Opinión
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Toros
Sigue vivo Don Quijote
D

on Quijote reposaba en los ahuehuetes de la avenida de los Poetas, en el Bosque de Chapultepec, dando material a los enamorados y la historia se le repitió. Puesto sobre Rocinante, embarazando su escudo y tomando su lanza, se puso en la mitad de un real camino que no lejos del verde prado estaba. Puesto pues Don Quijote en mitad del camino –como os he dicho– hirió con semejantes palabras:

¡O vosotros, pasajeros y viandantes caballeros, escuderos, gente de pie y de caballo que por entre camino pasáis o habéis de pasar en estos dos días siguientes! Sabed que Don Quijote de la Mancha, caballero andante, está aquí puesto para defender que a todas las hermosuras y cortesías del mundo exceden las que se encierran en las ninfas habitadoras de estos prados y bosques dejando de lado a mi señora Dulcinea del Toboso.

“Dos veces repitió estas mismas razones y dos veces no fueron oídas de ningún aventurero: pero la suerte que sus cosas iba encaminando de mejor en mejor, ordenó que de allí a poco se descubriese por el camino muchedumbres de hombres de a caballo y muchos de ellos con lanzas en las manos caminando todos apañados de tropel y a gran prisa. No los hubieran bien visto a los que con Don Quijote estaban, cuando, volviendo las espaldas se apartaron bien lejos del camino, porque conocieron que si esperaban les podía suceder algún peligro, solo Don Quijote, con intrépido corazón se estuvo quedo y Sancho se escudó en las ancas de Rocinante.”

Llegó el tropel de los lanceros y uno de ellos, que venía más delante comenzó a decir a Don Quijote: apártate hombre del diablo del camino, que te harán pedazos estos toros.

“¡Ea canalla, –respondió Don Quijote– para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría jarama en sus riberas! Confesad, malandrines, así, a carga cerrada.

“No tuvo lugar de responder el vaquero, ni Don Quijote tuvo de desviarse aunque quisiera; y el tropel de los toros bravos y el de los mansos cabestros, la multitud de vaqueros y otras gentes que al cerrar los llevaban a un lugar donde otro día habrían de correrse (torearse) pasaron sobre Don Quijote, sobre Sancho, Rocinante y el rucio, dando con todos ellos en tierra, echándoles a rodar por el suelo. Quedó molido Sancho, espantado Don Quijote, aporreado el rucio y Rocinante; pero, se levantaron todos y Don Quijote a gran prisa, tropezando comenzó a correr tras la vacada diciendo a voces:

Esperad canalla malandrín que un solo caballero os espera el cual no tiene condición ni es de los que dicen que al enemigo que huye a hacerle la puente de plata.

La escena se repite en el Bosque de Chapultepec con Don Quijote tirado entre los ahuehuetes herido por una banda de maleantes. Y en la Plaza México que los toros de San Marcos pasaron por encima de un humilde de la fiesta: un banderillero Mauricio Martínez Kingston que se sigue debatiendo entre la vida y la muerte. Completa el cuadro Fabián Barba que falto de sitio se llevó una paliza similar a la de Don Quijote y una cornada en los testículos por un toro de La Punta, en corrida en que cayó de pie el torero sevillano Manuel Escribano, quien dará de que hablar por su manejo de las distancias.