Editorial
Ver día anteriorViernes 18 de marzo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ambiente: la tarea de las autoridades
A

yer, luego de que se anunció la suspensión de la fase 1 de contingencia ambiental en la Ciudad de México –decretada en días recientes por los elevados niveles de contaminación del aire–, el gobierno del estado de México informó que reabrirá en forma temporal sus depósitos a la recepción de residuos sólidos capitalinos. Cabe recordar que las autoridades mexiquenses habían decidido impedir el acceso de unas 8 mil toneladas de basura con el argumento de que de esa manera se evitaría la contaminación ambiental. Tal situación orilló a las autoridades de la CDMX a enviar 2 mil toneladas de basura a rellenos sanitarios de Morelos, lo que colocó a la capital ante el riesgo de una crisis sanitaria de gran escala que coincidió con los días más álgidos de contaminación ambiental. A esa situación, de por sí criticable, se sumó un bochornoso intercambio declarativo entre los ejecutivos mexiquense y capitalino: mientras Eruviel Ávila culpó a los desechos generados en la ciudad de México por la contaminación en su entidad, Miguel Ángel Mancera minimizó en forma poco responsable la restricción para que los camiones de basura accedan a los depósitos mexiquenses.

El jaloneo protagonizado por ambos gobernantes fue una confrontación política que en nada ayuda a la solución y que, en cambio, agrava las complicaciones y riegos consustanciales al manejo de residuos sólidos, y distorsiona la comprensión del problema: las afirmaciones de Ávila Villegas soslayan que muchos mexiquenses tienen en la capital sus centros de trabajo, que contribuyen, por tanto, a la producción de basura, y que el buen manejo de ésta es un factor crucial para la salud de millones de sus gobernados. Por su parte, la administración encabezada por Mancera Espinosa ha puesto de manifiesto una inocultable falta de previsión, planeación y organización ante los diversos diagnósticos que desde hace años se han presentado sobre la obsolescencia y saturación de los tiraderos de la ciudad y la necesidad de que su gobierno –junto con el del estado de México y el federal– explore alternativas viables para el depósito de residuos.

Por lo demás, la basura es sólo una de las expresiones de no sustentabilidad del modelo urbano aún vigente y de sus graves distorsiones y carencias: la centralización, la falta de planificación, el descontrol en la edificación de áreas comerciales y habitacionales, las palmarias deficiencias de los sistemas de transporte público, la voracidad de la industria automotriz, la corrupción en los verificentros y la mala gestión de la vialidad, entre otras.

En estas circunstancias límite, las autoridades estatales, capitalinas y federales tienen ante sí el deber de dejar de lado la defensa de sus respectivos intereses políticos y de emprender, en forma coordinada, una revisión crítica y autocrítica de la situación de la mancha urbana del Valle de México –y de otras grandes ciudades del país– y formular un modelo de desarrollo urbano distinto al actual. Ello implica adoptar medidas heterodoxas, pero inevitables, si es que se desea evitar la gestación de escenarios realmente catastróficos y trágicos. El desafío es de gran calado, sin duda, pero no hay pretexto para no enfrentarlo.