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Munal: los modernos
E

sta exposición se encuentra vigente hasta el 3 de abril. Lo primero que uno debe tener en cuenta es que no necesariamente lo moderno corresponde en todos los casos a las vanguardias. Lo expuesto proviene principalmente de dos fuentes: el Museo de Bellas Artes de Lyon y el acervo del propio Museo Nacional de Arte (Munal), que en últimas fechas ha sido objeto de pesquisas que han permitido si no propiamente el rescate, sí la visibilidad y en ocasiones el restauro de piezas que antes o no se habían exhibido, debido a su estado deficiente de conservación, o bien a causa de que las líneas curatoriales no requerían de tales producciones pictóricas o escultóricas.

A esos contingentes se añadieron algunos préstamos entre los que destaco un estupendo desnudo a línea de José Clemente Orozco poveniente del Instituto Cultural Cabañas, el contingente de obras de Alfonso Michel de la colección Blaisten que se cotejaron muy acertadamente (sobre todo una de las naturalezas muertas) con un pieza de Picasso, algunas piezas, entre las que destaca un dibujo de Alva de la Canal que es magistral, más la exhibición en ventana, es decir, en el hueco creado en una mampara transversal de La mujer del pozo que es el anverso de Paisaje zapatista, de Diego Rivera.

Del guanajuatense se exhibe también, entre otras obras, el llamado Joven de la estilográfica, que según la cédula es un retrato de Adolfo Best Maugard, cosa que queda en duda porque a pesar de que la representación cubistoide ofrece a un sujeto elegante, con bigote, un dandy como era Fito, la forma de su cabeza que era muy característica según su autorretrato y según otra pieza del propio Rivera, no ofrece esa morfología, además de que el parecido de los modelos cubistas en su representación, suele ser identificable en la mayoría de casos.

Como homenaje y experticia museográfica me permito destacar una máscara de Germán Cueto, quien entre los artistas mexicanos fue casi el único, además de Rivera, de convivir en la época de las vanguardias en París y de algún modo participar en ellas. Lo digo porque Roberto Montenegro estuvo también presente en Europa en ese tiempo y el cuadro que lo representa: un hombre visto de espaldas que gira su cabeza para hacerla visible, es un pescador mallorquí, nada moderno y se exhibe junto a un pez pintado por Bonnard.

De Bonnard, uno de los pintores más pintores (si cabe la expresión) que dio esa época, se exhiben varias piezas, una de las cuales es joya de la colección de Lyon. Me refiero al Florero posado sobre una chimenea pintado en Le Cannet de 1927. (Le Cannet es parte de Cannes, sitio desde entonces muy privilegiado por el turismo.)

Tuve una plática con tónica de discusión con una amiga que es sin duda entendida de estas cuestiones porque le dije que la compaginación del cuadro La sopera, de María Izquierdo, con una pieza de Morandi, finísima sin duda, no procedía ni tenía nada que ver porque las intenciones de ambos artistas eran opuestas, la sopera (1929) era eso, el endiosamiento de un objeto de metal reflejante en compaginación con otros dos, uno de los cuales contiene huevos.

La pieza de Morandi, que reúne algunos de sus cachivaches predilectos, tiene por objeto fijar relaciones espaciales, cosa que fue su perenne obsesión, y es una obra tardía, de 1955. Morandi fue como un sacristán de sus investigaciones sobre los mismos objetos, María Izquierdo tenía otras ambiciones y aptitudes y aquel seudoprimitivismo que creyó encontrarle Antonin Artaud era en ella una total virtud que llegó a encantar hasta a su maestro Tamayo.

Representado con un paisaje oaxaqueño, El calvario, temprano en su trayectoria (1921) y hasta donde llegan mis recuerdos prácticamente inédito, como es también el retrato de Mireya sosteniendo en sus manos una esfera, obra de Ramón Alva de la Canal, compaginado debido al color del vestido con una de las piezas más hermosas procedentes del Museo de Lyon: La Servente, que en la nota explicativa resultó comparada con Piero della Francesca, asociación que me parece justificada pero sólo como licencia poética, el autor de ese cuadro, uno de los más bellos de todo el conjunto es Mario Tozzi, relacionado con el llamado Novecento en plena época fascista. Eso no quiere decir en ningún sentido que su arte fuera de tónica fascista, salvo cuando se trataba de encargos oficiales. Ambos cuadros, vecinos museográficamente, están compaginados por la predominancia del color azul y de sus reflejos, al igual que los personajes femeninos que aparecen en los cuadros de Alfredo Zalce y Gino Severini captan dos mujeres juntas.

El cuadro de Severini es de la colección Munal y hasta ahora no se sabía que se contara con una pieza del autor de Du cubisme au clasicisme, gran exponente del futurismo y no sólo como alumno de Balla, sino también de aquel periodo denominado del retorno al orden, que tuvo lugar a raíz de la crisis económica de la posguerra de principios de los años 20 del siglo pasado.

Las dos mujeres de Severini son retratos de su esposa e hija en ese contexto del retorno y no guardan formalmente ni en cuanto a ambientación ninguna relación con el retrato de Marie Coca y su hija Gilberte de 1913, de Susanne Valadon. No sabemos quién fue Marie Coca, pero sí que Valadon fue la madre de Maurice Utrillo, quien está representado con un Molino de la Galette, cerca de uno de los cuadros mas bellos y deseables que se exhiben, obra de Fermín Revueltas que ya se había exhibido en una ocasión y que resulta inolvidable: La subestación Indianilla de la Colección Sura, obra maestra de lo que entonces y ahora se entiende por lo moderno en su contexto.