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Capitalismo y colapso climático
E

l aumento y acumulación en la atmósfera de gases con efecto invernadero (GEI) no ha cesado. En febrero la temperatura global (dato crucial del colapso climático antropogénico, CCA) dejó atónitos a climatólogos y analistas, rompiendo los máximos registrados desde 1880 cuando empezaron los registros. En el último cuarto de siglo se generó la mitad de todo el CO2 emitido desde el inicio de la era industrial (1750) y según el World Resources Institute, de 1850 a 2011 EU, el epicentro de la crisis del capitalismo, lanzó 27 por ciento del total de emisiones de CO2, más que cualquier otro país. Por ser un fenómeno de peso antropogénico, se impone una revisión de las fuerzas políticas, sociales y los mecanismos utilizados en el atraso de más de tres décadas en la regulación vinculante de los GEI, asunto investigado por Robert Bruller en Institutionalizing delay (Climatic Change, 21/12/13).

El de Bruller es el primer estudio que investigó, con muestras de la vasta base de datos de la oficina de recaudación de impuestos, el financiamiento por parte de fundaciones conservadoras –con vínculos poco visibles con la industria fósil y sus magnates– de grupos, institutos y centros de acción que niegan el CCA. Detalla cómo esos fondos (poco más de 900 millones de dólares anuales) se usan para oponerse a toda regulación de los GEI y cómo esta eficaz y compleja maquinaria político-cultural de la derecha opera con una tendencia a la ampliación y ocultamiento de las fuentes, recurriendo a fondos de donantes y corporaciones que prefieren el anonimato en una cruzada que rechaza el consenso de 97 por ciento de la ciencia de hoy.

Para apreciar el negacionismo en Estados Unidos es necesario revisar este estudio a la luz de la reciente decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) de pasar a la División Criminal de la FBI la investigación sobre la supresión de la ciencia climática realizada por ExxonMobil durante décadas. Legisladores californianos han solicitado investigar la presunta violación de Exxon de leyes federales por no dar información veraz al público sobre el efecto de sus productos en el calentamiento del orbe, alentando el atraso en la regulación de GEI y en la gestación de catástrofes climáticas.

Los efectos de esa colosal operación de negación del cambio climático se reflejaron en encuestas del Pew Research en la primavera de 2012. A la pregunta ¿creen los científicos que la tierra se calienta por la actividad humana?, 43 por ciento respondieron que no; 12 por ciento no sabían y sólo 45 por ciento respondieron en afirmativo (ibid) reflejando un desconocimiento amplio del predicamento climático. Sin duda la acción del DOJ estaría afectando a la opinión pública ya que evidencia que desde hace décadas Exxon había investigado y sabía sobre el calentamiento vinculado a los GEI y confió en el conocimiento científico al punto de usarlo en su programa de inversión, y que, además encubrió el papel de los combustibles fósiles en el CCA e interfirió en los esfuerzos oficiales para actuar de manera efectiva sobre el fenómeno, todo para proteger sus fabulosas ganancias.

Exxon et al realizaron éstos y otros esfuerzos e iniciativas para evitar toda regulación de los GEI. Logró acceso a la página editorial del The New York Times (NYT) para publicar artículos firmados con su logo sobre los límites del principio de cautela; los altos costos de la regulación medio ambiental, criticando todo subsidio a las energías renovables (solar, eólica), sin mencionar los más de 37 mil millones de dólares públicos en subsidio directo a petróleo y gas, dedicándose al fomento una vasta red de acción negacionista: es lo de que revelan dos investigaciones, una de Inside Climate News y otra de Los Angeles Times.

Desde el otoño pasado las encuestas más recientes realizadas por la Universidad de Texas (Austin, primavera, 2016), revelan cambios significativos en las actitudes de la población sobre el cambio climático. Sheril Kirshenbaum, directora de la Encuesta sobre Energía UT, escribe que quizá fue el clima. O el Papa. O lo irrefutable del dato científico. O quizá una combinación de todo eso. O, agrego, las revelaciones de las investigaciones o los tiempos electorales, lo cierto es que tres de cada cuatro entrevistados ahora aceptan que el cambio climático ocurre, incluidos una mayoría de republicanos. Entre marzo y octubre de 2015 la opinión republicana pasó de 47 por ciento al 59 por ciento y en marzo de 2016 a 54 por ciento. Entre los demócratas ha sido y permanece en 90 por ciento. En breve: la mayoría de la población de Estados Unidos ahora acepta el consenso científico, que el CCA es real y es una amenaza.

El problema es que 59 por ciento de los diputados y 70 por ciento de los senadores republicanos rehúsan aceptar dicho consenso científico por lo que el Congreso de Estados Unidos tiene 182 negacionistas representando a más de 200 millones de ciudadanos de Estados Unidos. ¿Cómo explicar esta anomalía? Bernie Sanders acierta: la clave está en el dinero fósil para el gasto corriente y electoral de los legisladores.

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