. En términos de noticias publicadas y puro y simple entusiasmo a partir de 2000, sobrepasó con mucho a todos los grandes arquitectos vivos establecidos, como Norman Foster y Richard Rogers. Hadid, de 65 años, falleció el jueves 31 de marzo tras sufrir un ataque cardiaco en un hospital de Miami, donde recibía tratamiento por bronquitis.

Sencillamente, ellos no poseían el atractivo que ella tenía para los medios, su aura personal de estrella de la televisión, o la estela de su legendaria conducta de diva: el megáfono que usaba de cuando en cuando; la orden a una parte de sus colaboradores de dejar sus oficinas de Clerkenwell porque las sentía demasiado saturadas, y, como yo misma presencié, la manera tan particular en que deseaba que sus asistentes le entregaran sus tazas de café exprés, así como la firme instrucción a su codirector, Patrik Schumacher, de comer más papas cuando almorzara en el Moro.

Perseguir el diseño máximo

Los edificios de Hadid dividían las opiniones como con un cuchillo de carnicero: los colosales giros y dobleces de acero y concreto de su arquitectura, ¿eran composiciones espaciales magistralmente originales, o un diseño de esteroides con auxilio de computadoras?

En Gran Bretaña, ese juicio de una cosa o la otra podía aplicarse a edificios como el Centro Maggies’ de apoyo para el cáncer, en Kirkaldy, Escocia; el Centro Acuático Olímpico, y la Galería Serpentina Sackler, de Londres. Fuera del país, el Museo Heydar Aliev, en Azerbaiyán –una serie de amplias volutas, semejantes a un merengue–, es su diseño más sensacionalmente vasto. Hadid despreciaba lo que llamaba la arquitectura de existencia mínima.

Era indudable que perseguía el diseño máximo. La diseñadora, nacida en Bagdad, creó incluso mobiliario, calzado y otros objetos de lujo, y ninguno más lujoso que la Mesa Glacial Líquida, con valor de 240 mil libras esterlinas, cuya cubierta de acrílico transparente gira como un remolino hacia las patas.

Hadid estudió en la década de 1970 en la Asociación de Arquitectura de Londres, que tiene una preciosa manera de valorarse (su placa azul de identificación proclama: la mayoría de los más grandes arquitectos del mundo estudiaron aquí), y luego estableció su despacho en la capital inglesa. Amaba la ciudad y la cultura británica, y a quienes la consideran la dama de pantomima de la arquitectura les habría enfurecido saber que fue designada dama del Imperio Británico en 2012.

Hasta fechas relativamente recientes, se quejaba de no haber recibido reconocimiento sustancial de sus pares británicos porque era mujer. Yo estuve en su mesa cuando su Centro de Ciencias Phaeno, en Wolfsburgo, no obtuvo el Premio Riba Stirling en 2006. Es porque soy mujer, me dijo. La ansiedad desapareció cuando ganó el Premio Stirling en 2010 y 2011, por el Museo Maxxi, en Roma, y la Academia Evelyn Grace, en el sur de Londres.

Foto
Zaha Hadid (1950-2016), arquitecta iraquí-británica, el 25 de septiembre de 2013, captada fuera de su diseño para una extensión de la Galería Serpentina Sackler de LondresFoto Afp

Hace 15 años, Hadid ya era una diseñadora muy poco común, que suscitaba acalorados debates y era susceptible cuando menos se esperaba. En esos días solía lanzar miradas asesinas y parecía apropiado que su apellido en árabe significara hierro. Luego se suavizó considerablemente. Después de que ganó la ambicionada Medalla de Oro Riba, este año, el presidente del jurado señaló: Sus métodos y tal vez mucha de su sicología siguen siendo mesopotámicos, y no dejan de inspirar miedo, pero sin duda son claros... Aceptémoslo: pudimos haber premiado a otro personaje que lo mereciera y fuera más cómodo. No lo hicimos: premiamos a Zaha, más grande que la vida, audaz como el bronce y sin duda digna de la distinción. Nuestra heroína.

Los adoradores de Zaha Hadid se habrán preguntado por qué el Riba tardó tanto en concederle la Medalla de Oro, cuando ya había recibido el Óscar definitivo de la profesión, el Premio Pritzker, en 2004. El retraso presumiblemente no tuvo nada que ver con que fuera mujer.

Veneración por Óscar Niemeyer

¿Cuáles eran los rasgos distintivos de su arquitectura? Sus primeros diseños de competencia de la década de 1980, para la Cardiff Opera House y el Peak Leisure Club de Hong Kong, presentaban líneas fracturadas de perspectiva que venían hacia uno como balas rastreadoras. Debían mucho a la brillante experimentación del arte supremacista y constructivista ruso de la década de 1920, vía artistas como Kazimir Malevich, Aleksander Rodchenko y El Lissitsky. Esto se ve con absoluta claridad en los ángulos profundamente inquietantes de su primer edificio completo, de 1993, la pequeña estación de bomberos de la fábrica de muebles Vitra, en Weil am Rhein, Alemania.

Su primer proyecto completo, en 2005, fue el vasto Edificio Central de la BMW, cerca de Leipzig, una compactación de planos bastante austera que incluía una línea de producción en la que los BMW pasaban en rieles por arriba de la cafetería para el personal.

Hadid siempre parecía destinada a una grandeza percibida por muchos. Y, con su obligatorio séquito de asistentes, desarrolló una lánguida magnificencia (cobertura de una arraigada incertidumbre hasta hace unos siete u ocho años) que era muy diferente a, digamos, la gravedad cuidadosamente compuesta de Norman Foster.

La arquitectura de Hadid evolucionó y se transformó gradualmente en líneas más fluidas, que evocaban dunas, pliegues de estratos rocosos, caligrafía árabe, e incluso la arquitectura fabulosamente sensual del genio brasileño de la década de 1950 Óscar Niemeyer, a quien ella reverenciaba. La recién completada extensión del Investcorp, en el St Anthony’s College, Oxford –diseñada en parte en homenaje a su finado y muy amado hermano Foulath–, es extremadamente fluida y ejecutada con gran belleza.

Ahora todo el tiempo vemos arquitectas más establecidas, comentó después de ganar la Medalla de Oro Riba. Eso no significa que sea fácil. A veces los desafíos son inmensos.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya