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Número Especial febrero marzo 2016 No 204

La vaquita marina en su seno

Horacio de la Cueva
CICESE, Ensenada, Baja California
Correo-e: [email protected]


Fotografía satelital del alto Golfo de California, el único hábitat de la vaquita marina

La vaquita marina, Phocoena sinus, es una marsopa y el mamífero marino más pequeño y amenazado del mundo. Solo se encuentra en la parte más norteña del golfo de California, el único mar interior de México. No ha sido suficiente que la vaquita figure en la norma oficial donde se lista las especies amenazadas o en peligro de extinción para garantizar su supervivencia. Ni en México ni en cualquier otro lugar basta decretar el estado de amenaza de una especie para salvarla. Dado su gran riesgo de extinción cabe preguntarse sobre los esfuerzos de conservación y su efectividad.

La vaquita vive en las aguas turbias del alto Golfo de California. Allí evolucionó aislada de otras marsopas, adaptándose a las condiciones particulares de la región. Su vida silenciosa y crítica puede ser un reflejo de su forma de evitar depredadores, como tiburones, orcas y delfines. El trabajo de los últimos veinte años para conocer mejor su biología e historia de vida nos dice que rehuye del ruido de las embarcaciones con motor, se reproduce con una cría una vez cada dos años y que la tasa de captura incidental provoca que mueran ahogadas más vaquitas de las que nacen y llegan a la edad adulta, presagiando su extinción si no se toman más medidas extremas y urgentes.

El decreto de la Reserva de la Biosfera del Alto Golfo de California fue el primer intento regional para protegerla con conocimiento limitado de su biología e historia de vida. Muchos años después se modificó el decreto para incluir el área de más uso por la vaquitas. Aun así, los sobrevuelos mensuales sobre su hábitat indican que, si no se prohíben las redes agalleras de pesca en el área, la vaquitas seguirá su camino a la extinción.

Se han logrado rescatar muchas especies terrestres fuera de su ambiente natural. Es significativo el número de plantas y aves llevados a ambientes controlados (como jardines botánicos y zoológicos) para evitar su extinción definitiva. No podemos tomar el riesgo de hacerlo con la vaquitas para intentar salvarla. Quedan menos de 100 ejemplares y no tenemos ni tiempo ni recursos para experimentar cómo capturar y mantener vaquitas vivas y con capacidad de reproducción; menos sabríamos como reintroducirlas a su ambiente. En resumen: su conservación debe hacerse en donde ella vive. Esto implica resolver los problemas sociales y económicos que surgen de su protección.

México debe preocuparse por el bienestar y la supervivencia de esta especie única y emblemática. No sólo como demostración fehaciente de nuestra preocupación por la naturaleza, sino también por el bienestar de las familias de pescadores en todo México. Una asociación civil estadounidense, el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC por sus siglas en inglés) amenaza con recurrir al Acta de Mamíferos Marinos para promover la prohibición de la importación de camarones mexicanos al muy hambriento mercado estadounidense dado el número de muertes de vaquitas en redes. Este mercado paga un precio superior al mexicano y es más grande. Ya conocemos bien las consecuencias de prohibir por lustros la entrada de atún mexicano al mercado del vecino país; la flota atunera mexicana perdió su prevalencia mundial a consecuencia de este boicot, que no siempre tuvo como razón central proteger a los delfines –como alegaron las autoridades estadounidenses–; más bien, a sus flotas atuneras.

Hay otra razón de peso: el golfo de California produce el 80 por ciento de las pesquerías nacionales. Cualquier medida que se tome para conservar a la vaquita debe considerar las implicaciones económicas que conlleva el acuerdo presidencial de prohibir el uso de redes agalleras en el alto Golfo de California. La efectividad de esta medida está sujeta a la capacidad de vigilancia de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en los puertos y campos pesqueros así como en la honestidad de los vigilantes. La pesquería principal del alto golfo es la del camarón, pero también es importante la de la curvina, realizada principalmente por la tribu cucapá y las pequerías ribereñas de pez sierra y chano.

El número anual de viajes de pesca al alto golfo con redes agalleras partiendo de los puertos de San Felipe y Santa Clara se calcula en 75 mil por año. Con este número de viajes y sin artes de pesca que impidan la captura incidental de la vaquitas, los dados están cargados en contra de ella.


“Buches” secos de totoaba, decomisados en el aeropuerto de la Ciudad de México

La pesca de la totoaba es igualmente centro de atención pues comparte hábitat con la vaquitas. La demanda en el mercado negro de su vejiga en Hong Kong y China (con precios superiores a los 10 mil dólares) es una gran tentación para los pescadores que viven al día, y un gran negocio para los traficantes. Hay opiniones expertas de que es posible pescar tatoaba sustentablemente. Además, existen cultivos de la misma en diversos centros de investigación de la península de Baja California. La explotación legal de este recurso sin duda disminuiría la captura incidental de vaquitas.

Los esfuerzos para salvarla son múltiples. En México el gobierno federal a través de la Semarnat y en alianza con los gobiernos estatales, ha establecido numerosos programas. Organismos internacionales, como el Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita Marina (Cirva) y el WWF, han coordinado acciones para hacer efectivo el rescate de la especie.

Sin alternativas económicas para los pescadores, sus familias y la cadena de producción que depende de las pesquerías del alto Golfo de California, resulta casi imposible salvar a la vaquita de la extinción. Por ello, la importancia de establecer programas de desarrollo que garanticen una calidad de vida óptima en las comunidades pesqueras y el cuidado del medio ambiente de la región.

Se trata de una tarea de enorme importancia en una de las rutas marítimas preferidas por los narcotraficantes. La primera opción es lograr la pesca sustentable. La acuicultura es otra alternativa si en su diseño y puesta en marcha se considera minimizar los impactos ambientales que conlleva. Si a estas opciones agregamos ecoturismo y la explotación sustentable de especies no pesqueras, podemos establecer un futuro que garantice la existencia de la vaquita, las pesquerías y la ecología del alto Golfo de California. Una tarea nada fácil, pero realizable si en verdad las instancias oficiales quieren hacer realidad su discurso de obtener el desarrollo sin depredar y en beneficio de la población; en este caso de las comunidades pesqueras del alto Golfo de California y las demás actividades involucradas en el comercio de numerosas especies marinas.

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