En el camino con Federico

Gloria Muñoz Ramírez


Federico Ortiz Arias camina con don Juan Chávez. Foto: Agus Ruiz

Federico estaba listo para asistir a Tuxtepec, Oaxaca, a la reunión del Congreso Nacional Indígena (CNI). En realidad él siempre estaba listo. Pata de perro como pocos, recorrió el país entero, desde la Península de Yucatán hasta la de Baja California, siguiendo siempre la ruta de la resistencia de los pueblos indígenas.

Nació en Uruapan hace 53 años, pero en realidad parecía de más. Sí, perdón. Será por lo alto y lo fornido. Alumno de Filosofía en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Federico se fue de pronto, sin avisar, “a ser semilla en otras tierras” dijeron los mayas en un abrazo escrito que le enviaron a su despedida. Un paro cardiaco en medio de una fiesta se lo llevó. Estaba en La Vecindad, la “Venus”, como le dicen los allegados a este lugar emblemático de la contracultura.

Federico bailaba el día de su muerte. Esa misma noche garabateó una frase sobre uno de los muros de La Vecindad. “La noche se estrella en la son….”, se lee sobre las ruinas de unas paredes que se empeñan en sobrevivir.

Él todo lo hacía interminable, empezando por la conversación. Una caminata con Federico podía convertirse en toda una aventura, al igual que un recorrido en coche o en autobús. Quizás por eso hizo largo su velorio, recibiendo a cientos de amigos durante cuatro días.

Siempre tenía una novela, una película o un cuento de su autoría terminados en la cabeza. Los podía contar con todo detalle. El guión, las tomas, la música, los acercamientos a los pies del protagonista, los efectos de iluminación y los libretos de cada uno de los personajes. ¿Y la vas a escribir? Era la pregunta obvia. “No”, decía. “Ya te la conté”. De eso se trataba la vida con él.

Pero no es que se la pasara soñando. En concreto ponía el cuerpo en cada una de las iniciativas en las que se involucraba. Y, en corto, pueblear era lo suyo. Junto a su cuerpo sin vida el mejor tributo se lo hace un purhépecha de Comachuén: “El compañero siempre iba con nosotros. Nos dijo cosas de cómo organizarnos. Con él fuimos a conocer a los compañeros zapatistas, y así pensamos que tenemos que hacerlo nosotros también, solitos, sin los partidos, sin que nadie nos mande ni nos diga como”.

Largas horas de carretera recorrió con don Juan Chávez, luchador purhépecha de Nurío, figura moral del CNI. Caminó con él los pueblos de Michoacán y los de fuera. Acamparon juntos en Vícam, con los yaquis, recorrieron Oaxaca, Jalisco, la Huasteca, la sierra Wixárika y, por supuesto, las comunidades zapatistas, hasta donde llegaron para proponer, en 2001, a Nurío como sede del Tercer Congreso Nacional Indígena, con la presencia de la comandancia zapatista.

Don Juan también se fue antes de tiempo. Un accidente en su casa lo llevó al hospital, de donde ya no salió vivo. Federico se mantuvo al lado de él y de su familia en todo momento, como hoy lo está la viuda de don Juan con Estela, abogada, profesora y su compañera de vida y de lucha. Ahí están también su hijo y sus dos hijas, tan bien parados, tan él. “Alcanzó a bañar a Memín”, su mascota, dice Lala, su hija, y esboza una sonrisa.

Una bandera negra con una estrella roja, símbolo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y otra del pueblo purhépecha, cubren el ataúd de Federico que recorre en silencio las calles de Uruapan, hasta llegar a su última morada, donde un grupo de jóvenes le dedican algunas piezas de jazz, su música predilecta. El saxofón inunda el espacio que se convierte en una despedida política. “Te venimos a sembrar”, le dice la gente de los pueblos que lo acompaña. Y luego entonan el Himno Zapatista.

Federico recibe un homenaje en Tuxtepec, durante la sesión del CNI a la que ya no pudo asistir. Aquí, como en todos lados, cuentan una historia con  él como si estuviera a un lado, porque parece que no se ha ido y que sólo se inventó un dolor, como a veces hacía. Su hijo lo siembra y, en la noche, la música vuelve a escucharse en la Venus. Desde el tejado, Federico se asoma a ver las estrellas. Como siempre.