Editorial
Ver día anteriorLunes 29 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Refugiados en Europa: la crisis que no cesa
E

l ministerio de Migración de Grecia advirtió ayer por medio de su titular, Yiannis Mouzalas, que entre 50 mil y 70 mil refugiados podrían quedar bloqueados en ese país mediterráneo, en el cual se encuentran actualmente unos 22 mil, debido a la decisión de Macedonia –adoptada también por las vecinas Eslovenia, Croacia y Serbia– de reducir a 580 al día el número de migrantes que pueden pasar por su territorio. Hace unos días Austria había fijado un tope máximo diario de admisión de 3 mil 200 refugiados.

Cabe recordar que la distribución de los refugiados, en su mayoría desplazados de guerra procedentes de Siria, Irak, Afganistán, Pakistán y Libia, así como migrantes económicos procedentes de diversas zonas del continente africano e incluso de puntos situados en el propio territorio europeo, como Kosovo, Serbia y Albania, ha dado lugar a agrias y mezquinas discusiones entre los gobiernos integrantes de la Unión Europea, los cuales han procurado reducir al mínimo el número de extranjeros a recibir en sus países respectivos. En el marco de esas negociaciones Alemania se comprometió a recibir a unos 30 mil extranjeros; Francia, 25 mil; España, 15 mil, y los otros países, cantidades menores a 10 mil. Tales cifras contrastan con los casi dos millones de refugiados que se encuentran en Turquía, el millón que subsisten en Líbano y los 600 mil que se han asentado en Jordania.

Un hecho que debe tenerse en cuenta para ponderar los persistentes y masivos flujos humanos procedentes de Medio Oriente, África y Asia central es que son resultado, en algunos casos, de decisiones económicas globales de las que Europa occidental tiene, junto con Estados Unidos, una responsabilidad central; por ejemplo, los términos de explotación y saqueo establecidos en los intercambios entre las economías desarrolladas y las naciones africanas.

En otros casos, las migraciones se han originado a consecuencia de procesos de desestabilización y violencia impulsados por Occidente en naciones como Afganistán, Irak, Libia y Siria.

Si se toma en cuenta esos antecedentes es inevitable concluir que los países europeos –empezando por Gran Bretaña, Francia, Alemania, España e Italia– no se encuentran, en la presente crisis de refugiados, ante la oportunidad de adoptar acciones caritativas y humanitarias para con quienes escapan del hambre y la guerra, sino ante la obligación de Estado de socorrer a las víctimas de la economía desigual y las políticas desestabilizadoras e injerencistas puestas en práctica en años y décadas recientes.

En tal circunstancia, la comunidad internacional debe exigir a la Unión Europea que deje de minimizar las cuotas de admisión de refugiados y acoja sin regateos a quienes huyen de los escenarios de hambre y de guerra creados por las propias potencias del viejo continente.