Opinión
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Del dengue y el chikungunya al virus zika
C

ada año en México el mosquito Aedes aegypti ocasiona problemas de salud, especialmente en las regiones costeras. Es el transmisor del dengue clásico, que provoca fiebre alta, dolor intenso de músculos, articulaciones, cabeza, huesos y ojos; salpullidos en el tronco, brazos y piernas. También del hemorrágico, el más peligroso pues llega a causar la muerte. Se manifiesta con sangrado en varias partes del cuerpo, dificultad para respirar, vómito o diarrea y otras molestias.

El dengue es signo de insalubridad y pobreza y ataca preferentemente a los menores de 15 años y a personas de más edad. Aedes aegypti y sus variedades se reproducen y actúan si encuentran elementos ambientales y sociales propicios: temperatura, lluvias, mala calidad de vida y de servicios públicos. Los mejores sitios de incubación del mosquito son llantas viejas, latas, envases y demás desechos orgánicos donde se acumula agua de lluvia y que por lo general se amontonan en los patios de las casas, lotes baldíos y tiraderos de basura a cielo abierto.

El año pasado sumaron miles los afectados por el dengue, mucho más que antes. Y se agregó el chikungunya, enfermedad originada en África y que literalmente significa estar doblado de dolor, en alusión al aspecto encorvado de quien la padece. Lo ocasiona también la picadura del Aedes aegypti y otro denominado A. albopictus. Asia y África padecieron brotes masivos de la ­enfermedad.

En México el chikungunya afectó a miles de personas. En Colima fueron tantas que el defensor del pueblo de dicha entidad exigió en agosto pasado a las autoridades de salud no ocultar lo que ocurría, tomar medidas urgentes para atender a los enfermos y evitar que el mal se extendiera. Tenía razón, pues se procedió con lentitud a combatir el mosquito transmisor y a informar a la población sobre los síntomas del mal. Sólo en los meses finales del año el gobierno publicó en los principales medios impresos, páginas enteras referentes al chikungunya, cuando debió hacerlo muchísimo antes.

Ahora el mosquito transmisor del dengue y el chikungunya hace de las suyas con el virus del zika, epidemia que obligó a la Organización Mundial de la Salud (OMS), a dar la voz de alerta ante su rápido avance. Cabe recordar que en lo que va del siglo la OMS únicamente había declarado dos emergencias de salud pública: en 2009 la muy cuestionada contra la gripe A y, hace dos años, por el ébola, en África occidental.

El virus del zika se descubrió en 1947 en Uganda y ya está en 25 países de América Latina. Pero si el dengue y el chikungunya son problema, el zika lo agrava porque, según los indicios, ocasiona malformaciones en bebés de madres infectadas y problemas neurológicos en adultos.

En Brasil es asunto de seguridad nacional con más de 4 mil casos detectados de microcefalia. Hasta el ejército participa en combatir al mosquito transmisor.

En Colombia suman decenas de miles los afectados y el gobierno pidió a las mujeres que viven en zonas por debajo de los 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar, evitar embarazarse antes de julio próximo, en consideración a la fase en la cual se encuentra la epidemia y el riesgo existente.

Por su parte, el gobierno de Estados Unidos (país donde ya se registró un caso por contacto sexual) recomendó a sus ciudadanas embarazadas no viajar a 14 países de América Latina.

Las instancias oficiales de México ponen toda su atención en informar a la gente sobre los síntomas del virus: fiebre, dolor en las articulaciones, ojos rojos, dolores musculares y de cabeza, vómitos. Y la sospecha de que causa malformaciones fetales. Además, cómo evitar la presencia del mosquito transmisor. No dejo de preguntarme si tanta movilización oficial por el zika se debe, en buena parte, a la visita de Francisco. Si así fuera, hay que invitarlo con más frecuencia. Para que la lucha contra la desigualdad social y económica, la inseguridad, violencia, impunidad y corrupción, rindan los frutos que espera la ciudadanía. Y para hacer realidad el espíritu de la encíclica ecológica Laudato si. Entonces las instancias oficiales no cobijarían más, por ejemplo, las explotaciones mineras contaminantes ni la destrucción de los manglares.